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Carrascal: La última ignominia

El último agravio, de momento, del Gobierno Sánchez a España es, curiosamente, el más viejo: la pérdida definitiva, irremplazable, de Gibraltar

El último agravio, de momento, del Gobierno Sánchez a España es, curiosamente, el más viejo: la pérdida definitiva, irremplazable, de Gibraltar. Y eso, cuando más fácil teníamos recuperarlo. Aunque lo más grave, lo más vergonzoso, es que se debe a nuestro Gobierno, con la indiferencia e incluso colaboración de parte de nosotros.

Como les he contado tantas veces, aunque nunca serán bastantes, Gibraltar fue tomado durante la Guerra de Sucesión española por una escuadra anglo-holandesa en nombre de uno de los aspirantes al trono, el archiduque Carlos de Austria, aunque el almirante Rooke, que la mandaba, mandó izar el estandarte de su Reina Ana. Este robo inicial sería certificado años más tarde en el Tratado de Utrecht, donde se detallan las condiciones de la cesión. La más importante: que se cedía sólo «hasta las murallas de la plaza», «sin comunicación alguna por tierra con España», y «que sin al algún momento la corona británica deseaba deshacerse de la colonia, España tendría la primera opción».

Ninguna de ellas ha sido respetada por el Reino Unido, bien al contrario, ha continuado su expansión por el istmo, con episodios tan rastreros como pedir permiso a España para alojar a los enfermos de dos epidemias en pabellones que convirtieron luego en cuarteles o hacer sin permiso del hipódromo un aeródromo militar. Lo que les salió mal fue el intento de que la ONU legalizase las apropiaciones, encontrándose con una resolución que considera que «toda situación colonial que destruya total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de Naciones Unidas». Que ignoraron por completo.

Otra oportunidad se presentó con el Brexit. Londres había logrado que la Unión Europea aceptase a Gibraltar como «territorio cuyos asuntos exteriores llevaba» y exigió a España aceptarlo al ingresar. Pero si el Reino Unido se va de la Unión Europea, se va el Peñón. Y la UE garantizó a España el control de su frontera sur.

Eso ocurrió en 2016. Desde entonces, se negocia un Gibexit. Sin resultado. Mejor dicho, los ingleses han introducido el concepto de desarrollo conjunto con el Campo de Gibraltar y tanto éste como el Gobierno español se lo han comprado, aceptando que el aeródromo militar se convierta en aeropuerto internacional. Pero con una sola pista y unos vientos de levante que hacen peligrosos aterrizajes y despegues, cada vez son más vuelos los que se desvían a Málaga. Es más, se ha establecido un servicio de autobuses desde La Línea.

Mi temor: que ocurra lo de los pabellones sanitarios, mientras las negociaciones se eternizan durante no ya años, sino siglos. Si Bruselas no lo arregla, toda la baja Andalucía será Gibraltar.

 

 

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