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Yogi Berra: el cátcher sin careta

Un 23 de septiembre, el primer día del otoño. Lawrence Peter Berra lo eligió para marcharse.

Nació el 12 de mayo de 1925 en San Luís, Missouri, y creció en una barriada de inmigrantes italianos: The Hill.

Aunque se le recuerda como receptor, una de sus grandes virtudes era la versatilidad. Podía defender también las esquinas y jugar en el jardín derecho o el izquierdo. Donde era necesario, ahí estaba Berra.

Debutó con los Yankees de Nueva York en 1946 con 21 años. Y durante 18 temporadas fue uno de los yankees más célebres, aunque su último año como pelotero activo en las Grandes Ligas transcurrió con los Mets.

En tres oportunidades ganó el premio al Jugador Más Valioso de la Liga Americana. A eso hay que sumarle que en dos votaciones alcanzó el segundo lugar y en una la tercera posición entre los mejores de la temporada. Fue invitado 15 veces al  Juego de las Estrellas y tiene importantes récords de Serie Mundial: más juegos (75),  más hits conectados (71) y líder en Series Mundiales ganadas con 10 de las 14 en las que participó. Además, fue el catcher en el único juego perfecto en Serie Mundial, en 1956, haciendo batería con Don Larsen.

Era buen bateador. Se paraba a la zurda y sabía conectar bolas malas. De hecho, una vez le comentaron al respecto y soltó una de sus frases: “Si se pueden conectar, son bolas buenas”. Era un bateador tan difícil de ponchar que en 1950 recibió nada más 12 ponches en 656 turnos, lo que quiere decir que abanicaba una vez cada 50 veces.

Le tocó vivir la época que de la post-guerra, cuando los jugadores de pelota eran considerados verdaderos héroes. Y él era uno. Fue firmado por los Yankees en 1942, pero no debutó hasta 1946 porque tuvo que servir a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Sobre eso dijo una vez: “Yo estaba en la Armada, pero mi corazón estaba en el béisbol y con los Yankees”.

 

 

 

 

El apodo lo consiguió cuando aún era un jovencito. Su amigo Jack Maguire, quien también era beisbolista y jugó un par de temporadas en las Grandes Ligas, le dijo que él se parecía a un fakir haciendo yoga, así que le llamó “Yogi”. Años más tarde, jugando para los Yankees, se supo el mote y hoy es como lo conoce el mundo entero.

El sobrenombre de “Yogi” se hizo tan famoso que fue inspiración para William Hanna y Joseph Barbera cuando en 1958 crearon la comiquita del oso glotón del Parque Yellowstone: Yogie Bear por Yogi Berra.

Fue coach de los Mets de Nueva York. También de los Yankees. Y con estos últimos ganó dos Series Mundiales (1977 y 1978), con lo que su fama de “amuleto de la buena suerte” con los del Bronx quedó más que consolidada.

Veo que, después de todas estas líneas refiriéndome a la genialidad del pelotero Yogi Berra, es preciso decir que más allá de todo eso el legendario careta adquirió fama mundial por sus frases, hoy definidas como “yoguismos”.

Algunos se burlan y dicen que más bien parecen disparates, verdades de Perogrullo, frases “obvias”. Y no pocos lo comparan con Cantinflas, algo que creo no debió molestar a Yogi. Hay montones de citas: unas que tienen que ver con el béisbol y otras reflejan su forma de ver la vida; otras igual de divertidas están relacionadas con su cotidianidad y su peculiar decir de los momentos vividos. ¡Cuánta generosidad hay en ésta que le dedicó a uno de los mejores lanzadores de la historia!

“Comprendo por qué Sandy Koufax ganó 25 juegos en 1963. Lo que nunca me he explicado es cómo perdió cinco”.

La cita está esculpida en la placa de Koufax en Cooperstown.

Cuando se le preguntó si Don Mattingly había superado las expectativas que despertó cuando llegó a los Yankees, respondió: “Yo diría que ha hecho más que eso”.

Para referirse al béisbol, a su trabajo, dijo cosas como “¿Pensar? ¿Cómo diablos se puede pensar y batear al mismo tiempo?” o “Si no puedes imitar a un pelotero, no trates de copiarlo”.

Frases como “En el béisbol todo ocurre de un momento a otro… y a veces antes” son completamente comprensibles para los fanáticos de la pelota, quienes sabemos que algunos juegos se pierden antes de la voz de Play Ball! o en fracciones de segundo.

Muchas de sus expresiones reflejaban su magnífico sentido del humor y la ironía. “Nadie va ya al Yankee Stadium, porque siempre está lleno” podría parecer un disparate, hasta que descubrimos cuánta gente no puede ir un juego en el Bronx porque no consigue entradas. O ésta, que tiene que ver con que la suerte siempre está con quien lo hace bien, tanto en el diamante como en la vida real: “Solía tener mejor suerte cuando bateaba mejor”.

Hay humildad y sabiduría en otra frase que mucho recordamos: “Siempre pensé que el récord duraría hasta que alguien lo rompiera”.

Es una cantidad enorme de palabras. Son decenas de citas que cada vez que alguien las compila nos ponen a pensar: “La mayor genialidad consiste en no decir nada cuando nada genial hay que decir”.

Y, por supuesto, de todas la más repetida: “El juego no termina hasta que se termina”, una parte de su filosofía que trascendió al juego de béisbol. ¿Cuántas veces ha ocurrido que un juego que parecía ganado se perdió faltando un strike? Millares de juegos se han volteado luego de remontar diferencias que parecían imposibles. Todas las veces del mundo hay que esperar a que caiga el último out para cantar victoria.

Es una frase cargada de optimismo: nunca hay que rendirse y siempre se puede venir de atrás.

El peor momento puede cambiar en segundos y convertirse en la gran oportunidad para demostrar que con voluntad no hay imposibles, que no hay que entregarse antes de tiempo, que no puede decaer el ánimo ni en la situación más adversa…

Otro dicho reza que “La esperanza es lo último que se pierde”, pero el del béisbol dicho por Yogi Berra es mejor.

Algunos prefieren a Heidegger, a Nietzsche, a los Griegos. Otros a Los Beatles, a Winston Churchill o a Daniel Santos. A los beisboleros nos gusta citar a Yogi Berra porque así nos gusta ver las cosas: como aquella vez que le dijeron “Oye, Yogi, creo que perdimos” y respondió “Sí, ¡pero estamos gozando un mundo!”

Vamos por la vida tratando de no quitarle la vista a la pelota, atentos porque “Uno puede observar muchas cosas sólo con mirar” o “Si no sabemos hacia dónde vamos, terminaremos en cualquier otro lugar”.

A veces (muy pocas) cometemos errores que nos salen bien… o que al menos no cuestan tanto. De resto, decimos como él: “Cometí un error equivocado”. Y seguramente el amable lector sabrá a qué tipo de errores se refiere el catcher predilecto de Casey Stengel.

A Yogi le fue bien con sus cosas, sí. Aunque una vez dijo: “En realidad nunca dije lo que dije”, pero ésa no se la creemos.

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Este texto fue publicado en Prodavinci el 23 de septiembre de 2015.

 

 

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