Soy una mediadora de conflictos. Esta es una forma de salir de la crisis de Ucrania
En lugar de aumentar las amenazas, los países occidentales deberían ofrecer a Vladimir Putin una escalera para bajar
La narrativa occidental actual sobre la crisis de Ucrania es que Rusia es una potencia maquiavélica con una agenda expansionista. Esa visión está dando forma a nuestra respuesta: estamos igualando la agresión de Vladimir Putin, enfrentando fuerza con fuerza y amenazas con amenazas. Pero, ¿qué pasaría si tratáramos de entrar en la mente del enemigo y nos preguntáramos qué es lo que motiva la agresión? Al hacerlo, ¿podríamos romper este ciclo – y ofrecer a Putin una salida, también?
Cuando la URSS desplegó misiles balísticos en Cuba en la década de 1960, su proximidad a Estados Unidos estuvo a punto de desencadenar una tercera guerra mundial. Hoy en día, sentado en Moscú, ¿ve Putin el hecho de estar rodeado por la OTAN como una amenaza equivalente? Después de todo, una de sus principales exigencias es que la OTAN frene su expansión cerca de la frontera rusa y que Ucrania no se una a ella. Rusia afirma que Estados Unidos dijo en repetidas ocasiones a los líderes soviéticos que incorporaría a Rusia a un marco de seguridad europeo cooperativo. En la práctica, la OTAN surgió como un marco de seguridad dominado por Estados Unidos, con unos 75.000 soldados estadounidenses todavía en suelo europeo. Las grandes potencias siempre tratan con recelo y hostilidad la presencia de grandes potencias rivales en sus fronteras.
Putin siempre ha estado amargado por el colapso de la Unión Soviética. Esperó su momento, y en 2014 Rusia se apoderó de Crimea y envió tropas a la región ucraniana de Donbás, mayoritariamente rusófona, para apoyar al movimiento separatista.
La Rusia de hoy no es una democracia liberal benigna y el presidente Putin tiene una mentalidad de inteligencia, prefiriendo jugar póker, no ajedrez. Está dispuesto a amenazar con la guerra, crear el caos y difundir información errónea para hacer retroceder a la OTAN de las fronteras rusas. Utilizando la diplomacia coercitiva, ha acumulado más de 130.000 soldados en la frontera oriental de Ucrania, una amenaza continua para su soberanía.
Sin embargo, por muy provocador que sea el comportamiento de Rusia, los gobiernos occidentales tienen la responsabilidad de no intensificar la amenaza de guerra. Las consecuencias de un enfrentamiento directo entre Estados Unidos y Rusia en Ucrania serían catastróficas para todas las partes. Una guerra convencional a gran escala podría derivar en una guerra nuclear. Incluso una guerra limitada crearía una ruinosa crisis económica mundial que podría destruir en un futuro previsible cualquier posibilidad de acción seria contra el cambio climático.
He trabajado en la resolución de conflictos durante los últimos 20 años y he visto los peligros de tropezar con las guerras, sin poder detenerlas ni dar marcha atrás. La venta de armas a un país puede parecer un acto principista en apoyo de un aliado, pero ello suele llevar cada vez más al atolladero del conflicto. Estados Unidos y el Reino Unido han instigado y participado en cuatro guerras fallidas este siglo, pero parece que no hemos aprendido las lecciones.
Hay quienes argumentan que el envío de apoyo militar a Ucrania fortalece la postura de la OTAN en la mesa de negociaciones. Sin embargo, este enfoque conlleva peligros: el uso de la disuasión podría ser precisamente lo que intensifique la escalada.
Washington y Londres se han comprometido a aumentar la ayuda militar ofensiva a Ucrania y han anunciado entregas de armas, munición y armas antitanque. El Reino Unido está tratando de ponerse a la cabeza de los esfuerzos occidentales para prevenir lo que el primer ministro, Boris Johnson, ha llamado el riesgo de una «guerra relámpago» en el este de Europa.
Alemania se ha mostrado mucho más escéptica y ha bloqueado la transferencia de armas de fabricación alemana de los países bálticos a Ucrania. Hace tiempo que se opone al envío de armas a zonas de conflicto activo. Alemania ha declarado que está dispuesta a mantener un diálogo serio con Rusia para desactivar la peligrosa situación, argumentando que la diplomacia es la única vía viable.
Independientemente de lo que piensen los gobiernos occidentales sobre el comportamiento de Moscú, desescalar el conflicto y dar a Moscú una escalera por la que bajar redunda en interés de todos. No debemos subestimar el vínculo entre la humillación y la agresión. Putin es un hombre muy orgulloso, y una política inteligente por parte de los gobiernos occidentales debería ofrecer gestos para guardar las apariencias si nos tomamos en serio lo de evitar la guerra.
Según Anatol Lieven, académico y especialista en Ucrania, esta es «la crisis más peligrosa del mundo actual; también es, en principio, la más fácil de resolver». Existe una solución, elaborada por Francia, Alemania, Rusia y Ucrania en 2015, que pasa por la aplicación del acuerdo de Minsk II. Este ofrece la desmilitarización, el restablecimiento de la soberanía ucraniana, incluido el control de la frontera con Rusia, y la plena autonomía de la región de Donbás. La principal objeción de Kiev es que la autonomía del Donbás impediría a Ucrania entrar en la OTAN y en la UE.
Una forma de evitarlo sería que la OTAN declarara a Ucrania como país neutral y decretara que no se unirá a la OTAN durante al menos una década. En la práctica, la adhesión de Ucrania a la UE está descartada durante al menos una generación debido a la corrupción, la disfunción política y la falta de progreso económico de Ucrania.
Las conversaciones entre Putin y el presidente de Francia, Macron, tuvieron esta semana un tono más conciliador. Macron dijo: «No hay seguridad para los europeos si no hay seguridad para Rusia». Se necesita un foro permanente en el que Rusia sea bienvenida para reexaminar el sistema de seguridad de la posguerra fría en Europa. Este enfoque de cuestiones como el despliegue de misiles, el control de armas y la transparencia en torno a los ejercicios militares podría aliviar este conflicto. Este diálogo podría crear un clima de cooperación en materia de seguridad con Rusia.
Gabrielle Rifkind es especialista en resolución de conflictos y directora de Oxford Process
Traducción: Marcos Villasmil
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NOTA ORIGINAL
The Guardian
I’m a conflict mediator. This is a way out of the Ukraine crisis
Instead of ramping up the threats, western nations should be offering Vladimir Putin a ladder to climb down
The current western narrative on the Ukraine crisis is that Russia is a machiavellian power with an expansionist agenda. That view is shaping our response: we are matching Vladimir Putin’s aggression, meeting strength with strength and threats with threats. But what if we tried to get inside the mind of the enemy, and ask what was motivating the aggression? By doing so, could we break this cycle – and offer Putin a way out, too?
When the USSR deployed ballistic missiles to Cuba in the 1960s, their proximity to the US nearly unleashed a third world war. Sitting in Moscow today, does Putin see being encircled by Nato as an equivalent threat? After all, one of his core demands is that Nato curbs its expansion close to the Russian border, and that Ukraine must not join. Russia claims that the US repeatedly told Soviet leaders it would incorporate Russia into a cooperative European security framework. In practice, Nato emerged as a US-dominated security frame with about 75,000 US troops still on European soil. Great powers always treat with suspicion and hostility the presence of rival great powers on their borders.
Putin was always bitter about the collapse of the Soviet Union. He bided his time, and in 2014 Russia seized Crimea and sent troops into Ukraine’s mostly Russian-speaking Donbas region to support the separatist movement.
Russia today is no benign liberal democracy and President Putin has an intelligence mindset, playing poker, not chess. He is prepared to threaten war, create chaos and spread misinformation to push back Nato from Russia’s borders. Using coercive diplomacy, he has amassed more than 130,000 troops on the eastern border of Ukraine, a continued threat to its sovereignty.
Yet however provocative Russia’s behaviour, western governments have a responsibility not to escalate the threat of war. The consequences of a direct US-Russian confrontation in Ukraine would be catastrophic on all sides. A full-scale conventional war could escalate into nuclear war. Even a limited war would create a ruinous global economic crisis that could destroy for the foreseeable future any chance of serious action against climate change.
I have worked in conflict resolution for the past 20 years and seen the dangers of stumbling into wars, unable to stop or turn back. Selling weapons to a country may look like a principled act in support of an ally but it usually takes them deeper and deeper into the quagmire of conflict. The US and the UK have instigated and been involved in four failed wars this century, but we seem to have failed to have learned the lessons.
There are those who argue that sending military support to Ukraine strengthens Nato’s hand at the negotiating table. Yet there are inherent dangers in this approach – the use of deterrence could be the very thing that escalates the situation.
Washington and London have pledged to increase offensive military aid to Ukraine and have announced arms deliveries, ammunition and anti-tank weapons. The UK is seeking to put itself at the forefront of western efforts to forestall what the prime minister, Boris Johnson, has called the risk of a “lightning war” in eastern Europe.
Germany has been much more sceptical, blocking the transfer of German-made weapons from Baltic states to Ukraine. It has long argued against sending weapons to active conflict zones. Germany has declared that it is prepared to have a serious dialogue with Russia to defuse the highly dangerous situation, arguing that diplomacy is the only viable way.
Whatever western governments feel about Moscow’s behaviour, de-escalating the conflict and giving Moscow a ladder to climb down is in everyone’s interest. We should not underestimate the link between humiliation and aggression. Putin is a very proud man, and smart politics by western governments should offer face-saving gestures if we are serious about avoiding war.
According to Anatol Lieven, an academic and Ukraine specialist, this is “the most dangerous crisis in the world today; it is also in principle the most easily solved”. A solution exists, drawn up by France, Germany, Russia and Ukraine in 2015, which involves the implementation of the Minsk II agreement. This offers demilitarisation, a restoration of Ukrainian sovereignty including control of the border with Russia, and full autonomy for the Donbas region. The main objection for Kyiv is that autonomy for the Donbas would prevent Ukraine from joining Nato and the EU.
One way through this would be for Nato to declare Ukraine a neutral country and decree that it does not join Nato for at least a decade. In practice, Ukrainian membership of the EU is ruled out for at least a generation because of Ukraine’s corruption, political dysfunction and lack of economic progress.
Talks between Putin and France’s President Macron this week were more conciliatory in tone. Macron said: “There is no security for Europeans if there is no security for Russia.” A permanent forum where Russia is welcome is needed to re-examine the post-cold war security system in Europe. This approach to issues such as missile deployments, arms control and transparency around military exercises could ease this conflict. Such a dialogue could create a climate of security cooperation with Russia.
- Gabrielle Rifkind is a specialist in conflict resolution and the director of Oxford Process