Agosto, el mes más cruel
El poeta T.S. Eliot se equivocó… o al menos su verso más famoso no funciona para el caso de Cuba. “Abril es el mes más cruel”, escribió hace casi cien años, pero en esta Isla ese adjetivo le toca a agosto, el momento más difícil del año. Después de largas semanas bajo el intenso calor del verano, las jornadas de agosto generan una irritación extendida, una tendencia al grito y a la rabia.
A eso habría que añadirle que la tortuosa burocracia oficial se vuelve aún más difícil de sortear porque numerosas entidades estatales trabajan a media máquina, muchísimos empleados de ese sector están de vacaciones y los teléfonos de las instituciones pueden sonar por horas sin que nadie responda. En este octavo mes del año se potencian la asfixia y el letargo, la desesperanza y el enojo. Frases como “mejor dejarlo para septiembre” o “no vas a poder hacer nada hasta que no pase agosto” se repiten por todos lados.
Los amantes se repelen por culpa del sudor, los ómnibus son saunas rodantes y las pocas oficinas con aire acondicionado se convierten en un feudo que los empleados defienden a capa y espada de ese “personal ajeno al lugar”, o sea los ciudadanos, que intentan entrar para recibir un servicio y de paso disfrutar de una temperatura por debajo de los 25 grados Celsius. Todo el que en un local público tiene un ventilador se siente dueño y señor de la situación, de girarlo solo para que refresque su rostro, su buró y su pequeña parcela de poder.
Ay, T. S. Eliot, qué equivocado estabas con abril, qué bien se ve que no pasaste nunca un agosto en La Habana…