Villasmil: Argentina – el futuro nunca ha llegado
Juan Domingo Perón y su esposa Evita
NOTA PUBLICADA ORIGINALMENTE EN «ENCUENTRO HUMANISTA»:
«Con un pie en el avión que lo traerá de regreso a la Argentina, Perón es consultado por un periodista español, al respecto del electorado argentino: ‘Mire; un tercio son radicales, lo que ustedes llaman liberales; un tercio son conservadores, y un tercio, socialistas’. Asombrado, el escriba pregunta: ‘Pero, ¿y los peronistas?’. El General echa la cabeza hacia atrás, y se sonríe: ‘Bueno, no… Peronistas somos todos’. Parece un buena broma, pero el suceso realmente ocurrió -hace ya cincuenta años-«.
–——
¿Dónde está la Argentina? ¿En qué confín del mundo, centro del atlas, techo del universo? ¿La Argentina es una potencia o una impotencia, un destino o un desatino, el cuello del tercer mundo o el rabo del primero?
Un dato central, que no puede obviarse en cualquier análisis de mirada larga sobre Argentina, es que su historia en el siglo XX y lo que va del XXI se resume en dos palabras que destaca Martínez: «apogeo y caída». ¿Ejemplos de apogeo?
«Hacia 1928, Argentina era superior a Francia en número de automóviles y a Japón en líneas de teléfonos. Catorce años más tarde, el economista Colin Clark vaticinó que, después de la segunda guerra mundial, el poderío industrial argentino sería el cuarto del mundo«.
***
Y entonces llegó, para desgracia infinita -y no solamente en Argentina, ya que su influencia ha sido extensa- el general Juan Domingo Perón, fundador de una de las cepas populistas más dañinas en la historia de la humanidad.
Ilustra Tomás Eloy Martínez una característica esencial del dislate peronista con esta frase muy iluminadora: «El mal que aquejaba a la Argentina no era ya la extensión o el desierto como se dice en el primer capítulo de Facundo. Era el delirio de grandeza floreciendo en un mar de pobres. El penúltimo de los dictadores, Leopoldo F. Galtieri, embriagó al país entero con la ilusión de que estaba derrotando en el Atlántico Sur a las mayores fuerzas navales del planeta. El primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín, soñó con erigir una Nueva Jerusalén en Viedma, la ciudad más ventosa de ese abismo de vientos que es la Patagonia. Más inefable aún, Carlos Menem se ofreció para mediar en las guerras del Cercano Oriente y en asociar la Argentina a todas las aventuras bélicas de Estados Unidos, con el cual mantenía relaciones carnales«.
Y es que desde que llegó el veneno populista de Perón y de sus seguidores la política de ese país intenta dar lecciones tras lecciones que la realidad siempre contradice. Y la gente cada vez aguanta menos.
Debido a las fracasadas hechicerías socio-económicas de Carlos Menem en los noventa, veinte mil a treinta mil jóvenes universitarios, cada año, abandonaron el país.
Cuenta también el periodista: «Yo me voy por desesperación», me dijo a fines de los noventa una investigadora de biología molecular. «Aquí ya no hay nada que hacer». Su marido, un ingeniero de proteínas, repetía, cabizbajo: «Aquí no hay lugar para nosotros».
El partir, el irse, el exiliarse, parece un sino argentino. Y no sólo hablamos de miles de ciudadanos, también destacadas figuras de todos los ámbitos optaron por dejar su tierra, o fueron obligados a ello por las circunstancias: desde el Libertador José de San Martín (quien sólo vivió en su patria 16 de los 72 años que tuvo de vida), pasando por Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, y claro, el propio Perón, quien luego de ser derrocado, vivió exiliado en Paraguay, Panamá, Venezuela, Nicaragua, República Dominicana y finalmente en España. Regresó al país en 1972, ganó las elecciones de 1973 y falleció al año siguiente, pero su influencia cultural-política persiste.
Ya en este siglo, luego de la enésima crisis económica, el 2 de diciembre de 2001, una impopular disposición del gobierno, conocida como «Corralito», que restringía la extracción de dinero en efectivo de los bancos, terminó provocando un estallido social generalizado, con manifestaciones, bloqueos de rutas y calles, ataques a bancos y saqueos a supermercados en las principales ciudades del país. El 19 de diciembreel presidente Fernando De la Rúa (quien no era peronista, para variar, sino de la Unión Cívica Radical) anunció por televisión el Estado de sitio e inmediatamente después de finalizar el anuncio miles de personas salieron a la calle con el lema «Que se vayan todos». Al día siguiente las manifestaciones populares continuaban y fueron reprimidas por las fuerzas de seguridad con un saldo de treinta y nueve víctimas fatales en distintos puntos del país. Esa tarde De la Rúa presentó su renuncia a la Presidencia, abriendo un período de dos semanas de alta inestabilidad política y caos social, durante las cuales cuatro funcionarios estuvieron a cargo del Poder Ejecutivo, dos de ellos con el título de presidente de la Nación (Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde).
Entonces, el peronismo, esa hidra de muchas cabezas ponzoñosas, produjo una variante «progresista», «populista de izquierda», amiga de Cuba, de la Venezuela chavista y madurista, orgullosa miembro del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla: el kirchnerismo.
Si hay una palabra que hoy se asocia con los gobiernos kirchneristas es «corrupción».
***
El peronismo ha sido una forma de populismo que, a pesar de sus resultados discutibles, ha mostrado un talento admirable para sobrevivir.
La Argentina, según Tomás Eloy Martínez, fue fundada por ficciones que se desentendían de la realidad o simplemente la desdeñaban; y tiene casi un siglo siendo un país que no aprende de sus tragedias, entre ellas una de las mayores es el peronismo. Y ese mal parece que será muy difícil de ser erradicado.
Otro problema fundamental, además, no es que el general Perón tuviese razón al afirmar que «todos son peronistas»; un tema muy de fondo es:¿sabrá alguien acaso que es el peronismo hoy?