“La economía de los compinches” y las nuevas medidas en Cuba
¿Podrán las recientes medidas tomadas por el régimen cubano aliviar la grave crisis nacional? Con todas las prohibiciones y controles que establece el Gobierno son medidas de un fracaso anunciado.
CIUDAD DE MÉXICO. – La primera vez que leí el término “economía de compinches” fue en 2020, en una entrevista con Antonio Rodiles. Así el opositor cubano sintetizaba el proceso de conversión de la economía centralmente planificada de 1989 hacia la diversificación de la economía de los militares y civiles con el permiso del PCC.
Este esquema pretendía paliar la crisis estructural de la economía por la pérdida de los subsidios soviéticos. El pilar central de esta conversión lo llevaría GAESA, un consorcio militar creado por el dictador Raúl Castro y que pretendía ser la alternativa a la liberación de la producción y el comercio en Cuba.
En el mismo sentido de control económico hasta el detalle, en 2017 se crearon las Organizaciones Superiores del Desarrollo Económico (OSDE), que agrupaban a las empresas estatales de la misma rama de producción y que evaluadas cinco años después, muestran el fracaso en mejorar la eficiencia económica y aumentar la producción. En resumen, mayor cantidad de burocracia parasitaria a la que van a parar la mayor parte de los recursos, mientras las unidades de base continúan en la mayor miseria para producir.
Según los especialistas, GAESA controla más del 50% de la economía nacional con el privilegio de que no tiene que rendir cuentas a nadie.
Nada de esta reestructuración tiene que ver con el embargo estadounidense. Según cifras del Banco Mundial, Cuba comercia con 155 países, aunque toda la exportación e importación es desde empresas estatales. El monopolio del comercio exterior sigue siendo controlado por un ministerio en Cuba. Lo mismo ocurre con el comercio interior.
La muestra de esta torcida estrategia es el declive de todos los indicadores de la producción de alimentos en los últimos cinco años, lo cual se puede observar en los diferentes anuarios de la ONEI.
Las nuevas medidas económicas son una flexibilización de prohibiciones que solo perpetúan la prohibición fundamental de la producción y el comercio libres. Por eso, significan un nuevo fracaso para la seguridad alimentaria en Cuba.
Las flexibilizaciones en la Aduana para importar productos en medio de la mayor escasez desde hace tres décadas sigue teniendo el límite de precios y productos “sin interés comercial”. Es decir, los emprendedores cubanos no pueden contar con la importación de insumos para sus negocios, sino comprar en el mercado informal pequeñas porciones de los que necesitan para producir bienes o servicios.
La otra medida fundamentales la apertura al capital extranjero de la inversión en el comercio mayorista y minorista, pero siempre en asociación con empresas estatales. El monopolio del comercio por parte del Estado sigue intocable y sigue prohibida la competencia entre los actores económicos, como dejaron claro la viceministra primera del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), Ana Teresita González Fraga, y la ministra de Comercio Exterior, Betsy Díaz Velázquez, recientemente.
Varios economistas cubanos expresaron sus dudas sobre la eficacia de esta medida. Pavel Vidal, profesor asociado en la Universidad Javeriana de Cali (Colombia), cree que Cuba podría aprovechar la infraestructura de la actual red de supermercados y tiendas estatales en divisas. Sin embargo, destaca tres problemas que podrían disuadir a posibles inversores: el primero de ellos esla engorrosa burocracia. “Si una cadena de supermercados quiere entrar a Cuba tendrá que recorrer un camino muy complicado de permisos, burocracia, autorizaciones”, apuntó.
La segunda barrera sería la insolvencia del Estado cubano, que debe varios miles de millones de dólares a proveedores. “Cuba tiene muchísimas deudas que no paga desde 2019. Que los negocios que entren queden protegidos de los impagos del Gobierno es algo que habría que considerar”, aseguró Vidal.
Las autoridades anunciaron que al principio “no habrá competencia” en el mercado y que darán prioridad a las empresas que han estado radicadas en Cuba durante varios años. Pero es precisamente a estas a quienes el Estado debe importantes sumas, por lo que no está claro si decidirán aventurarse en nuevos proyectos con su insolvente deudor.
En tercer lugar, Cuba tieneun serio problema monetario: su economía está cada vez más dolarizada y su moneda local, el peso, carece de valor internacional y ha reducido su valor a una quinta parte respecto al billete estadounidense en el último año y medio.
“Habría que negociar la tasa de cambio y cómo las utilidades de ese inversionista van a tener una vía expedita para salir de Cuba, que siempre ha sido un problema”, apuntó Vidal.
Por su parte, el economista cubano Omar Everleny señala: “Surge el problema financiero: cómo se paga, con qué moneda, a qué tasa de cambio. Si vendes en pesos cubanos, los precios serían muy elevados. ¿Y el Estado va a cambiárselos por divisas a las empresas para que las saquen al exterior, o va a autorizar que vendan directamente en divisas? Si es así ya empieza a haber una contradicción”.
Es decir, se sigue dolarizando la economía. Peor aún, se oficializa la disminución de los salarios cubanos como uno de los más bajos del mundo.
Otra arista no comentada por los economistas es el tráfico de influencias políticas que se instaura con esta medida: “la selección” de las contrapartes extranjeras por parte del Gobierno cubano privilegia a sus aliados políticos o a aquellos inversores extranjeros que aceptan utilizar la mano de obra sin derechos que le ofrece la dictadura cubana. Una mano de obra más o menos calificada pero sin derechos.
¿Podrán estas medidas aliviar la grave crisis nacional? Con todas las prohibiciones y controles que establece el Gobierno son medidas de un fracaso anunciado.