Max Hollein: «El arte refleja la transformación de la sociedad y la perseverancia humana»
Entrevista con el director del Metropolitan Museum de Nueva York, que celebra ciento cincuenta años, pero cerrado por confinamiento.
La escalinata del Metropolitan Museum es siempre un hormigueo de turistas. Los grupos de adolescentes llegados desde algún colegio del Medio Oeste se sientan en la piedra a mirar sus móviles, los artistas callejeros sudan una propina y en los carritos de comida se dan vueltas a pinchos morunos y se enfundan en bollos de miga perritos plasticosos, el peor de los clásicos gastronómicos de Nueva York.
Hace semanas que nadie aprieta los muslos para subir los peldaños y entrar en el vestíbulo majestuoso del museo más visitado de la ciudad. Tampoco la semana pasada, cuando el Met debía haberse puesto de gala para celebrar su 150 aniversario. El tsunami del coronavirus se lo ha llevado todo por delante y ha dejado a una ciudad irreconocible. Delante del Met, la Quinta Avenida baja sin tráfico. Las hordas de visitantes se han esfumado. Solo se escucha la sirena lejana o cercana de las ambulancias. En la misma acera del Met, apenas quince bloques más al Norte, está la entrada al hospital de campaña que se ha levantado para aliviar los pacientes que no puede acoger el Mount Sinai.
Con cerca de quince mil muertos en Nueva York, que un museo se quede sin cumpleaños, que tampoco se pueda ir al MoMA, al Guggenheim o al Whitney, que no haya ópera ni jazz, ni comedia en el Village, ni punk en Bushwick, ni electrónica en un almacén de Gowanus, parece una preocupación fútil.
Pero si Nueva York tiene un lugar en el mundo es por ser motor cultural. El paréntesis que ha supuesto el coronavirus -con toda actividad cerrada al menos hasta el 15 de mayo- es una prueba para la ciudad.
Y, dentro del Met, es un examen con el que no contaba Max Hollein (Viena, 1969), su director. Se convirtió en la décima persona en ostentar el cargo en siglo y medio, y desembarcó con la idea de refrescar la institución, con un mayor diálogo con el arte contemporáneo y con la inclusión de narrativas distintas al canon artístico. Su gran carta de presentación es la exposición «Making the Met», en cuya inauguración se cruzó la epidemia.
Hollein atiende a este periódico en un momento clave para la historia del museo, al timón de un trasatlántico del arte que navega las aguas inciertas de una crisis de profundidad y duración inciertas. Recuerda que el museo se fundó sin tener una sola pieza de arte ni un edificio donde ponerla; que, en la Primera Guerra Mundial, un comisario del departamento de Armas y Armaduras diseñó un casco para los soldados estadounidenses; que en la Segunda Guerra Mundial no se cerró, pero había un plan para trasladar los objetos más valiosos y frágiles si empezaban a a caer las bombas sobre Nueva York; que tras el 11-S lo primero fue una exposición en homenaje a los bomberos de la ciudad; y que ahora esta crisis se pasará: «El Met es una institución fuerte y resistiremos».
—¿Cómo celebrar una fecha tan señalada para el museo en medio de esta tragedia?
—Ante la actual situación, no estamos centrados en el aniversario, sino en lo que podemos hacer por la ciudad de Nueva York y la comunidad global con nuestra programación «online» y en redes sociales. Las celebraciones, que estaban previstas para el pasado lunes y para junio, se trasladan al otoño, tan pronto como sea el momento adecuado.
—Había mucha expectación por «Making the Met». ¿Cuándo se celebrará?
—La exposición del aniversario estaba casi instalada cuando cerramos. Se inaugurará cuando se reabra el museo y durará hasta enero de 2021. El contenido no cambiará, pero, por supuesto, encontrará nuevos significados. Es una muestra que encaja a la perfección en este momento, ya que retrata la historia del Met desde su fundación y muestra cómo el museo ha sobrevivido a momentos de incertidumbre y ha demostrado fortaleza.
—La retrospectiva de Gerhard Richter solo estuvo abierta unos días. ¿Se volverá a programar? ¿Hay otras exposiciones en peligro?
—Esperamos que la exposición de Richter esté un tiempo breve tras la reapertura, pero no está confirmado. En cuanto a la programación, estamos en medio de un proceso complejo de cambios de calendario para exposiciones y eventos, lo que afecta en cascada a nuestra planificación para los próximos años, al igual que le está pasando a otras instituciones.
—Cerca del museo hay ahora instalado un hospital de campaña en pleno Central Park. A la luz de la epidemia, ¿es el papel de un museo menos relevante o todavía más necesario para la sociedad?
—Hemos pensado con mucho cuidado en el papel del Met en un momento como este, y en el mundo que nos encontraremos cuando esta crisis dolorosa se acabe. En el arte vemos las sociedades transformadas por lo que ocurre en el mundo y cómo la humanidad ha perseverado. Esas manifestaciones de esperanza e inspiración son especialmente poderosas hoy, y creo que lo serán todavía más cuando aparezcamos en un mundo inevitablemente alterado. El Met tendrá más acogida que nunca cuando esta crisis acabe.
—¿Cuál será el impacto económico de la epidemia en el Met?
—El cierre temporal del museo, que creemos que durará al menos hasta julio, afecta a casi toda nuestra programación y nuestros planes, y el impacto a largo plazo se sentirá también de muchas formas. Nuestra actual previsión es que tenga un coste de 100 millones de dólares, 60 millones solo hasta finales de junio. No hay ingresos por entradas, ventas en las tiendas y restaurantes, no hay eventos y nuestros esfuerzos de captación de fondos se han trastocado.
—¿Cómo será la experiencia para el visitante en el museo cuando reabra?
—Cuando lo hagamos será sin duda en circunstancias diferentes. Asimismo, somos conscientes de que el número de visitantes estará muy reducido durante mucho tiempo. Habrá también una restricción sobre cuánta gente puede entrar al Met. Además, normalmente más del 30 por ciento de nuestros visitantes son extranjeros, y el turismo global se recuperará con lentitud en los próximos meses. Tendremos un público con una composición diferente. Eso puede significar también un cambio en nuestra programación, con más énfasis en la colección y menos en exposiciones con préstamos caros. Tendremos que ser ágiles y creativos, pensando en qué experiencias interesantes podemos ofrecer a nuestros visitantes locales desde nuestra colección.
En el MFA de Boston, otro 150 cumpleaños desolador
Cuatro horas al Norte de Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Boston (MFA, en sus siglas en inglés) pudo celebrar por los pelos su 150 aniversario. Fue a principios de febrero, cuando la epidemia ya había llegado a EE.UU. (el primer caso detectado fue el 20 de enero), pero nadie esperaba que paralizara al país pocas semanas después.
El MFA y el Met son un capítulo más de la rivalidad entre Boston y Nueva York, la misma que mantuvieron en la construcción de su primera línea de metro (ganó Boston) o que todavía se vive con ferocidad entre sus dos principales equipos de béisbol, los Red Sox y los Yankees.
El MFA se fundó un par de meses antes que el Met, pero con el mismo objetivo: dignificar la pujanza de una potencia económica y militar emergente, pero que era un erial artístico. Las familias de los nuevos imperios industriales de ambas ciudades volvían de sus viajes a Europa cargadas con arte para cubrir ese vacío. Y con la ambición de superar al rival. La competencia la ganó el Met, el gran museo de la capital financiera y cultural del mundo, pero el MFA ha permanecido como una institución poderosa, con la segunda mayor colección artística del país.
Aunque el epicentro del coronavirus en EE.UU. está en Nueva York, el MFA ha sido también víctima del confinamiento que afecta a la mayoría del país. En el año de su 150 aniversario, ha tenido que dar la baja temporal a casi la mitad de sus 750 empleados desde principios de abril hasta finales de junio y estima que sufrirá pérdidas de 14 millones de dólares este año.