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VLADIMIR PUTIN (San Petersburgo*, 7 de octubre de 1952) El autócrata que quiere eternizarse

Exdirector de la Inteligencia rusa, nostálgico de la URSS y nombrado presidente por primera vez en 2000, ha impulsado una reforma constitucional que le permite permanecer en el cargo hasta 2036

Vladímir Putin ha intensificado como nunca antes la lucha contra la oposición aprobando leyes que impiden a las formaciones críticas con el poder participar en la legítima lucha política, presentar sus candidatos a los comicios y aparecer en los medios de mayor difusión para lanzar sus mensajes. La OSCE sostiene que el sistema electoral ruso no cumple los estándares democráticos mínimos.

 

 

Putin, durante sus vacaciones en la localidad de Kyzyl, en el sur de Siberia.
Putin, durante sus vacaciones en la localidad de Kyzyl, en el sur de Siberia.AFP

 

 

Además, el número de presos políticos va en aumento y siguen sin esclarecerse numerosos asesinatos de políticos y periodistas. Baste recordar a Anna Politkóvskaya y a Borís Nemtsov. La prensa independiente tampoco vive sus mejores momentos, acosada por leyes restrictivas como la de ‘agente extranjero’ y con reporteros encausados por la Justicia.

Pero, al mismo tiempo, el presidente ruso trata de mostrarse como un dirigente enérgico y de decisiones drásticas, incluso autoritarias, pero moderno, sensible a los problemas de la población, respetuoso con los valores tradicionales y comprometido, según proclama con frecuencia, con la paz mundial, la lucha contra la pandemia, las políticas para revertir el cambio climático y la cooperación internacional en terrenos como el comercio, la energía y la lucha contra el terrorismo.

Se muestra enérgico pero moderno, sensible a los problemas, respetuoso con los valores tradicionales y comprometido con la paz mundial, y la lucha contra la pandemia y el cambio climático

Esta hoja de ruta, que Putin presenta una y otra vez como el núcleo de su acción política y diplomática, no es nueva. Lleva tiempo reiterando el mismo enunciado. Lo ha hecho una vez más con alguna que otra actualización el pasado 21 de octubre en el Foro de Valdái, llamado así por el lugar de Rusia, situado a medio camino entre Moscú y San Petersburgo, en donde nació esta mesa de discusión política, aunque en esta ocasión se celebró en Sochi.

Afirmó que el capitalismo está en crisis. «Todo el mundo dice que el modelo de capitalismo existente (…) se ha agotado», subrayó Putin en su intervención y añadió que tal circunstancia «acrecienta las desigualdades sociales» en el mundo. Todo ello, a su juicio, está llevando «al ascenso del extremismo y a la migración incontrolada».

 

 

A la izq., Vladimir Putin dispara un arma durante su visita al recién construido cuartel general de la inteligencia rusa en Moscú, en 2006. A la dcha., el presidente ruso pilota en Sebastopol una moto con sidecar, acompañado del líder de Crimea Serguéi Aksenov.A la izq., Vladimir Putin dispara un arma durante su visita al recién construido cuartel general de la inteligencia rusa en Moscú, en 2006. A la dcha., el presidente ruso pilota en Sebastopol una moto con sidecar, acompañado del líder de Crimea Serguéi Aksenov.
A la izq., Vladimir Putin dispara un arma durante su visita al recién construido cuartel general de la inteligencia rusa en Moscú, en 2006. Luego, el presidente ruso pilota en Sebastopol una moto con sidecar, acompañado del líder de Crimea Serguéi Aksenov.AFP / EFE

 

 

El jefe del Kremlin también denunció en su alocución «el dogmatismo agresivo –vigente en Occidente– rayano con lo absurdo».

«Contrarrestar el racismo es algo necesario y noble, pero en la nueva cultura de la cancelación se convierte en una discriminación inversa. El énfasis obsesivo en la cuestión racial divide aún más a la gente», estima Putin, quien también considera «una fantasmagoría total» el debate sobre los derechos de género.

 

 

Carné de Putin que lo acreditaba como agente de la Stasi.
Carné de Putin que lo acreditaba como agente de la Stasi.ABC

 

 

El dirigente ruso criticó a Occidente por «el borrado agresivo de páginas enteras de su propia historia, la discriminación inversa de la mayoría en interés de las minorías o la exigencia de abandonar la comprensión habitual de cosas tan básicas como mamá, papá, familia o incluso la diferencia de género». Frente a ello, Putin propone un «conservadurismo saludable», racional, basado en los valores espirituales y en la tradición.

Pero los desencuentros del presidente ruso con Occidente no se reducen exclusivamente al plano ideológico, a sus métodos antidemocráticos y al trato que dispensa a la oposición. También a la política con sus vecinos, a la intervención militar en Georgia de agosto de 2008 y a la «agresión», según el término que emplean en Kiev, de Rusia en 2014 con la anexión de Crimea y la ayuda militar a los separatistas de Donbass (este de Ucrania).

 

 

En una de sus múltiples facetas, el presidente ruso practica hockey.
En una de sus múltiples facetas, el presidente ruso practica hockey. AFP

 

 

La nueva Guerra Fría

Esta situación de nueva Guerra Fría, con el rosario de sanciones que lleva implícita, le está viniendo paradójicamente bien a Putin para justificar ante los suyos el cierre de filas a nivel interno, las sucesivas vueltas de tuerca y la persecución de los ‘traidores’, esa ‘quinta columna’ que el Kremlin ve en la oposición y especialmente en su principal líder, Alexéi Navalni. Éste ha visto su organización catalogada de «extremista» y ni siquiera pudo presentar candidatos a los comicios legislativos del pasado mes de septiembre. Contra él, haciendo uso de una Justicia domesticada por el poder y escasamente independiente, se han abierto sucesivas causas penales para neutralizarle políticamente. Actualmente cumple una condena de dos años y medio de prisión, y hasta sufrió un intento de asesinato en agosto de 2020 con un agente tóxico que le dejó en coma.

 

 

El líder ruso llega a una reunión en el Kremlin con nuevos altos oficiales de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior en 2014.
El líder ruso llega a una reunión en el Kremlin con nuevos altos oficiales de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior en 2014. AFP

 

 

Putin, un nostálgico de la época soviética, presenta a su país como una ‘fortaleza asediada’ a la que hay que defender a cualquier precio. Considera a Occidente culpable de la desintegración de la URSS, no a la corrupción y al desbarajuste interno del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), y está convencido de que Estados Unidos ansía hacerse con las riquezas naturales de Rusia.

El actual jefe del Estado ruso, al igual que su homólogo bielorruso, Alexánder Lukashenko, se cree imprescindible para su país. Considera que solo él está en condiciones de hacer frente a los múltiples ‘enemigos’ y desafíos que tiene Rusia. Con esa idea justifica su enorme apego al poder. En enero del año pasado impulsó por sorpresa una reforma constitucional que culminó en una votación y en la aprobación de una nueva Carta Magna cuya principal particularidad es que contiene una cláusula para que Putin pueda continuar al frente del país dos mandatos más, hasta 2036.

«La Constitución me permite presentarme al próximo mandato, aunque no he tomado aún ninguna decisión al respecto», asegura ante la pregunta de si quiere seguir en el poder hasta los 84 años

Un elemento que inquieta a los politólogos rusos, al considerarse un indicador de que el presidente tiene intención de perdurar de forma vitalicia, es que nunca quiere hablar de a quién podría transferir el poder. El mes pasado, presentadora de la cadena CNBC Hadley Gamble le preguntó a Putin sobre su posible sucesor y éste declinó responder, ya que, según sus palabras, «hablar de estas cosas es desestabilizador (…) la situación tiene que permanecer tranquila, estable, para que los órganos del Estado, sus estructuras puedan trabajar y mirar serenamente hacia el futuro». Gamble le espetó que si su intención es permanecer en el poder hasta los 84 años, a lo que el presidente ruso respondió sin más que «la Constitución me permite presentarme al próximo mandato, aunque no he tomado todavía ninguna decisión al respecto».

 

 

A la izq., Vladimir Putin brinda durante un acto de reconocimiento a los militares que combatieron en Siria, en 2017. A la dcha., baila con la ministra de Exteriores de Austria, Karin Kneissl, en 2018.A la izq., Vladimir Putin brinda durante un acto de reconocimiento a los militares que combatieron en Siria, en 2017. A la dcha., baila con la ministra de Exteriores de Austria, Karin Kneissl, en 2018.
Vladimir Putin brinda durante un acto de reconocimiento a los militares que combatieron en Siria, en 2017. Luego, baila con la ministra de Exteriores de Austria, Karin Kneissl, en 2018. REUTERS / AFP

 

 

Putin nació el 7 de octubre de 1952 en Leningrado (actual San Petersburgo). Se licenció en Derecho en 1975 e ingresó después en los servicios secretos soviéticos, el KGB, en donde aprendió alemán. Fue enviado a la Alemania del Este (RDA) en 1985 con la misión de espiar y reclutar agentes. Llegó a alcanzar el grado de coronel.

En la primavera de 1990 regresó a Leningrado y fue consejero del alcalde, Anatoli Sobchak. En 1996, el entonces presidente ruso, Borís Yeltsin, invitó a Putin a trabajar en la administración del Kremlin. Sus siguientes nombramientos fueron director de FSB (antiguo KGB), en 1998, y el de primer ministro, en 1999. Fue elegido presidente de Rusia en 2000 y reelegido por cuarta vez en marzo de 2018. Se vanagloria de haber logrado que su país superara la crisis económica y política abierta tras la desintegración de la URSS, pero lo hizo al precio de cercenar derechos, perseguir a la oposición y concentrar enormes poderes en sus manos y en las de los servicios secretos.

 

 

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