Villasmil: ¿Diálogo? más bien amancebamiento
Debo confesar por decir que recibí sin sorpresas ni asombros algo que algunos esperábamos hace tiempo: la hora en que Claudio Fermín, Felipe Mujica, Timoteo Zambrano y sus colegas le dijeran al país que ya estaba bien, que cuál era el problema, que ellos sí son colaboracionistas; que se sienten más cómodos conversandito con los hermanos Rodríguez, o con el otrora educador Aristóbulo Istúriz, hasta con Jorge Arreaza, que con el presidente Guaidó, o con los dirigentes de los partidos que -suponemos- se hartaron de tener que convivir con estos seres.
Los protagonistas auto-denominados opositores de esta historia de amancebamiento político son los mismos actores secundarios o terciarios en la política criolla que participaron en la farsa del 20 de mayo de 2018, intentando legitimar una vez más la tiranía.
Podríamos preguntarnos por qué Timoteo Zambrano, cada vez que declara comienza afirmando que “él es de oposición”. Me lo imagino en una bomba de gasolina, pagándole la llenada del tanque a un asombrado bombero con algún billete de los verdes –cada quien paga como puede- y afirmándole “yo soy de oposición”, o decirle a algún mesonero de restaurant del Este de Caracas, luego de ordenar un Scotch de Grandes Ligas, “ah, joven, no se olvide, yo soy de oposición”.
Esa afirmación es tan creíble como otra de las que disparó en este último show en Miraflores, según la cual ese grupito de dirigentes de seudo-partidos modelo “cubo de Rubik” “representan a las mayorías venezolanas”. Deben ser las mismas que según Henri Falcón saldrían a votar por él y lo llevarían a Miraflores en hombros. Bueno, dirá Zambrano, Miraflores quizá no valga una misa, pero hay que entrar aunque sea como invitado y por la puerta de atrás.
Pero qué va; no son opositores por la simple razón de que hace muchos años se les olvidó qué era eso. En todo caso, en lo que respecta a la dictadura, porque lo que es a Guaidó y en general a la oposición real, la democrática, hace tiempo que se oponen, y que no suman sino que restan.
Y han hecho su jugada sin fundamentos sólidos ni edificios intelectuales que mostrar –ellos lo saben-; la base está demasiado llena de fango y desechos biológicos de todo tipo. Ellos, al parecer con mucho gusto, se han instalado en un escenario político muy malo: el vacío.
Es que son mentalmente tan liliputienses como lo son a la hora de conseguir apoyos y solidaridades ciudadanas, y en este último caso lo son tanto que la palabra minoritario les queda grande. Y puestos a ser decadentes, decidieron serlo a la manera chavista. Curiosa imagen: justo cuando muchos roedores revolucionarios se esconden o intentan lanzarse del barco socialista en pleno hundimiento, estos señores deciden subirse a él. A lo mejor quieren hacer el papel de los músicos de la orquesta en el Titanic; tocando ellos loas al colaboracionismo hasta el final. Y claro, que les paguen lo acordado antes de que todo se termine.
Supongo que gracias a su peculiar forma de hacer oposición, les tocará ahora ir en romería –recordemos que Zambrano y Fermín fueron adecos- a rendirle honores (con alguna corona adecuada para el caso) al comandante eterno. No puedo esperar a ver las fotos de tan loable acto.
Las costuras poco éticas del “Acuerdo Maduro – Colaboracionistas” se pueden ver en el hecho de que hasta Noruega afirma que fue Maduro quien se paró de la mesa de negociación; claro, necesitaba otros negociadores opositores, unos que le hicieran el juego de verdad, el de perder tiempo de discusión –para ganar tiempo real como enseñan los maestros castristas-.
Ellos probablemente piensan que no tendrán que pagar el precio del delito (a fin de cuentas tienen tiempo sin pagar nada con su propio dinero). Que vean la reacción en las redes sociales, es solo el comienzo. Si antes –en las elecciones de mayo de 2018, por ejemplo- eran vistos con desdén, hoy solo reciben desprecio. En su futuro no hay nada que no incluya el matiz siniestro y genocida de la dictadura a la que ellos sirven. La única duda que queda es qué papel le toca a cada uno en ese absurdo teatro de marionetas que es hoy Miraflores; porque se sabe que quien tira las cuerdas reside en La Habana.
¿Cuál será el siguiente paso? ¿Alguna responsabilidad ministerial en un “nuevo” gobierno al lado de las mismas figuras nefastas que han conducido por veinte años la mayor tragedia nacional y latinoamericana –y además se han enriquecido groseramente con ella-? ¿Alguna embajada en un destino donde todavía reconozcan a la tiranía? Me temo que las plazas normalmente apetecibles –Washington, Londres, París, Berlín- no están a disposición (ya la Unión Europea les lanzó una vez más las puertas en su cara, los únicos reconocidos son Juan Guaidó y la Asamblea Nacional); ¡si tan solo hubieran dado el paso algunos años antes! Un ejemplo más de que el “timing” en política es muy importante. No obstante, no nos deberíamos sorprender si un día de estos vemos a Felipe Mujica o a Claudio Fermín en guayabera presentando credenciales al heredero de la dinastía Castro, Miguel Díaz-Canel.
Y es que el acuerdo de amancebamiento político no puede ser solo sobre billetes verdes; hay muchos egos que complacer…