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ELECCIONES EEUU: La Caída de Marco Rubio ¿Caída del partido Republicano?

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I

Marco Rubio, el joven senador republicano de la Florida ha sido la última víctima del inmovilismo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

En una nota del New York Times, antes del retiro de la candidatura de Rubio, se destacaba que si se realizaran primarias republicanas en La Habana, los dos pre-candidatos de origen cubano, Ted Cruz y Rubio, perderían con seguridad.

Ello es así porque si hay un tema que une a la mayoría del pueblo cubano dentro y fuera de la Isla es el rechazo hacia el embargo, al inmovilismo en las relaciones entre ambos países, a la dialéctica de la confrontación por la confrontación, a la política de tozudos gestos de rechazo y no de búsqueda de caminos que sirvan al pueblo cubano a convertirse, por primera vez en más de medio siglo, en dueño de su destino. Es también la negación del “plattismo”, que lleva consigo el deseo de que Cuba sea salvada por una “invasión norteamericana” (el plattismo debe su nombre a la “Enmienda Platt”, impulsada en 1902 por el senador Orville Platt, y que implicaba la posibilidad de intervención de los Estados Unidos en Cuba bajo ciertas circunstancias.)

Marco Rubio tenía, al comienzo de estas largas primarias, muy buenas perspectivas. Joven, bien formado, parlamentario de un estado importante, de los que deciden las elecciones. De origen latino, un voto que cada ciclo electoral se convierte en más decisivo para alcanzar la victoria. Sin embargo, en sus propias palabras: “este puede no haber sido el año para un mensaje de esperanza y optimismo”.

Curioso hecho: si algo tienen en común los mensajes de Hillary Clinton y Bernie Sanders, los dos precandidatos sobrevivientes en la lucha por la candidatura del partido Demócrata, es precisamente un mensaje en positivo. Las confrontaciones entre ambos han sido una mera danza protocolar, de buenos modales, como si estuviera prohibido atacar al contrario. Sin duda alguna, en claro contraste con el Grand Old Party (GOP), el partido de Rubio.

Rubio cayó por las mismas razones que han ido derrumbando a todos los precandidatos en estos últimos meses: un profundo rechazo al establishment republicano; desconfianza de los votantes más fieles y constantes; la división del voto entre un número exagerado de aspirantes; y la incapacidad manifiesta de evitar que Trump explotara con maestría todos estos factores.

El mensaje central del senador de origen cubano nunca cuajó: que él era el único candidato que podía unir a todas las corrientes partidistas. La verdad es que queriendo ganar el voto de todas las tendencias, no consiguió que al menos una lo apoyara. Queriendo ser el líder de todos, no lo fue de nadie. Queriendo ofrecerse como el neo-campeón conservador, no fue percibido como suficientemente radical en sus posturas.

La juventud, que entre los demócratas sirvió para darle la presidencia a un joven senador por Illinois, Barack Obama (junto a otros factores, sin duda), a Rubio se le convirtió en un lastre. No están los tiempos convulsos –y la narrativa que, desde 2008 los republicanos han intentado vender se alimenta de esta visión catastrofista- para darle la máxima responsabilidad a un joven sin experiencia.

Al final, cuando quiso reaccionar y atacar a Trump, ya era demasiado tarde. Demasiadas incongruencias tácticas frente a un rival que ha estado claro en sus objetivos y estrategias desde el primer día.

Su derrota fue, qué duda cabe, un verdadero shock para quienes lo veían como la figura indicada para derrotar a ese Atila del siglo XXI, Donald Trump.

II

Que el GOP está atravesando momentos turbulentos es un hecho fácil de atestiguar. Y que Ted Cruz –con perdón del moderado Kasich, que no se le ve chance al buen gobernador de Ohio, otra víctima de estos tiempos convulsos en el partido Republicano- sea visto como la única posible alternativa es, por lo menos, deprimente. Ted Cruz se honra en ser el senador más impopular entre sus pares; su mensaje es una mezcla de interpretaciones fundamentalistas del antiguo testamento, de mentiras acerca de la acción y visión de Ronald Reagan, y de un negativismo supremo de todo los avances que en ciencia, educación, economía o políticas sociales han aprobado naciones desarrolladas en este siglo XXI.

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Luego del bárbaro ataque de ISIS en Bruselas, para colmo, tanto Cruz como Trump han propuesto como alternativa lo que equivale a convertir a los Estados Unidos en un estado policial. Con un mensaje profundamente xenófobo, sugieren ubicar a los musulmanes norteamericanos, sin excepción, en zonas especiales, donde la presencia policial sería mayor, «para evitar que esas personas se conviertan en terroristas». Islamofobia institucionalizada. 

Mientras tanto, el pasado martes 22 de marzo se realizaron las votaciones en Arizona (ganada por Trump) y Utah (ganada por Cruz). Al magnate le tocaron 58 delegados, y al senador de Texas 40.

Mal está la cosa cuando el calculo pequeño –disfrazado de supuesto pragmatismo- inunda las argumentaciones, como este ejemplo: para algunos, convendría la victoria de Trump sobre Cruz, ya que, si bien ninguno de los dos tienen posibilidades de ganar la presidencia, Trump tendría más chance de atraer votos en estados como Pennsylvania u Ohio, cruciales en las competencias senatoriales, que lucen muy apretadas.

Otros comentarios del mismo tono apocalíptico: “Cruz es un desastre para el partido, Trump es un desastre para el país”.

Ni los moderados se salvan de este tono de elegía, de tragedia griega, si bien hay algunos con el suficiente ánimo para verle el lado positivo a la derrota: “Si Cruz es el candidato nos borran del mapa, pero tenemos oportunidad de reconstruir el partido; un hecho necesario, de todas formas”. Para el sector moderado, la derrota de Cruz significaría acabar con un argumento sin asidero en la realidad y que Cruz y otros ultra-conservadores tienen años afirmando: que las derrotas del partido se han debido a que los candidatos presidenciales no eran lo suficientemente conservadores. Válgame Dios.

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Cruz, en sus últimos discursos, ha intentando atraer a los grupos partidistas no conservadores, a las sectores moderado y libertario. En una asamblea en Carolina de Norte les dijo: “Vengan. El agua está bien”. Lo que hizo que un comentarista sarcástico destacara que ello sonaba a las palabras de algún bañista, en la película “Tiburón”, momentos antes de que el muy simpático animal le diera un mordisco en el muslo. El agua “está bien” con Cruz, solo si se le compara con el “Río Trump”, normalmente infestado además de tiburones gigantes, de pirañas, serpientes marinas y medusas monstruosas, y sus orillas habitadas por zombies.

Así es el pronóstico, bastante oscuro, en el partido republicano norteamericano. En una próxima nota, la batalla de las ideas, y la errada visión del actual liderazgo del G.O.P. sobre la sociedad norteamericana y los cambios que ella necesita.

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