Ana Cristina Vélez: Dormir y soñar
Pasamos una tercera parte de nuestras vidas durmiendo. Todos los animales necesitan dormir. Si no dormimos enloquecemos y luego morimos. Dormimos para que el cerebro se recupere, para cuidar la buena ejecución de sus funciones. Sin dormir la memoria sufre y el cuerpo también. Pero en este blog quiero contar lo último que he leído…
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Pasamos una tercera parte de nuestras vidas durmiendo. Todos los animales necesitan dormir. Si no dormimos enloquecemos y luego morimos. Dormimos para que el cerebro se recupere, para cuidar la buena ejecución de sus funciones. Sin dormir la memoria sufre y el cuerpo también. Pero en este blog quiero contar lo último que he leído sobre los sueños.
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William. H. Rinehart
Soñamos sobre todo en la etapa REM, o sea, en la etapa en la que los ojos se mueven rápidamente debajo de los párpados. Esta es la más relacionada con el soñar. Lo sabemos porque en experimentos se ha visto que si a la persona que duerme se la despierta durante esta etapa, recuerda con facilidad lo que estaba soñando. En el sueño REM, la actividad neuronal se asemeja a la del cerebro despierto.
Pasamos aproximadamente una cuarta parte de la noche en esta fase, pero también soñamos en otras etapas. Los sueños se desvanecen una vez nos despertamos. Cada minuto que pasa hace más y más difícil recordarlos. Para recordarlos, debemos escribirlos o contárnoslos de inmediato. Además, los estudios sobre el sueño demuestran que es raro recordar un sueño si uno no se ha despertado durante el mismo o inmediatamente después y si uno no se detiene a repasarlo. La profesora de psicología y neurociencia de la Universidad Furman, Erin Wamsley, dice: “En condiciones de estudio, donde todo el mundo se ve obligado a reflexionar inmediatamente sobre los sueños, la mayoría de las personas recuerdan al menos un sueño.”
En una investigación hecha por Jing Zhang, investigador de neurociencia cognitiva del Hospital General de Massachusetts y la Facultad de Medicina de Harvard, y la doctora Wamsley, se descubrió que el estado emocional posterior se correlaciona con el contenido de los sueños. Los sueños agradables de la noche anterior generan un estado de ánimo más positivo al día siguiente. A Zhang estos hallazgos le llevan a pensar que soñar podría desempeñar un papel en ayudar al cerebro a consolidar y a priorizar los recuerdos. Cree él que quizás el repasar aspectos de nuestra vida en los sueños, ordena y decide qué es lo más importante, que se conservará y qué se desvanecerá de nuestra memoria.
Ha sido estudiada la importancia de dormir para que la memoria de lo estudiado recientemente se consolide. Estos dos investigadores y el neurocientífico David Eagleman aseguran que las ideas de Freud y Jung de que los sueños se pueden interpretar y que se les puede encontrar un significado de algo que está en el “subconsciente” no es científica; mejor dicho, que es una “tontería” y que es indemostrable. Wamsley afirma que no hay pruebas de que los sueños alberguen un significado secreto bajo el nivel superficial, especialmente uno que necesite que se le cuente un profesional, y añade que la persona que tiene el sueño es la que está en mejor posición para decir lo que significa. Para él, no existe ningún manual oculto.
Se sabe que mientras soñamos, los músculos del cuerpo se paralizan. Sería terrible que se movieran y saliéramos corriendo cuando nos están persiguiendo para matarnos en una pesadilla. Los sueños tienen un componente visual y alucinatorio. También, un componente emocional fuerte porque activan el cableado límbico y para-límbico, donde está el centro de las emociones. Se ha constatado bajo experimentación que el área del cerebro que se encarga de lo visual se activa cuando soñamos. Esto quiere decir que vemos cosas, como si fuera una película a veces en colores. Los ciegos sueñan, pero no ven cosas; cuentan las historias con otros recursos.
Cuando se mide la actividad cerebral durante el sueño, se ve que es muy similar a cuando estamos despiertos. David Eagleman en su podcast Inner Cosmos dice que en los sueños contamos una historia o varias, a veces con lógica y otras veces absurdas, porque el cerebro humano es una máquina de hacer historias. Los sueños mezclan deseos, miedos y fragmentos de memoria del día y de asuntos pasados. Pero muchas veces las asociaciones son locas, son sueltas y sin mucho sentido. Volverlas metáforas es algo que hace el cerebro después, de la misma manera que asignamos significado a las manchas en el test de Rorschach. Para mí, al despertar buscamos sentido al sueño, lo completamos, lo deformamos, para que las piezas casen, y lo hacemos sin darnos cuenta, ya que al despertar se borran muchos detalles y no hay puntos de unión exactos.
Volvamos a las ideas de Eagleman. El contenido de los sueños tiene esencialmente las mismas situaciones en las distintas culturas y en las distintas épocas: caer, tratar de hacer una cosa que se vuelve imposible (como marcar las teclas del teléfono) escapar, correr, nadar, estar paralizados y tener experiencias sexuales. Parece que muchas personas sueñan con la etapa escolar, con estar en clase o con presentar un examen. En estudios hechos en China, en Alemania y en Estados Unidos, se reportaron estos mismos temas. Los hombres sueñan más veces con otros hombres que las mujeres. Las mujeres sueñan con la misma frecuencia con mujeres y hombres. En los sueños somos más comúnmente víctimas que verdugos.
Los sueños son algunas veces tan vividos que casi se convierten en una vida paralela. Se queda una imaginando lo que sería vivir dos vidas, una soñada y una real. Para Han Kang es casi así, los sueños son muy importantes y están muy presentes en sus aclamadas novelas. En la novela Imposible decir adiós ella comienza contando un sueño y esto da pie a la novela. Termino citándola pues este comienzo es muy especial y hermoso.
Aquí los primeros párrafos:
Caía una nieve rala.
La llanura en la que me encontraba lindaba con una colina, sobre cuya ladera estaban plantados miles de troncos negros. Gruesos como durmientes de ferrocarril, tenían todos alturas distintas, como si fueran personas de diferentes edades. Sin embargo, los maderos no eran rectos como durmientes, sino ligeramente ladeados y curvos, como si fueran miles de hombres, mujeres y niños flacos con los hombros caídos y cubiertos de nieve.
«¿Será un cementerio? ¿Esos maderos serán las lápidas?», me preguntaba.
Yo deambulaba entre los troncos negros, sobre cuyas superficies cortadas se acumulaba la nieve como cristales de sal, al igual que entre los túmulos que se levantaban detrás de ellos. Me detenía de pronto al sentir el agua debajo de mis zapatillas. «Qué extraño», pensaba. Un rato después el agua me llegaba al empeine. Me daba la vuelta y no podía creer lo que veía. La línea que se divisaba al final de la llanura no era el horizonte como suponía, sino el mar. Era la hora de la pleamar y la marea estaba subiendo.
«¿Por qué los habrán enterrado en un lugar como este?», me preguntaba en voz alta.
El mar crecía a ojos vistas. ¿La marea subía y bajaba de esa manera todos los días? ¿No se habría llevado el agua los huesos que estaban más abajo, dejando los túmulos vacíos?
No había tiempo. Las tumbas anegadas ya no tenían remedio, pero había que trasladar cuanto antes los restos enterrados más arriba. Tenía que ser ahora mismo, antes de que siguiera subiendo el mar. Pero ¿cómo hacerlo? Yo estaba sola y no tenía siquiera una pala. ¡Eran tantas tumbas! Sin saber qué hacer, corría entre los troncos negros, abriéndome paso a través del agua que me llegaba a las rodillas.
Cuando me desperté, todavía no había amanecido. Se esfumaron la nieve que caía sobre la llanura, los troncos negros y la marea ascendente. Me quedé mirando la ventana de la habitación a oscuras y luego cerré los ojos. Supe que había vuelto a soñar con aquella ciudad y permanecí acostada con mi mano fría sobre los párpados.
*
La primera vez que tuve ese sueño fue en el verano de 2014, un par de meses después de que saliera publicado mi libro sobre la masacre de Gwangju. Durante los siguientes cuatro años, nunca dudé de lo que significaba ese sueño. Sin embargo, el verano pasado se me ocurrió por primera vez que quizá no estuviera relacionado únicamente con esa ciudad, que tal vez mi interpretación fuese demasiado simplista, que esa conclusión apresurada e intuitiva fuese errónea.
***
Este artículo investigó en los episodios 11, 27, 51 de Inner Cosmos, de David Eagleman y en el artículo de Nature: Why don’t you rememberall your dreams? Whether you recall them or not, you likely dream nightly.PorLauren Leffer. Enero 27 del 2025