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Una Bitácora Cubana (XIII)

 

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1- Llegamos a la última bitácora del año 2016, un año trascendental e histórico para Cuba y, nadie puede negarlo, para toda la América e incluso el mundo.

Podrían ser muchos los temas a cubrir pero en verdad estos que paso a mencionar son sin duda alguna los más destacados:

En primerísimo lugar, está la muerte de Fidel Castro. Murió el tirano. En su cama, pero dejando su régimen en condiciones que él hubiera querido fueran mucho mejores; mejores para la tiranía, para el control y poder de decisión sobre la vida y acciones de una sociedad que ya está dando muestras de todo aquello que él intentó socavar y eliminar. Por el contrario, poco a poco surge una voz propia, pluralismo, iniciativa, visiones alternativas, crítica.

Nos incluimos entre el cada vez más cuantioso grupo que rechaza las viejas políticas de los Estados Unidos frente a Cuba por absolutamente ineficientes, incapaces de mover o conmover un solo centímetro la faz autoritaria. Y es que el inmovilismo no se derrota con otro inmovilismo.  

Ambos son fieles ejemplos de una postura dañina para el bienestar general del pueblo cubano. No ponemos en duda la buena voluntad de muchos defensores del embargo; pero los resultados están allí, a la vista de todos.

Diversas, y de gran número, fueron las notas que se publicaron sobre el deceso. Queremos destacar aquellas que provienen de sectores normalmente muy críticos de la democracia liberal y militantes de alguna de las ramas socialistas; no es fácil aceptar que dentro del propio campo ideológico se produjeron aberraciones como las que el castrismo ha por desgracia protagonizado en la Isla.

Así, recordemos algunas líneas escritas en su blog, y reproducidas en América 2.1, por el socialista español Salvador Perpiñá:

No deja de asombrarme la actitud de cierta izquierda. Personas que odian de manera pauloviana a los militares han honrado a alguien que se ha pasado la vida de uniforme y se han emocionado escribiendo consignas de recio sabor castrense como “hasta siempre, Comandante”, “hasta la Victoria, siempre” o “Patria o muerte”. Personas a las que le rechinan los dientes ante la figura anacrónica de la monarquía no encuentran escandaloso que un dirigente haya permanecido casi sesenta años en el poder sin conceder a los cubanos en ningún momento la posibilidad de sustituirlo y haya acabado transmitiendo el cetro ¡a su hermano! 

No vendría mal un baño de madurez y de luz, abandonar los cultos mortuorios, dejar de definir el mundo en torno a un eje que lo escinde entre unos supuestos fascistas y nosotros, la sal de la tierra. Renunciar de una puta vez a los queridos símbolos del pasado, a hoces y martillos y banderas rojas, no sólo iconos de dictaduras infames sino calamitosos emblemas de fracasos históricos.” 

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Con Yoani Sánchez, en nota publicada en El País, compartimos el deseo de recordar a quienes ya no están entre nosotros, a las innumerables víctimas: Estas también son jornadas para recordar a los que no han llegado hasta aquí. A los que murieron durante el castrismo, naufragaron en el mar, fueron víctimas de la censura que el Máximo Líder impulsó o perdieron la cordura a consecuencia de los delirios que promovió. Un inmenso coro de víctimas se expresa hoy en el suspiro de los sobrevivientes, la euforia en las calles de Florida o un simple “amén”.

También con Yoani creemos que hay una “gran lección de la Historia cubana contemporánea: coser el destino nacional a la voluntad de un hombre termina por transmitir a un país los imperfectos rasgos de su personalidad e insuflar al ser humano la arrogancia de hablar por todos. Su gorra verde olivo y su perfil griego alentarán por décadas las pesadillas de unos o los ripios poéticos de otros, además de las promesas populistas de muchos líderes del planeta.”

El inmenso daño antropológico que el castrismo causó queda retratado en este párrafo tomado de una nota publicada por la escritora Wendy Guerra en The New York Times: Cada paso que mi país tomaba era dictado y definido por él. Todo en  lo que yo me he convertido fue decidido por él o por instituciones que él creó: lo que yo podía comer, la ropa que podría llevar, lo que podría estudiar.”

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2. El último acto público del mayor de los Castro, en el que trató de retrasar lo inevitable, fue su aparición en el VII congreso del PCC. Fue su última batalla, y probablemente nunca sabremos si él sabía que daba una batalla perdida, que lo suyo era un mero acto reflejo, una repetición más de un mensaje ya cansado y que todos escuchaban pero al que muy pocos prestaron realmente atención. Los errores cometidos, las tragedias, son demasiado visibles, inocultables.

Con su visita al congreso quizá buscaba opacar el impacto inmenso de la vista de Barack Obama a Cuba. Estamos entre quienes pensamos que no lo logró. Incluso la única encuesta realizada en la Cuba de hoy muestra que el todavía presidente norteamericano es hoy más popular en la Isla que los sátrapas, unidos o separados. Recordemos la nota de Glenn Garvin, en el Nuevo Herald, de abril de 2015:

“El 80% de los cubanos encuestados dijeron tener una opinión “muy positiva” o “más bien positiva” de Obama, mientras que solamente el 17% registraron una impresión “muy negativa” o “más bien negativa”.

La aprobación general del presidente de Estados Unidos contrastó marcadamente con las opiniones mayormente adversas sobre el gobernante cubano Raúl Castro (48% negativas, 47% positivas) y su hermano mayor, el gobernante retirado Fidel (50% negativas, 44% positivas).

El sondeo de opinión nacional, el primero hecho en Cuba por una firma privada desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, fue llevado a cabo por la compañía de Miami Bendixen & Amandi International. Sin el conocimiento ni el permiso del gobierno cubano, los encuestadores entrevistaron cara a cara a 1,200 adultos en toda la isla entre el 6 y el 16 de marzo.”

Repitamos que esta encuesta fue hecha antes del viaje de Obama a Cuba.

Sin embargo –o precisamente por ello- un año después –poco tiempo después de su visita- en el congreso triunfó el inmovilismo comunista. En palabras publicadas por el semanario inglés The Economist: “El inmovilismo fue simbolizado por la confirmación como segundo secretario del partido (sólo detrás de Raúl) de José Ramón Machado Ventura, de 85 años de edad, un guardián ideológico estalinista. Incluso algunas autoridades habían dado a entender que su poderosa posición podía ser otorgada a Miguel Díaz-Canel (56), el vicepresidente y sucesor putativo de Raúl como presidente en 2018. Cinco nuevos miembros más jóvenes se unieron al politburó, pero ninguno es conocido por ser un reformador. Se desvanecieron asimismo las esperanzas previas de que el Congreso podría aprobar una reforma electoral y un papel más importante para el actual parlamento, hoy una simple formalidad.”

 

3. Raúl Castro tiene 85 años. A diferencia de Fidel ha dado muestras de entender que el sistema heredado de su hermano –y que él ayudó decisivamente a construir- no funciona; sabe que la visita de Obama y la apertura de relaciones con EEUU han generado una serie de expectativas de cambio.

¿Qué significará para Castro el Menor el triunfo de Donald Trump en las elecciones norteamericanas? Lo que parece claro es que el lenguaje y quehacer diplomáticos tradicionales, y ante los cuales los Castro se sabían manejar con gran destreza, no será una cualidad a asumir por el nuevo presidente, más acostumbrado al lenguaje negociador duro, y que ya sin ser presidente todavía, con una sola llamada telefónica a Taiwán ha generado airados reclamos del poder comunista chino.

La realidad es que en Cuba hoy todo evoluciona, algunos sectores más rápidamente que otros, salvo el sistema político y sus actores fundamentales. Pero estos últimos no podrán seguir aplicando por siempre políticas gatopardianas, sobre supuestos cambios que no lo son en realidad, luego del desastre chavista, de la invariable crisis del modelo económico, de las voces de insatisfacción crecientemente sonoras.

Todo ello frente al reciente cumplimiento de los 25 años de la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), lo que, de acuerdo a una nota de Mario J. Pentón en 14ymedio, “para Cuba, significó la pérdida no solo de su principal referente ideológico -Moscú era visto como el epicentro de la ortodoxia comunista- sino la fuente de enormes subsidios. Valorados en 65.000 millones de dólares en 30 años, desde que la Isla se aliara al Kremlin tras la llegada al poder de Fidel Castro.”

“Según una opinión calificada que no quiso ser identificada, “es cierto que el turismo ha crecido y tal vez este año se logre llegar a los cuatro millones de visitantes, pero veinticinco años después del fin de la URSS, conseguir algo tan básico como un plato de comida sigue siendo uno de los principales problemas del cubano”.

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4. Finalmente, queremos cerrar el año con el mensaje que hemos transmitido por todos los medios desde el anuncio del restablecimiento de las relaciones USA-Cuba el 17 de Diciembre del 2014, semana tras semana hasta el día de hoy: “ El problema cubano solo los cubanos lo podemos/debemos resolver. Lo más importante de la nueva política USA hacia Cuba es que da fin a una situación de dependencia que ha existido en la que se ha creído por mucho tiempo que la solución depende de si existe embargo a Cuba o no o de lo que haga o deje de hacer los EE.UU. Es la posición opositora de que solo nosotros los cubanos podemos/debemos actuar la que está activando la creación de un Frente Común Opositor que ha dado testimonio de vida en los dos Encuentros Nacionales Cubanos de San Juan Puerto Rico, en Agosto del 2015 y Agosto del 2016.  

 

Al final, el futuro inevitablemente derrotará al pasado, y a un presente que cada vez se parece menos a lo que sucedió por más de medio siglo, y que traerá consigo nuevas y mejores voluntades, ellas sí merecedoras de que sus actos sean absueltos, y por ello dispuestas a hacer de Cuba todo lo que para ella deseó nuestro máximo líder, José Martí.

Decíamos al comienzo que esta es nuestra última Bitácora del 2016. Aprovechamos entonces para desearles a todos un 2017 lleno de parabienes, de logros personales, profesionales y familiares, y que la luz de la esperanza de un nuevo y mejor amanecer en Cuba y nuestra America no disminuya, sino que al contrario, si Dios quiere, brille cada día con más fuerza sobre todo el continente americano…

Marcelino Miyares, Miami, 23 de diciembre de 2016

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