La voz que incomoda al régimen de Daniel Ortega
Carlos Fernando Chamorro, afuera de la redacción de ‘Confidencial’. CARLOS HERRERA
Carlos F. Chamorro fundó ‘Confidencial’, el medio de periodismo de investigación más respetado de Nicaragua, que denuncia la corrupción y desmanes del Gobierno sandinista
El pasado 18 de noviembre el periódico Confidencial abría su edición impresa semanal con una historia que denunciaba cómo la esposa del presidente Daniel Ortega y también vicepresidenta, Rosario Murillo, había ordenado el 20 de abril aplastar las protestas que dos días antes comenzaron a incendiar el país, y que exigían el fin del régimen de Ortega. La historia estaba reforzada por la filtración de correos electrónicos de Murillo, quien ordenó a sus huestes: «Vamos con todo». Se trata del típico periodismo que durante 22 años ha hecho de Confidencial el medio más respetado de Nicaragua, al combinar filtraciones y análisis político con un minucioso periodismo de investigación, que le ha valido reconocimientos nacionales e internacionales, pero además el odio enconado de Ortega y su esposa, a tal punto de ordenar el asalto y ocupación de la redacción.
El periodista Carlos Fernando Chamorro fundó Confidencial en julio de 1996, cuando el país se preparaba para las primeras elecciones de la transición, en las que Violeta Chamorro, su madre, entregaría el poder democráticamente a un nuevo presidente. Seis años atrás ella había logrado lo que parecía imposible: derrotar a Daniel Ortega y al Frente Sandinista en unas históricas y supervigiladas elecciones, que marcaron el principio de una difícil y dolorosa transición en Nicaragua, pero también el fin de la guerra civil que había dejado decenas de miles de muertos. El país vivía en libertad plena por primera vez en su historia y un nuevo periodismo surgía de esa primavera libertaria dedicado a fiscalizar el poder, público y privado. «Eran tiempos de cambio, signados por profundas reformas políticas democráticas, cuando los ciudadanos incluso ejercían el derecho de inscribir movimientos y candidaturas de suscripción popular para participar en las elecciones», escribiría 20 años después Chamorro.
Con Confidencial Carlos Fernando Chamorro abrió también una nueva etapa en su vida. Durante su juventud había apoyado abiertamente la lucha clandestina del Frente Sandinista de Liberación Nacional para derrocar la dictadura de Somoza. Esa dictadura asesinó a su padre, Pedro Joaquín Chamorro, en 1978. Chamorro era director de La Prensa, en ese entonces el diario más importante de Nicaragua, y desde su editorial denunciaba las arbitrariedades de la dictadura. Su asesinato marcó el inicio del fin de la dinastía que había gobernado al país centroamericano con mano dura durante 47 años. Décadas después su hijo parece seguir los pasos del héroe nacional, en una nación que no logra romper con los demonios del autoritarismo. «Admiraba a mi padre, él fue la persona más importante de mi vida, pero yo no quería vivir bajo su sombra», dijo Carlos Fernando en 2009 a la periodista Tina Rosenberg, quien publicó un amplio perfil del periodista en The New York Times.
Después del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y la formación de una Junta de Gobierno de Transición en la que también participó Violeta Chamorro —aunque la dejó poco después al estar en desacuerdo con las nuevas decisiones—, Carlos Fernando Chamorro ocupó cargos dentro de la nueva estructura del Estado, hasta ser nombrado director de Barricada, el diario oficial del Frente Sandinista. La familia Chamorro, entonces, quedó dividida. Pedro Joaquín, el hermano mayor, dejó Nicaragua para apoyar la oposición armada que se formaba contra el sandinismo. Otra hermana, Cristiana, trabajaba en La Prensa, el diario de la oposición, mientras Claudia Chamorro apoyaba el sandinismo. Amigos de la familia cuentan que Violeta Chamorro era una suerte de árbitro entre las diferencias y que cuando invitaba a sus hijos a cenar en casa exigía que nos se hablara de política.
A Carlos Fernando Chamorro se le reprochaba haber apoyado al Gobierno sandinista, que pronto se mostraría como una dictadura militar, que no permitía las libertades civiles y perseguía a las voces críticas. Desde Barricada él y su equipo —entre ellos la veterana periodista y feminista Sofía Montenegro, colega y amiga de Chamorro durante más de 30 años— se intentaba hacer un periodismo que no estuviera totalmente sometido a las órdenes de la Dirección Nacional del FSLN, que cuando podía criticaba algunas decisiones del régimen, que ofrecía variedad de información a sus lectores, aunque, claro, la mayoría de las veces tenía que mantenerse en la línea de la propaganda oficial en un país desangrado por la guerra civil y la amenaza de la contra, la guerrilla armada financiada por Ronald Reagan.
Con el paso del tiempo Confidencial se convirtió en un medio de referencia, caracterizado por un periodismo beligerante y comprometido, que no cedía en su compromiso de denunciar la corrupción pública o la confabulación de la empresa privada con los gobiernos para lograr favores. Es lo que ocurrió en 2002 cuando reveló que el Grupo Pellas, uno de los más importantes de Nicaragua (productor del famoso Ron Flor de Caña) había recibido una exoneración de más de dos millones de dólares para la construcción de su complejo de oficinas en Managua sin que cumpliera con los requisitos establecidos en las leyes nicaragüenses. La investigación atrajo la atención nacional y, como era de esperar, no gustó al poderoso grupo empresarial. En varias ocasiones agrupaciones empresariales y financieras han amenazado con retirar, o de plano cancelado, la publicidad al periódico, disgustados por sus investigaciones o coberturas.
Cuando Daniel Ortega regresó al poder en 2007 comenzó una etapa de asedio contra la redacción de Confidencial, su director y una de sus principales columnistas, Sofía Montenegro. Ortega hizo uso de las instituciones del Estado, de la justicia que él controla y de la millonaria cooperación venezolana valorada en más de 4 mil millones de dólares para amedrentar a la prensa independiente, comprar medios de comunicación y acallar las voces críticas. Con el dinero venezolano Ortega compró el Canal 8 de televisión, donde Chamorro transmitía su programa de reportajes Esta Semana. El periódico Confidencial había denunciado, a través de reportajes de investigación, que personeros del Frente Sandinista mantenían una red de extorsiones en el poder judicial para chantajear a empresarios. Esta denuncia pública, conocida como el caso Tola, hizo que el Gobierno levantara cargos contra Chamorro, acusándole de lavado de dinero; interviniera sus oficinas, y que la justicia amenazara con la cárcel al periodista, amenaza que no prosperó.
Más tarde, en 2016, Chamorro denunció un proceso de espionaje por parte de oficiales del Ejército de Nicaragua contra su redacción, acoso contra los periodistas por miembros del Frente Sandinista y un intento de sabotaje al sitio web de la revista, que en sus investigaciones había revelado casos de corrupción que involucran a funcionarios del gobierno sandinista. Los señalados estaban relacionados con el desvío a arcas privadas de la cooperación petrolera de Venezuela. Desde entonces el asedio fue continuo y se intensificó a partir de abril, cuando estallaron las protestas contra Ortega, que fueron reprimidas con violencia. Desde la redacción de Confidencial se organizó una cobertura intensa, que reveló el uso de francotiradores para reprimir las protestas a través de una serie de tomografías de las víctimas, filtradas por médicos que los atendieron. Ese reportaje, firmado por Wilfredo Miranda, fue utilizado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en su informe sobre los abusos cometidos por el Estado contra los manifestantes.
El afán del régimen ha sido callar el periodismo que dirige Chamorro. El pasado jueves lanzó una ofensiva brutal, al ordenar el asalto de la redacción de Confidencial y la ocupación del inmueble por oficiales de la Policía que el propio Ortega controla. Chamorro respondió a la agresión plantándose en las oficinas de la Policía Nacional, cuyos directores lanzaron oficiales antidisturbios contra él y sus periodistas. Pero la respuesta más contundente ha sido seguir con su proyecto periodístico, en estudio de televisión prestado y desde una sala de hotel, donde sus redactores mantienen vivo a Confidencial. «Si lo que querían era callarnos, aquí estamos. Las ideas no se matan, los periodistas tenemos un compromiso sagrado con la verdad. No vamos a aceptar que sigan cercenando el derecho a la libertad de prensa y de expresión», dijo Chamorro el sábado. Confidencial y su director siguen siendo la voz que incomoda al régimen de Daniel Ortega.