Ortiz: Taiwán y el dictador Jinping
Es ocioso pedir al lobo respeto a las ovejas. La visita a Taiwan de Nancy Pelosi, con apoyo bipartidista en el Congreso y sutil tentativa de disuasión del presidente Biden y su alto mando militar, es algo incomprensible para el comunista chino Xi Jinping, alérgico al principio de división e igualdad de los poderes.
Y todos los aspavientos belicosos del nuevo Mao chino por el viaje de la señora Pelosi, muestran que los estrategas chinos no son tan sabios como los pintan los medios de comunicación occidentales. Los comunistas chinos consiguieron una innecesaria derrota política internacional, precisamente en la antevíspera del Congreso de su partido, en el cual Jinping buscará un mandato continuista.
China ocupa 9.586.960 kilómetros cuadrados con 1400 millones de habitantes. Tiene un régimen híbrido: implacable despotismo comunista, combinado con una economía de mercado capitalista, cada vez más vigilada por la dictadura (eso explica la desaceleración y la severa corrupción emergentes).
Taiwan tiene 35.950 km2 con 23 millones de ciudadanos. Es una democracia consistente, próspera y pulcra. Con una mandataria, Tsai Ing-wen, valiente, sensata y pluralista (por eso están entre la vanguardia planetaria en adelanto tecnológico, productividad y calidad de vida de su gente).
Después de más de 70 años de soberanía taiwanesa, China reclama la incorporación de ese estado a su territorio. Eso es imposible mientras persista la tiranía en Beijing. Tal quedó demostrado con el reciente zarpazo de la gendarmería política china en Hong Kong.
Hoy, China solo tiene amigos entre las dictaduras más impresentables del orbe: Corea del Norte, Rusia, Irán, Bielorrusia, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Venezuela…Y vive en insoportables disputas con sus vecinos.
Taiwan acopia las simpatías de las democracias y hombres libres de la tierra.
¡En Taiwan y Ucrania se juega entonces el destino de la humanidad!
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