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Villasmil – Traidores: Algunos rasgos definitorios

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Cualquier lector criollo entenderá perfectamente de quiénes hacemos referencia cuando usamos la palabra “traidores”. En estos días, luego de los últimos atropellos de la dictadura con la burda elección de un nuevo CNE y el secuestro de los partidos AD y Primero Justicia, y ante la desastrosa cuarentena chavista – hasta en la pandemia y sus accidentes el chavismo se las ha arreglado para no hacer lo que los países más o menos serios ¿Nueva Zelanda? ¿Uruguay? ¿Costa Rica? ¿Noruega? han hecho con éxito – quiero imaginarme a cada venezolano encerrado en su casa, en plena carestía económica y sanitaria, tratando de entretenerse con un “bull’s eye” (diana), como los que hay en algunos pubs británicos, en cuyo centro se encuentra, llena de hoyos, la foto del traidor más cercano a sus arrecheras, sobre los que se disparan los dardos con creciente puntería. ¿Dónde escoger la foto? ¿Qué tal entre los miembros de la “mesita de diálogo”?

Traición es una palabra y un acto muy duros. En la historia, hay ejemplos país por país, no creo que haya excepciones. Los ingleses tienen a Guy Fawkes, quien intentó asesinar al rey Jacobo I de Inglaterra (y VI de Escocia); fracasó y fue condenado por traición, siendo ahorcado, arrastrado y descuartizado. Hace unos años fue recordado en la película “V de venganza” (la máscara que aparece intenta semejar el rostro de Fawkes); si en Venezuela se realiza anualmente la quema de Judas, en el Reino Unido se celebra la Noche de Guy Fawkes; se queman efigies del traidor y se lanzan fuegos pirotécnicos.

 

La máscara de Guy Fawkes en la película «V de venganza»

 

¿Otros traidores famosos? Efialtes, de Tesalia (ya sé que de entrada no suena mucho, pero si recuerdan la película “Los 300 héroes”, él es el traidor que ayuda a los persas a derrotar a Leonidas y sus 300 espartanos).

Obviamente ha habido quienes han sido injustamente acusados de traición, como el oficial francés Alfred Dreyfus, escándalo producido por una sentencia judicial marcadamente antisemita, y que dividió a la sociedad francesa a finales del siglo XIX y comienzos del XX. Producirá el famoso “Yo acuso” (J’accuse), un artículo de Émile Zola de 1898, y que provocó una sucesión de crisis políticas y sociales en Francia.

 

 

Alfred Dreyfus

 

Para Maquiavelo la traición es el único acto injustificable; ¿será acaso Judas y sus 30 monedas de plata, el traidor más recordado en la historia?

Claramente hay muchas formas de traicionar. Las que más se mencionan –no existirían las telenovelas sin ellas – son la infidelidad amorosa, o la amistad o lealtad fingidas, la traición en los negocios e incluso en las familias. Por supuesto que la política es terreno endémico para la traición. En nota reciente afirmábamos que no hay traición sin confianza traicionada, lo que produce una grave pérdida emocional en la persona o personas afectadas.

Hay traiciones por activa –realización de una acción concreta-, o por pasiva –se promete hacer algo y no se cumple-. ¿Qué lleva a traicionar? ¿La ambición? ¿La envidia? ¿Una errada, confundida o descaminada idea de lo que es correcto y justo? En política, siempre hay justificaciones de todo tipo, el asunto es quién las va a creer. Conviene ver siempre quién o quiénes se benefician con la traición para que las argumentaciones más elaboradas y adornadas se derrumben totalmente. Luego, inevitablemente, la posteridad emite su juicio. Ya lo dijo, como siempre con acierto, William Shakespeare, en una de sus últimas tragedias, “Cimbelino”:

 

“Though those that are betray’d

Do feel the treason sharply,

Yet the traitor stands in worse case of woe”

 

(«Aunque los que son traicionados

Sienten enormemente la traición,

La desgracia del traidor, sin embargo, es mucho peor”).

 

 

 

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Volviendo a los actuales traidores locales (como decíamos, destacan los participantes en ese despropósito llamado “mesita de diálogo”), estos poseen algunos rasgos definitorios que pasamos a describir sucintamente:

Su trayectoria desnuda un progresivo abandono de toda norma ética o moral, del modo de vida propio de una persona defensora de la libertad y los derechos humanos. Hace tiempo que se les olvidó cómo disentir de la tiranía; apoyarla, se ha convertido desde hace años en la plenitud del ámbito de su existencia.

Al traicionar, han renunciado a su libertad personal, la de un demócrata, para convertirse en siervos-peones de ajedrez jugando del lado de la tiranía. Al final, meros colaboradores de la entropía chavista.

Sus progresos son testimonio de sus crímenes: su traición conlleva beneficios materiales, ya que ¿tienen acaso la posibilidad de explicar convincentemente cómo viven en medio de la gravísima crisis económica que sufren los venezolanos? ¿Cómo justifican un tren de vida que les permite realizar viajes al exterior, comer en restaurantes de lujo o incluso participar en eventos electorales, como las ilegales elecciones de 2018?

Sus organizaciones políticas son simples cascarones sin representación social real. En algunos casos, ellos han obrado activamente, durante años, para dividir o impedir la reunificación de la familia política a la que pertenecen.

Su lenguaje expresa una creciente incapacidad de diferenciar el bien del mal, la verdad y la mentira; las razones que dan para no enfrentar al régimen son las mismas que usan para enfrentar a la Asamblea Nacional y los líderes opositores: siempre abiertos al diálogo con el Gobierno ilegítimo, jamás con el Gobierno legítimo de la AN.

Son manipuladores a la hora de analizar la realidad pasada o la presente: para ellos, palabras como negociación o derechos humanos tienen un significado complaciente con el chavismo; en sus discursos y escritos buscan minimizar, ocultar o incluso justificar las faltas del régimen.

Su interpretación de lo legal y constitucional es interesada y parcial: se recurre a lo jurídico cuando conviene a sus argumentos del momento, pero cuando no les es favorable, se deja a un lado. La Constitución es válida a la hora de argumentar a favor del régimen, pero es interesadamente olvidada si la dictadura hace convocatorias electorales ilegales, realizadas por organismos ilegales.

-Psicológicamente, es frecuente encontrar rasgos narcisistas en estos traidores: no solo sobrestiman sus propias facultades, se complacen en ellas, y desprecian por ende a quienes son blanco de sus ambiciones o envidias. Cuando enfrentan dificultades para el logro de sus objetivos, son presa fácil de la ansiedad, que manejan ineficientemente, y de una obsesión que se convierte en una idea fija: cómo reprimir una baja autoestima, producto de toda clase de tensiones internas que no pueden superar.

Es que todo traidor, en el fondo, sabe que lo es, y conoce –y le enferma- su poca valía.

-Son capaces de cualquier acción con el fin de triunfar –según su particular interpretación de esto último-. En ese empeño se les puede ver hoy, convertidos en tristes hologramas de las sombras de Nicolás Maduro y José Luis Rodríguez Zapatero.

 

 

 

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