Yoani Sánchez: Último día: Conteo regresivo para llegar a ninguna parte
Aunque la pandemia sigue rondando nuestras vidas, la mayoría de la gente que encuentro en la calle ya ha puesto fin a cualquier tipo de confinamiento y las aceras de mi barrio vuelven a estar llenas de vecinos que van o vienen buscando algo de comida para comprar
En la televisión dicen que Cuba se encamina hacia la reapertura, curiosa palabra para un país con tantas fronteras políticas y tantos diques económicos. «Si ellos lo dicen, algo sabrán», me comenta un vecino que a fuerza de pasar necesidades ahora encomienda sus esperanzas a que «de este hueco solo podemos salir, ya no se puede caer más».
Hace unos días anunciaron que pronto estaremos en la fase uno de la desescalada y siento que ha pasado una eternidad desde el primer caso de covid-19 en la Isla.
Aunque la pandemia sigue rondando nuestras vidas, la mayoría de la gente que encuentro en la calle ya ha puesto fin a cualquier tipo de confinamiento y las aceras de mi barrio vuelven a estar llenas de vecinos que van o vienen buscando algo de comida para comprar. La cercana avenida Rancho Boyeros que en las primeras semanas tras la suspensión del transporte público estaba desierta, ahora ruge desde temprano por el tráfico de vehículos, muchos con el cartel « Vía libre – Coronavirus«.
Aunque el Ministerio de Salud Pública ha dado cifras bajas de contagio por covid-19 en los últimos días, los cubanos intuyen que más allá de la enfermedad, el pico de la crisis económica falta por llegar. Septiembre, con su vuelta a las escuelas de miles de estudiantes parece ser el momento en que la curva de las necesidades escalará. Tras meses sin turismo, con dificultades para moverse entre una provincia y otra, con muchos negocios privados a media máquina y hasta el mercado informal duramente golpeado, ese primer día de clases será un reto para muchas familias.
«Si ahora tuve que pagar 10 CUC por un paquete de detergente ¿Cuánto costará cuando la gente tenga que lavar cada día los uniformes de sus hijos?», reflexiona una amiga que me aconseja prepararme para «el verano más duro de las últimas dos décadas». Ni siquiera el anuncio de que se restablecerá el turismo nacional y que quizás con la baja en la llegada de extranjeros los cubanos puedan acceder a ofertas recreativas más económicas le provoca entusiasmo a mi amiga. «¿A quién se le ocurre ir a un hotel a gastarse el poco dinerito que tiene?».
Es curioso que en muchas de las frases que escucho se percibe como si la vida hubiera tomado forma de una línea que baja
Los contrastes también brotan. Un amigo que vive en Batabanó me ha llamado para contarme que lleva varios días comiendo prácticamente «langostas y camarones» porque desde el pueblo pesquero al sur de La Habana, que tradicionalmente ha nutrido de mariscos al mercado negro de la capital, ahora los comerciantes no pueden sacar el producto debido a los cortes del transporte y al reforzamiento de la vigilancia en las carreteras. «No hay arroz, ni jabón, ni aceite pero la langosta no falta», ironiza.
Aunque tales manjares podrían verse como una señal de lujo en una mesa cubana, mi amigo sabe que su actual abundancia es una mala señal. «Este pueblo vive de esto porque nosotros abastecemos no solo a La Habana, sino también a todas las paladares y casas privadas de Viñales, Soroa y de las zonas turísticas de Artemisa, Pinar del Río y Mayabeque», añade. «Si en esos lugares la economía se hunde, aquí llegamos al subsuelo».
Es curioso que en muchas de las frases que escucho se percibe como si la vida hubiera tomado forma de una línea que baja cuando de acceso a recursos, bienestar o esperanzas se trata y sube dramáticamente cuando se mide la crisis, la escasez y la incertidumbre. Una curva pronunciada que, para aplanarla, se necesitan decisiones osadas y urgentes que el oficialismo, sin embargo, dilata.
Mi amigo ha tomado una decisión. «Nada más que abran me voy, aquí no me coge un segundo Período Especial». En conteo regresivo para la escapada están miles de cubanos ahora mismo, parados detrás de otra línea, esa que los separa del afuera.