A pesar de los pesares que no son pocos en nuestro entorno nacional de crisis larga, ancha y profunda, creo en el camino constitucional, no por atribuirle a nuestra ley fundamental una perfección que no le es propia, sino por la convicción de que bien cumplida, puede servir de marco razonable para todos, con nuestras diferencias, en la búsqueda de soluciones a problemas que son graves y grandes.
Cada vez que nos apartamos de la Constitución y que el grupo en el poder lo haga casi como un tic nervioso no excusa que otros actores caigan en esa tentación, las cosas se complican más y por lo mismo nos alejamos de la posibilidad de dar con soluciones prácticas con base en sus valores, tan bien explicitados en el artículo 2 “la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Insisto e insistiré siempre en esa ruta. El precio de ser tildado de ingenuo lo pago sin dudar y a quienes usan tal saeta, les pido reflexionar si tienen alguna opción “avispada” a mano. Reflexión en silencio, claro, pues no aspiro a una pública confesión de irresponsabilidad, sino a una rectificación.
Toda maniobra contra la credibilidad del camino constitucional, es maquinación al servicio de la prolongación de la crisis e inoculación del veneno de la violencia. Todo abuso contribuye a aumentar la presión que sufren los venezolanos y ya sabemos lo que pasa con la presión acumulada y contenida.
El Revocatorio
Ante la decisión socarrona de la mayoría del CNE, los promotores del referéndum revocatorio presidencial han optado por la paciente madurez. No caen en la trampa de convocar a la ciudadanía a un imposible, usan el recurso administrativo de solicitar la rectificación del acto y anuncian una eventual querella judicial. Si el poder cree que ha “despachado” el tema, se equivoca. Lo que está logrando es aumentar el costo para su imagen, confirmando así las bases de su mala reputación internacional, con nocivo impacto en las sanciones, las inversiones y el crédito internacional de Venezuela.
Siendo el RR un camino democrático, pacífico, constitucional y electoral, no he estado seguro de su pertinencia en las actuales circunstancias venezolanas. No porque Maduro no merezca ser revocado, sino por asignaturas pendientes de parte de la alternativa democrática que necesita aprobar antes de presentar su trabajo final para graduarse de gobierno de esta república maltrecha y querida.
Lo anterior no impide destacar que lo que se intenta no es sedicioso, sino cumplir con la pauta del artículo 6 constitucional acerca de nuestro gobierno en cuanto a “mandatos revocables”. Ese derecho es explícito en el 70 y el 72. La posibilidad de revocación del mandato presidencial está en el 233.
Lo que se está cometiendo es un abuso descarado que declaraciones jaquetonas de valentones de opereta, agravan. Daño a la Constitución y por lo mismo, daño al país.
¿Qué hacer?
Este episodio no será el último y tampoco el decisivo. En condiciones muy adversas, la oposición tiene el deber de presentar y demostrar la viabilidad de su alternativa con un compromiso basado en estrategia acordada y adelantada sinceramente; agenda que ponga en el centro las angustias y esperanzas de la mujer y el hombre venezolanos; mecanismos de toma de decisiones confiables y convocantes; prácticas internas consistentes con lo que se predica hacia afuera: democracia y transparencia.