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Si Elon Musk comprara Cuba

Ni Elon Musk comprará jamás la Isla para así cambiar lo que estamos obligados a cambiar nosotros desde adentro ni la etiqueta ElonBuyCuba puede ser aceptada solo como un chiste.

LA HABANA, Cuba. – La etiqueta “ElonBuyCuba” se volvió tendencia en Twitter y posiblemente traduzca los deseos de cientos de miles de cubanos y cubanas que, cansados por tantos años de dictadura, pero aún con esperanzas de un cambio, imaginan las soluciones más desesperadas y fantasiosas a lo que parece no tener solución, o por lo menos un inequívoco principio del fin.

Cansados, imaginativos y esperanzados aunque, al parecer, no dispuestos a poner los pies en la tierra, o mejor dicho, en las calles porque —es vergonzoso aceptarlo—, en Cuba casi todos padecemos y odiamos la represión pero pocos tienen el valor de enfrentarla aquí, ahora y hasta las últimas consecuencias.

No obstante, y aunque desde la ironía, la etiqueta “ElonBuyCuba” apostaría por aquello que aunque parezca absurdo, tendría más probabilidades de propiciar un cambio del sistema, teniendo en cuenta que ha sido la avidez de los comunistas por el “dinero fácil” y las “regalías”, en virtud de la obsesión por retener el poder eternamente, lo que ha conseguido que, al menos en cuestiones de economía, se hayan producido algunas “flexibilizaciones”, aunque solo las necesarias para atraer capital foráneo disimulando el olor putrefacto que exhala este dinosaurio cadáver de la era soviética.

Si no fuera porque la propuesta a Elon Musk, a pesar de su brevedad, principalmente contiene y evoca, entre otras realidades terribles, la condición de sometimiento en que se encuentran millones de personas en la Isla, así como el esquema mental de estas donde un cambio político solo se logra desde afuera y con mucho dinero, parecería un chiste más sobre Cuba y la dictadura que padece desde hace más de medio siglo. Incluso hasta pudiéramos reír a carcajadas imaginando las miles de situaciones raras, absurdas, posibles e imposibles que sucederían si el reclamo se volviera realidad porque, vendiendo el terreno, también estaríamos en venta sus ocupantes, en su mayoría una población fácil de arrear como ganado (eso es un tanto a nuestro favor como mercancía) pero a la vez envejecida, jubilada, hambrienta, remesada y diezmada por las fugas de los más jóvenes, en fin, una dotación esclava que, en cuestiones prácticas, no valdría mucho más que el espacio empobrecido donde habita.

¿Qué pudiera interesar a Elon Musk de un país que poco o nada importante produce y del que las personas escapan (o sueñan con escapar) como si se tratase del mismísimo infierno? ¿Cuál sería nuestro “valor de mercado” actual con tierras que no brindan alimentos ni brazos que las hagan producir, con tecnologías y mentalidades obsoletas, con estructura vial y de servicios básicos en pésimo estado, sin emprendimientos y emprendedores verdaderos, sin las libertades esenciales para desatar la creatividad y cultivar las virtudes individuales y colectivas? Tal como estamos ahora, y como estaremos en breve si continúa el éxodo de cubanos y cubanas, comprar Cuba es como comprar una roca en medio del mar.

A no ser que se pretenda adquirir la Isla como antigualla de colección o en un rapto de compasión, de caridad, por quienes aguardan por un milagro, quien se arriesgue y pretenda recuperar y hacer producir la inversión en algún momento no solo tendría que disponerse a comenzar desde más abajo del cero, reconstruir desde los cimientos o, mejor dicho, fundir nuevos, sino que, además, y quizás lo más difícil —si lo hiciera realmente por ayudarnos y ayudarse a la vez— se verá obligado a curar heridas abiertas y borrar los traumas y malos hábitos del pasado, restaurar nuestra confianza en nosotros mismos, entonces solo así comenzaríamos —posiblemente un siglo después de “comprados”— a ser un gran país del que nadie pensaría en marcharse, al que todos quisieran retornar y al que nadie se le ocurriría poner en venta, otra vez, ni de broma.

Pero ni Elon Musk comprará jamás la Isla para así cambiar lo que estamos obligados a cambiar nosotros desde adentro (a fuerza de reclamos y presiones constantes, sin otros recursos que la voluntad de legar a nuestros hijos un mejor país) ni la etiqueta, aunque se lo hayan propuesto sus creadores, pudiera ser aceptada solo como un chiste, una “jodedera”, porque se trata de un mensaje bien serio, más cuando hace alusión a lo que sin dudas es un contexto económico-político trágico, que no tiene comparación con otras realidades del planeta, a pesar de que el régimen comunista y sus defensores se esfuercen por vender al mundo (a los que poco o nada saben ni de Cuba ni del comunismo, que es nuestra principal causa de ruina) una “normalidad” que ni siquiera existe para la élite militar en el poder, aún cuando la pretenden.

Un contexto trágico, sin dudas, pero además descabellado por el que nadie con un poco de cordura arriesgaría un centavo, teniendo en cuenta que 60 años de políticas fallidas, de egos exacerbados, de empecinamiento ideológico, de burocratismo y corrupción han dejado a Cuba como vaca decrépita.

Pero “ElonBuyCuba” es solo eso, una etiqueta más, aunque a la vez un “chiste” que, más que el deseo de hallar una solución —la que sea—, revela nuestros inmovilismos, nuestros conformismos, nuestras resignaciones, nuestra falta de confianza en nosotros como únicos con capacidad real de cambiar las cosas.

Y doy gracias a que sea solo eso, una etiqueta más entre tantas que al poco rato se extinguen ante las nuevas que se van convirtiendo en tendencia en el ciberespacio, porque quizás esté entre las que mejor traducen ese nocivo sentimiento de imposibilidad, de agotamiento de los recursos, de hartazgo que a ratos nos invade a quienes permanecemos, ya sea adentro o afuera, “conectados” desde hace años con esa Cuba profunda que tanto nos duele.

 

 

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