Sí, Pablo Iglesias, este periodista te tiene miedo
Pues sí, Pablo. Es verdad. Hay miedo en mis ojos. Otros igual no lo reconocen pero a mí me acojonas. Ojo, no a tu ideología, ni a tu discurso y mucho menos a tu programa político porque respeto infinitamente a todos y cada uno de tus votantes. A mí me acojonas tú, sólo tú. Me aterroriza que un tipo así pueda siquiera mesar la melena de los leones del Congreso. Porque como sé de tu cultura, sé que conoces el cuento del Traje Nuevo del Emperador. Vas desnudo pero no se te puede decir. Aflora tu verdadera jaez cuando señalas a un periodista –ya lo hiciste con Ana Romero-, cuando cobardemente te refugias tras lo alambicado del condicional para pronunciar la palabra linchamiento; cuando afirmas sin que te tiemble la coleta que mi compañero Álvaro Carvajal en su ansia por promocionar en la empresa se inventa titulares al gusto de sus jefes.
Supongo que «el espacio académico» del que provienes no será así. Imagino que no has tenido que medrar en función de tu ideología sino de tus méritos como docente para conseguir una soldada pública. ¿O sí? Ya ves que yo pregunto. Tú has afirmado. Pero como no eres ni mucho menos tonto, todo lo contrario, lo que has pretendido es evidente. La performance de la Complutense la tenías guionizada. Había que lanzar el mensaje, dejar clarito a tus posibles votantes que cuando lean algo que no sea un laudatio servil a Podemos o a su «querido líder» es que el firmante, pobrecito, tiene que blindar su nómina; que su periódico no es objetivo sino que forma parte de esa casta que, misérrima, es incapaz de ver tus enormes cualidades, que donde ellos ven purga en realidad hay darwiniana selección.
Vamos, que el medio que paga a Álvaro no lo hace por informar sino por atacar al pueblo, a ti que lo contienes en su totalidad. Absurdo intentar explicarte que ni Álvaro lo consentiría, ni nosotros jamás se lo propondríamos. Lo que has hecho no retrata a tu partido. Te inmortaliza a ti. Deja epidérmico lo que eres, lo que estás dispuesto a hacer para conseguirlo y que el rodillo tan de vieja política (otros ilustres de tu nueva profesión intentaron antes matar al mensajero) está perfectamente engrasado en tu caso. A la vista está de los incendios que tienes de norte a sur de tus círculos.
Como ya te he reconocido mi miedo, déjame que te confiese cuál es mi tristeza. Ver que cuando una compañera sale en defensa de Álvaro Carvajal, te afea lo que has hecho y dicho, tu postureo académico, tu argumento es cambiar el tonito faltón por el de cordero anonadado y ¡cáspita! advertirnos a todos que no es una rueda de prensa sino una universidad. Vaya, así que el hombre que viene a regenerar la política dice lo que dice, ya no cómo lo dice, en función del público asistente. Vieja política. Tremendo. Debe ser el mal del plató, algo así como el de la Moncloa que afecta a los presidentes.
Andas desnudo, Pablo. Lo malo es que al emperador no le cuestiona nadie. Cuidado con hacerlo que te linchan (verbalmente, claro). Lo grave, lo triste, lo patético, es que además, vocalizada la coartada «estamos en la universidad», el respetable rompa en aplausos. Porque ellos sí te han entendido y no el resto que somos idiotas. Eso sí que acojona, la actitud mansurrona de los alumnos. Nuestro futuro. Buff.