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Zidane, los seis meses perdidos

Llegó como una inyección de vitamina para revitalizar al triple campeón de Europa, que había perdido su rango en una temporada que debía ser de transición. Zidane volvió al cargo con mucho tiempo por delante, todavía en el curso anterior, con el fin de iniciar el renacimiento. Y las decisiones tomadas a lo largo de medio año, dentro y fuera del campohan sembrado la preocupación en el Real Madrid.

La cronología de los hechos produce incertidumbre. Se le concedió potestad para crear la plantilla, decidir las bajas e intentar conseguir los fichajes que deseaba. Sus posiciones comenzaron a extrañar. No quería Marcos Llorente, a Reguilón, a Ceballos, a James y a Bale. Pedía el fichaje de Pogba. El Real Madrid traspasó al sobrino de Gento, pero cedió a Ceballos y a Reguilón. No deseaba perderlos. En agosto, el club dialogó con Zinedine para quedarse con Bale y James, pues las ofertas de traspaso no eran buenas. Hoy, los mejores jugadores del Real Madrid son ellos dos, junto a Benzema. Realidad que provoca más incógnitas, pues desvela que los descartes no eran futbolísiticos, sino de relación personal. Y la mala andadura del equipo remata una situación tensa, pues se analiza que Zidane no ha encontrado el camino.

Este Real Madrid no está trabajado. No hay movimientos defensivos automáticos ante cada situación de pérdida de balón o ataque del rival. Se nota en las reacciones tardías ante el ataque del contrario o ante un mero saque de banda del adversario. Y las malas decisiones tácticas acaban por pintar un cuadro en penumbra. Zizou se equivocó frente al Valladolid al dejar al Real Madrid sin centrocampistas y en París repitió el error.

Zidane tiene que cambiar muchas cosas. Atreverse a quitar a varios consagrados cuando las cosas no salen. No puede dirigir un segundo año de transición. Será duro quitar a hombres que ganaron la gloría con él, pero no puede vivir del pasado porque ni el club ni los aficionados admitirán un proceso lento. La intensidad que reclama en sus hombres debe exigirla y, si no la hay, ha de sentar a los futbolistas que no la aplican en el césped. O le sentarán a él.

 

 

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