Democracia y Política

¿Qué hacer con Trump?; por Rafael Rojas

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En los meses anteriores al primer debate entre candidatos republicanos a las elecciones primarias, el pasado jueves, en Cleveland, los operadores de ese partido, en Washington, intentaron desmarcarse de las posiciones del magnate Donald Trump. Pensaban que no convenía al partido suscribir las posturas racistas y sexistas del empresario porque podría enajenarles buena parte del voto femenino e hispano, que se iría a la candidatura de Hillary Clinton, ya posicionada con ventaja entre esas comunidades.

El repunte de Trump en las encuestas antes y después del debate está produciendo un reacomodo de los republicanos. Durante la discusión programada por Fox News, varios candidatos, como Scott Walker, Marco Rubio y Ted Cruz, se alinearon visiblemente con el agresivo talante de Trump en materia migratoria. No fue el vínculo con Cuba, como hubieran querido los candidatos cubanoamericanos, sino con México, el que acaparó la mayor parte del debate y Trump, definitivamente, marcó la pauta.

Con mayor o menor énfasis, esos candidatos suscribieron la campaña jingoísta de Trump, basada en la amenaza que, según él, representa el aumento de la inmigración ilegal de México y Centroamérica para el “american way of life”. Una inmigración que Trump asume como delincuencial y, por tanto, como presencia negativa no sólo para el orden jurídico y moral de Estados Unidos sino también para el económico y el político, ya que obliga al gobierno a cubrir los costos que genera una población indeseada.

El jingoísmo de Trump, caricatura de las tesis de Samuel P. Huntington y otros teóricos conservadores, que en los últimos años han sostenido que la “civilización americana” está decayendo por el ascenso de la comunidad hispana, marcó el tono del debate de principio a fin y la mayoría de los candidatos republicanos nadó en favor de la corriente. Sólo Jeb Bush, casado con mexicana, logró hacer levemente la diferencia con un plan de migración más sofisticado, que rechaza las deportaciones masivas pero que coincide en el reforzamiento fronterizo por medio de la construcción de un muro y la eliminación de las llamadas “ciudades santuario”.

Lo que sucedió en el debate del jueves fue lo contrario de lo que habían intentado los operadores republicanos en Washington, desde que el magnate de Nueva York anunció su candidatura: casi todos los candidatos se plegaron a Trump y reforzaron la centralidad del tema migratorio en la campaña presidencial. Es muy temprano para confirmar tendencias, pero si ésa será la tónica de la campaña republicana es muy probable que la comunidad hispana renueve el pacto que hizo con los demócratas durante la segunda reelección de Barack Obama.

Al dejar abierta la posibilidad de presentarse como candidato independiente, en caso de no ser nominado, e, incluso, de no brindarle su apoyo a quien resulte electo en las primarias, Trump plantea un desafío a los republicanos, que éstos, evidentemente, intentan enfrentar secundando su retórica. A medida que esa manera de lidiar con Trump reste intención de voto a los republicanos, el partido deberá imaginar la forma de mantener al empresario dentro de la campaña, moderando su discurso.

Como quiera que se vea, no hay fácil solución para el dilema que Donald Trump introduce en las elecciones presidenciales de 2016. Paul Krugman lo decía con claridad, ayer, en el New York Times: es como si Trump estuviera obligando a los republicanos a escoger entre la falta de seriedad y la derrota anunciada. No parece haber manera de disputarle la presidencia a Hillary Clinton o a cualquier otro candidato demócrata sin pasar por esa fábrica de estereotipos y prejuicios que es el conservadurismo norteamericano.

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