La limitación de mandatos es el más eficaz instrumento para la preservación de la democracia en los sistemas presidenciales
Muchos saludan la propuesta de Ciudadanos de reformar la Constitución para limitar a ocho años la permanencia en el cargo del presidente del Gobierno como un avance en la regeneración democrática del país. ¿Pero de verdad lo es?
La idea de limitar los mandatos (que también el PSOE incluyó en su programa) tiene sentido en las democracias presidenciales, es decir, aquellas donde hay una doble legitimidad: la de un presidente elegido directamente por la ciudadanía o por compromisarios, en una o dos vueltas, o incluso por el Parlamento en algunos sistemas mixtos. Un sistema presidencial se caracteriza por la separación de poderes: ni el presidente puede disolver las Cortes ni estas pueden desalojar al presidente excepto en casos muy excepcionales. Pero en los sistemas parlamentarios, como el español, la única fuente de legitimidad es el Parlamento y este puede nombrar y cesar al jefe del Gobierno cuando quiera (aunque este, a cambio, puede disolver las Cortes y convocar elecciones). Muchos países, especialmente en Latinoamérica, copiaron el sistema presidencial y de separación de poderes de EE UU pues en ausencia de monarquías que domesticar el modelo de democracia parlamentaria británico no tenía mucho sentido. Sin embargo, excepto en EE UU, los resultados del presidencialismo no han sido los esperados: en lugar de crear un sistema de pesos y contrapesos que preservara la democracia, la separación de poderes ha tendido a generar conflictos entre la Presidencia y el Parlamento que en ocasiones se han llevado la democracia por delante. De ahí que la limitación de mandatos sea un eficaz instrumento para la preservación de la democracia en los sistemas presidenciales.
Nuestro presidente del Gobierno no es el jefe del Estado, sino un humilde primer ministro de un Gobierno emanado del Parlamento. Prohibiendo su elección por más de dos mandatos confirmamos el error cometido al presidencializar un sistema parlamentario e intentamos corregirlo con una solución inadecuada. Mejor cambiar la Constitución para despresidencializar el Gobierno. Si somos serios, deberemos comenzar por al próximo presidente de este país llamarlo solo primer ministro. Escribimos rectos (en la intención), pero con renglones torcidos (en la forma).