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Las promesas irrealizables de los candidatos venezolanos

Los candidatos para las próximas elecciones presidenciales de Venezuela se ven en esta combinación de fotos compiladas el 10 de mayo de 2018. (CP) El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, Henri Falcón del partido “Avanzada Progresista” y Javier Bertucci de la fiesta “Esperanza por el Cambio”, durante las actividades de campaña en Caracas, Venezuela. REUTERS / Carlos Garcia Rawlins / Archivo de Fotos

Nunca antes los 19 millones de electores venezolanos han sido objeto de la mayor mercadotecnia y banalización de la campaña que haya visto el país en estos 20 años de chavismo, que no les importa ofrecer villas y castillos, sabiendo que no las podrán cumplir aunque ganaran las elecciones. Así lo reseña abc.es

Las ofertas electorales «engañosas», según los críticos, de los cinco candidatos en pugna para el 20 de mayo van desde la dolarización de la economía, la tabla de salarios en dólares y un diálogo nacional con sabor amargo que no va a ninguna parte según las experiencias anteriores, en 2016 y 2017.

Las presidenciales, conjuntamente con las asambleas legislativas estadales, han convertido los comicios en una gran subasta para captar a los votantes. La campaña está marcada por la promesa de resolver la crisis económica y humanitaria con ofertas superficiales y banales en un país colapsado y arruinado por el chavismo.

Dolarizar la economía

Por ejemplo, el exchavista opositor Henri Falcón, candidato de Avanzada Progresista y de otros partidos pequeños, se ha dedicado a impulsar la idea de dolarizar la economía con su flamante asesor neoliberal Francisco Rodríguez. Falcón ha ofrecido dolarizar también los ingresos: «Anuncio que, para empezar, mi gobierno decretará que el salario mínimo será de 75 dólares y el de los profesionales de 200 dólares». Actualmente el salario básico es de 2.500.000 bolívares (2,95 dólares al cambio paralelo)

Para no quedarse atrás, el pastor evangélico, Javier Bertucci, ha ofrecido aumentar el salario a 300 dólares y exhortar al gobierno de que reconozca la necesidad de mejorar los ingresos para enfrentar la dura hiperinflación que este año puede ascender a 13.000%, según el Fondo Monetario Internacional.

Por su parte, el presidente Nicolás Maduro, que busca la reelección de su cargo durante seis años más, ha prometido resolver los problemas del régimen chavista sin darse por aludido de que él es el causante de la mayor tragedia humanitaria y crisis económica que tiene postrado al país.

«Prometo un regalito a los diez millones de electores que van a ir el domingo 20 a votar», asegura como si fuera un San Nicolás activo en mayo. Ya sacará la cuenta de cuánto va a ofrecer a los portadores del «carnet de la patria» que van a depositar su voto.

En cinco años de gestión, el mandatario exhibe los peores indicadores económicos y sociales en 200 años de vida republicana. Ahora lo único que ofrece es «un gran diálogo nacional después del 20 de mayo». El cinismo le queda corto, dicen los analistas, después del fracaso de las conversaciones con la oposición, impulsadas por el expresidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, -en primera línea en la campaña de Maduro-, que ha vuelto a resucitar la idea del diálogo. Una estrategia que el régimen de Maduro ha utilizado para ganar tiempo y aferrarse al poder.

Maduro, desgastado

De los cinco candidatos en pugna, Maduro es el que aparece más desgastado, con un lenguaje soez, vulgar y un físico con sobrepeso en un país que tiene al 80% de su población con 11 kilos menos como consecuencia del hambre, que baila salsa durante los actos de campaña mientras los niños venezolanos se mueren de desnutrición y el abandono de sus padres.

Mientras tanto, el Frente Amplio Venezuela Libre, que integra la sociedad civil junto a los partidos de la Mesa de la Unidad Democrática, ha hecho un llamamiento para no votar en los comicios, considerados como ilegítimos e ilegales por ellos y por gran parte de la comunidad internacional. También ha conminado a mantener vacías las calles el día de las elecciones como una medida de protesta.

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