Democracia y Política

Lea el prólogo de Plinio Apuleyo Mendoza a ‘La conspiración de los 12 golpes’, de Thays Peñalver

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La conspiración de los 12 golpes es el nuevo libro de  Thays Peñalver, editado por La hoja del norte. Es un recorrido por la vida política de Hugo Chávez Frías desde sus años en la Academia Militar. A continuación presentamos el prólogo escrito por Plinio Apuleyo Mendoza, cedido gentilmente por la editorial para los lectores de Prodavinci.

Rara vez he encontrado en nuestro ámbito continental una periodista capaz de cumplir la tarea que Thays Peñalver se ha propuesto en este libro: seguir paso a paso la vida de un personaje como Hugo Chávez, quebrando los mitos creados en torno a su figura para mostrarnos la cruda realidad de su trayectoria. Todo esto lo hace sin furia ni pasión, más bien con la fría y delicada precisión de quien maneja un escalpelo.

¿Cuál es la conspiración de los doce golpes que anuncia el título de la obra? No es, como podría uno suponerlo a primera vista, doce golpes de estado promovidos por Chávez para cumplir con los propósitos revolucionarios que tenía desde antes de ingresar a las Fuerzas Armadas. Tal es una de las leyendas que él mismo ha tejido y que incluso ha sido aceptada por sus propios adversarios. Pero no es así; lo demuestra Thays Peñalver cuando examina, una tras otra, a lo largo de los años, las amenazas conspirativas que se urdieron en el establecimiento militar contra los sucesivos regímenes democráticos que ocuparon el poder desde la caída de Pérez Jiménez. La paradoja que uno descubre leyendo estas páginas es que tales golpes no estuvieron a cargo solo de oficiales influidos por Castro y el marxismo. Había conspiradores de extrema izquierda y de izquierda nacionalista, como también de un generalato o de militares de derecha que solo buscaban repartirse los beneficios del poder. Su unión en el proyecto de golpe era provisoria y no excluía más tarde feroces retaliaciones.

Para explicar este fenómeno de las reiteradas amenazas conspirativas sufridas siempre por la democracia y también la dura realidad de las dictaduras militares que aparecen en la historia de Venezuela, Thays inicia el libro con un minucioso y detenido estudio de lo que ocurrió en sus primeros tiempos con la Armada y con la Aviación, descuidadas hasta el punto de dejar al país desprotegido mientras sus altos mandos se repartían buena parte de los recursos destinados para mejorar sus dotaciones. “Las Fuerzas Armadas escribe Thays en general representaban a una nación cuyo presupuesto se gastaba en ellos [sus comandantes], mientras que el 80% de la población no sabía leer ni escribir”.

Quienes amamos y conocemos bien a este país, sabemos lo dura y heroica que ha sido la lucha por la democracia cada vez que esta ha sido amenazada. Lo vemos hoy. Cárcel o exilio, para no hablar de los riesgos de muerte, constituyen el duro precio que deben pagar quienes afrontan tal combate. El llamado Socialismo del Siglo XXI, con todos sus sueños y promesas, ha sido derrotado por la realidad. Nunca Venezuela ha conocido un desastre tan grande y terrible como el producido por este desvarío, triste resurrección en nuestro continente del comunismo y del castrismo, con las argucias engañosas de un populismo asistencial. Detrás está el mito que tras la muerte de Hugo Chávez se propone, con sacramental respeto, recordarlo como un segundo Bolívar. Era necesario que una detenida investigación, como la que recorre las páginas de este libro, nos mostrara con una fría objetividad su real perfil biográfico, sin pisar los linderos de la leyenda.

Ningún rasgo de tal leyenda lo pasa por alto este libro. Por ejemplo: siempre se ha dicho que Chávez, catequizado desde muy joven por dos devotos del marxismo –su hermano Adán y José Esteban Ruiz, su profesor en Barinas–, había conseguido entrar en la Academia Militar gracias a sus méritos deportivos para cumplir tareas políticas clandestinas. Sin embargo, cuando uno se sumerge en las páginas de este libro, encuentra que su pasión por el béisbol y sus dotes de pítcher no les consta a ninguno de sus compañeros de entonces. Lo recuerdan más bien como un muchacho aficionado al arpa, al cuatro y las maracas.

No tenía tampoco una verdadera vocación militar ni se distinguió en los batallones a los cuales fue asignado. Su propia abuela le decía “Usted no sirve pa’ eso”. “Jamás había comandado realmente fuerza militar importante –escribe Thays–. No se había destacado por nada”. Expulsado del pelotón donde debía prestar reales servicios militares, su carrera como capitán podría reducirse a tareas de bombero, cocinero, oficial de personal, presentador de espectáculos folclóricos, profesor de historia, jefe de cultura y artes plásticas. Jamás se vio sujeto a disparar un arma, ni comandar una escuadra.

Tampoco es cierto que desde su ingreso a la carrera militar, como se ha dicho, haya adelantado labores de adoctrinamiento ideológico para propagar entre los oficiales su credo marxista, a fin de llegar al poder por la vía insurreccional y abrirle paso a la revolución bolivariana. Como bien lo recuerda Thays Peñalver, todos sus compañeros, en diferentes entrevistas, coinciden en manifestar que Hugo no era realmente importante dentro del movimiento conspirativo y lo que producía más bien era miedo de que no respondiera a las expectativas ni a las tareas encomendadas. De modo que siempre le sacaban el cuerpo.

La única vez en que las circunstancias le asignaron un papel decisivo para tomarse el Palacio de Miraflores fue el cuatro de febrero de 1992, cuando Carlos Andrés Pérez estuvo a punto de ser derrocado. El golpe, leemos en este libro, había obtenido un rotundo éxito a nivel nacional, pero el único de los comandantes que falló fue Hugo Chávez. Se hallaba a solo 700 metros del palacio, en el Museo Militar, pero se limitó a presenciar con binóculos todo lo que estaba ocurriendo en aquellos parajes sin atreverse a enviar sus tropas al combate. Sin duda, en ello jugó su escasa experiencia militar.

Fue el primer comandante en rendirse y ello de mucho le serviría, pues para no verse implicados en el frustrado golpe, los generales decidieron presentarlo como el jefe supremo de aquella frustrada insurrección. Una vez capturado, Chávez no tuvo inconveniente en asumir gloriosamente tal papel. Lo demostró ante las cámaras de televisión cuando declaró: “Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital”. Su “por ahora” pasó a la historia.

Las últimas páginas de este libro nos revelan la pasmosa conversión del irrelevante militar en el personaje que astutamente, con la bandera de una revolución bolivariana y el total apoyo de Fidel Castro, llegaría al poder para nunca dejarlo hasta morir.

La conspiración de los doce golpes es un libro destinado a convertirse en una pieza esencial para comprender el origen de un desastre llamado Socialismo del Siglo XXI.

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