Perú decide sobre la sombra del fujimorismo 24 años después del autogolpe
Un millón y medio de votantes peruanos ni siquiera habían nacido el 5 de abril de 1992, cuando Alberto Fujimori dio el autolgolpe. Buena parte del electorado de un país joven como Perú eran niños entonces. Y sin embargo toda la campaña electoral para la primera vuelta de las elecciones presidenciales de este domingosigue girando en torno a ese momento dramático de hace 24 años. Con Fujimori aún en la cárcel, Perú sigue dividido entre fujimoristas y antifujimoristas y su hija, Keiko, es la gran aspirante alrededor de la cual bascula todo. Hay 10 candidatos pero lo único importante es saber quién entrará en la segunda vuelta de junio para lanzarse a una pelea durísima contra Keiko y el fantasma de su padre.
Al recorrer las calles de Lima, es imposible no percibir lo apegado que está Perú a la memoria de los 90. Se habla muy poco de lo sucedido en los últimos 16 años, desde que se recuperó una democracia estable y se han sucedido cuatro presidentes sin problemas, algo inédito en este país convulso. Ollanta Humala, aún en el poder, parece ya un pasado lejano y olvidado, un suspiro de la historia. Y el boom económico de los últimos años, con crecimientos sostenidos superiores al 4% -ahora ralentizado al 3%- también se difumina en una campaña personalista.
Lo importante para unos, los que quieren votar a Fujimori por su imagen de dureza, es la inseguridad, que domina una ciudad en la que todos los edificios tienen vallas electrificadas. Para otros, la clave es la corrupción y los abusos antidemocráticos del Gobierno fujimorista. Tanto que Keiko se ha visto obligada a prometer públicamente que “nunca más habrá un 5 de abril”, la fecha del autogolpe.
Ningún observador extranjero entiende bien cómo es posible que con el padre en la cárcel por corrupción y violación de los derechos humanos la hija sea la gran aspirante a la presidencia. Pero para los peruanos está muy claro. Hay que recordar los ochenta y pensar en una sociedad, la más pobre, que está asustada de nuevo. “Lo que ocurre es que hay dos caras de Fujimori, la de los logros y la de los delitos. En la cara de los logros está la recuperación de economía que venía de la hiperinflación, la pacificación del país con la derrota de Sendero Luminoso y un gran avance en obra pública”, explica Alfredo Torres, director de IPSOS, la principal encuestadora del país.
Los datos que maneja Torres indican que Fujimori, cuyo partido se llama Fuerza Popular, es ahora la más fuerte pero también que tiene mucho rechazo, por eso no está claro si podría ganar en segunda vuelta, cuando todo el voto disgregado ahora se concentre en una sola decisión: Fujimori sí o no. “El fujimorismo duro, el del padre, estaba en el 15%. Keiko ha logrado ampliar ese espacio por encima del 30% al prometer que ella no cometerá los mismos abusos. Crece entre los sectores populares que piensan que si el padre acabó con el terrorismo la hija acabará con la delincuencia. En las clases medias ellas tiene un apoyo del 25% y en las populares del 40%”, explica Torres.
El domingo arrancan unas elecciones peruanas muy extrañas, en las que dos candidatos, especialmente uno que encabezaba las encuestas como Julio Guzmán, fueron eliminados de la carrera en el último momento por cuestiones formales. Eso ha dado alas a una gran novedad. En un país estructuralmente muy conservador, una candidata netamente de izquierdas como Veronika Mendoza (Frente Amplio) tiene aspiraciones reales a entrar en la segunda vuelta. Y ahí los votantes de centroderecha antifujimoristas, que son millones, tendrían un dilema difícil: ¿votan contra la izquierda o contra Fujimori?
Por eso el establishment confía en que quien entre no sea ella sino Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos por el Kambio), un exministro de Economía con Alejandro Toledo bien visto por los empresarios y que sería más fácil de votar para todo el antifujimorismo, aunque no por la izquierda.
Perú vive un momento confuso, en el que por todas partes se detecta una enorme desconfianza en la política, algo que también explica el éxito de Fujimori, que se vende como algo distinto.
“Todos los gobernantes terminan mal en Perú, también Humala” explica el politólogo Eduardo Dargent. “Perú está a la derecha de la región. Humala tuvo que derechizarse para gobernar. La izquierda en Perú quedó muy tocada después de Sendero Luminoso. Hay mucho antiizquierdismo y Keiko representa también eso. En un populismo de derecha que tranquiliza a las clases altas y trae a las bajas el recuerdo del asistencialismo del padre. Es bien latinoamericano. Además ella desde la derrota de 2011 construyó un partido, viajó por todo el país. Ella sale con ventaja por la red que ha tejido. Pero va a ser una campaña final muy dura y muy igualada”, resume Dargent. Fujimori sí o no, esa sigue siendo la gran pregunta 24 años después.