The New York Times – Editorial: Hay que excluir a Rusia de los Juegos Olímpicos
The New York Times – Editorial
Hay que excluir a Rusia de los Juegos Olímpicos
El informe más completo elaborado sobre las trampas cometidas por Rusia en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 le da al Comité Olímpico Internacional todas las pruebas que necesita para excluir al equipo ruso de los próximos Juegos de Río.
El informe, encargado por la Agencia Mundial Antidopaje con el objetivo de investigar un conjunto de pruebas en contra de Rusia es abrumador e inequívoco. Compilado por Richard McLaren, un experto canadiense en ética deportiva, asegura la existencia «más allá de cualquier duda razonable» de un programa masivo ordenado por el gobierno ruso consistente en el suministro a los atletas de ese país de esteroides, así como el encubrimiento de la evidencia – es un programa que involucró a varios órganos del Estado ruso, incluyendo al ministerio de deportes, los servicios de seguridad y la agencia encargada de la preparación de los equipos nacionales-.
El Comité Olímpico Internacional (COI) ya ha confirmado la prohibición -aprobada por el organismo directivo de las competencias de pista y campo- a que participe en los Juegos de Río el equipo ruso de dicha especialidad. La integridad de los juegos, los sueños de los atletas de todo el mundo y el imperativo de revelar con claridad el absolutamente inaceptable comportamiento de Rusia son elementos que exigen una prohibición general.
El informe del Sr. McLaren confirmó los señalamientos hechos anteriormente al New York Times por el anterior director del laboratorio antidopaje de Rusia, Grigory Rodchenkov, acerca de la existencia de un elaborado plan para cambiar las muestras de orina de los atletas durante los Juegos de 2014 en Sochi. El esquema era parte de una política amplia, instituida luego de la pobre actuación de Rusia en los Juegos Olímpicos de invierno de 2010, con el fin de ocultar los resultados positivos en los análisis de drogas de los atletas en «la gran mayoría de los deportes olímpicos de verano e invierno.«
Rusia protestará en voz alta, como lo hizo cuando las acusaciones de trampa surgieron por primera vez, de que el informe es otra estratagema política orquestada por los Estados Unidos para desacreditar a Rusia, de que el dopaje es universal, de que se sancionará a los responsables, de que es injusto castigar a todos los atletas rusos por los delitos de algunos funcionarios y atletas aislados, y así sucesivamente.
Todas estas quejas tediosas están destinadas a evitar el punto central de las acusaciones: que el dopaje se ordenó, se dirigió y se controló desde el gobierno ruso, incluyendo a sus temidos servicios de seguridad. La figura clave en el programa, según el informe, era Yuri Nagornykh, que fue nombrado viceministro del deporte en 2010 nada menos que por Vladimir Putin, el primer ministro en ese entonces.
El Sr. McLaren no hace otra afirmación sobre Putin, pero es imposible imaginar que el nombramiento del Sr. Nagornykh habría podido darse sin un claro conocimiento de lo que se esperaba de él – o que el FSB, el servicio de seguridad ruso, no se habría involucrado sin órdenes directas del Kremlin -. Según el Dr. Rodchenkov, fue el FSB el que descubrió la manera de abrir los contenedores de orina supuestamente a prueba de manipulaciones.
Incluso antes de que el nuevo informe se hiciera público en Toronto el pasado lunes, varias agencias nacionales antidopaje y diversas organizaciones deportivas se preparaban para exigir que el COI ampliara su anterior prohibición y que la misma incluyera todos los deportes. El jefe de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos, Travis Tygart, dijo que dicha acción era esencial «para garantizar que este nivel sin precedentes de criminalidad nunca más amenace a los deportes que tanto valoramos.»
El jefe del COI, Thomas Bach, se ha comprometido a imponer las sanciones más duras «disponibles» cuando la junta del comité se reúna el martes. En realidad no hay duda de cuáles deben ser.
Traducción: Marcos Villasmil
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The New York Times – Editorial
Ban Russia From the Rio Olympics
The latest and most comprehensive report on Russia’s cheating at the 2014 Winter Olympics gives the International Olympic Committee all the evidence it needs to ban every Russian team from the forthcoming Rio Games.
The report, commissioned by the World Anti-Doping Agency to investigate a fast-growing body of evidence against Russia, is damning and unequivocal. Compiled by Richard McLaren, a Canadian expert on sports ethics, it affirms “beyond a reasonable doubt” a massive government-ordered program of feeding steroids to Russian athletes and covering up the evidence — a program that involved various organs of the Russian state, including the sports ministry, the security service and the agency charged with preparing national teams.
The I.O.C. has already upheld a ban by the track and field ruling body to bar the Russian track and field team from the Rio Games. The integrity of the Games, the dreams of athletes the world over and the imperative to proclaim Russia’s behavior totally unacceptable all demand a blanket ban.
Mr. McLaren’s report confirmed earlier revelations made to The Times by Russia’s former antidoping laboratory director, Grigory Rodchenkov, of an elaborate scheme to swap athletes’ urine samples during the 2014 Sochi Games. The scheme was part of a sweeping policy instituted after Russia’s poor showing in the 2010 Winter Olympics to conceal positive drug tests of athletes in “the vast majority of summer and winter Olympic sports.”
Russia will loudly remonstrate, as it did when the cheating accusations first arose, that the report is another American-orchestrated political ploy to discredit Russia, that doping is universal, that Russia will punish those responsible, that it is unfair to penalize all Russian athletes for the offenses of isolated officials and athletes, and so on.
All these tiresome bleats are intended to avoid the central point of the accusations: that the doping was ordered, directed and controlled by the Russian government, including its feared security services. The key figure in the program, the report says, was Yuri Nagornykh, who was appointed deputy minister of sport in 2010 by none other than Vladimir Putin, who was prime minister at the time.
Mr. McLaren says no more of Mr. Putin, but it is impossible to imagine that Mr. Nagornykh’s appointment would not have come without a clear understanding of what he was expected to do — or that the F.S.B., the Russian security service, would get involved without direct orders from the Kremlin. According to Dr. Rodchenkov, it was the F.S.B. that figured out how to open purportedly tamper-proof urine containers.
Even before the new report was made public in Toronto on Monday, several national antidoping agencies and athletic organizations were preparing to demand that the I.O.C. broaden its earlier ban to cover all sports. The head of the U.S. Anti-Doping Agency, Travis Tygart, said such action was essential “to ensure this unprecedented level of criminality never again threatens the sports we cherish.”
The head of the I.O.C., Thomas Bach, has promised to impose the “toughest sanctions available” when the committee’s board meets on Tuesday. There is really no question what these must be.