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Editorial: El malicioso modus operandi de Telesur

objetivofalsimedia461-300x200El Estado argentino hizo bien en dejar de integrar una cadena televisiva cuya nefasta política editorial confunde propaganda panfletaria con información

El problema esencial de Telesur no es su ideología, sino su rancio primitivismo panfletario para procesar las noticias. Por eso no llama la atención que invierta los principios esenciales del periodismo: la interpretación y la valoración de los hechos es más relevante que la noticia en sí.

Pero no sólo eso: rompe la lógica y la buena fe en aras de un fin determinado; distorsiona los factores para que las causas que defiende con ardor militante salgan airosas sin excepción alguna. Y al revés: a los adversarios siempre los presenta deslucidos y demonizados, por más que los asistan la razón y el derecho.

Con estos procedimientos tan oprobiosos con que se maneja Telesur no era posible que el Estado argentino siguiera avalando tan nefasta política editorial, y por eso ha decidido acertadamente dejar de pertenecer al consorcio de países que contribuyeron a su fundación y sostenimiento.

Una lástima, porque no fue una mala idea crear una cadena de noticias con un formato que pretendía emular en cierto sentido a la célebre norteamericana CNN, pero respetando las idiosincrasias particulares y las ricas coloraturas sociales, políticas y culturales que conforman los pueblos que viven al sur de los Estados Unidos.

Como la neutralidad absoluta no existe, Telesur podría haber elegido distintos caminos editoriales posibles que le sirvieran de marco para desarrollar los temas: conservador, progresista, confesional o iconoclasta, entre otros. «Nuestro norte es el sur», rezaba su auspicioso y marketinero eslogan.

Pero la cadena noticiosa con sede central en Caracas tuvo la desgracia de nacer en la Venezuela de Hugo Chávez, en 2005, y persistir en el tiempo en la versión decididamente empeorada de Nicolás Maduro. Todo lo que sale por su pantalla y su página de Internet tiene, por eso, un sesgo definido y militante que busca defender sin desmayos la «revolución bolivariana», en primer lugar, y, a continuación, sólo a los gobiernos populistas de la región y del resto del mundo.

Telesur narra a manera de epopeya hasta las nimiedades más absurdas de la desastrosa gestión de Maduro. Igual empeño pone para destacar, con sesgo positivo, lo que hacen Rafael Correa, en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia, y Raúl Castro, en Cuba. En estos días dedicó gran atención a las elecciones en Perú y a la crisis política en Brasil, donde tomó partido por la presidenta Dilma Rousseff, y alentó en sus reportes la descabellada tesis de la confabulación y el golpe de Estado.

La emisora ya se venía mostrando muy poco amistosa con el nuevo gobierno argentino, pero se volvió aún más agresiva a partir de conocerse la acertada decisión del ministro de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, de abandonar el consorcio de países que la respaldan. Cuando se efectivice en concreto ese alejamiento, la señal ya no estará más disponible en la plataforma estatal de la televisión digital abierta y los cableoperadores privados no tendrán la obligación de incluirla en sus grillas.

El caballito de batalla preferido de Telesur para referirse a Mauricio Macri y a otros mandatarios no enrolados en el «campo popular» es procurar denostarlo al caracterizarlo genérica y despectivamente como «la derecha».

Sobran los ejemplos para demostrar su malicioso modus operandi: «Más políticas neoliberales: la Argentina aumenta tarifas de gas y agua en más de 300%», tituló días atrás, para inmediatamente presentar, en una infografía, mentiras flagrantes respecto de nuestro país, como que entre las acciones planificadas por la gestión de Macri se incluye «liberar represores de la dictadura», y da como concretados hechos que no han sucedido, como la remoción de la procuradora general de la Nación y del programa Fútbol para Todos.

Al dar a conocer el último informe de pobreza del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, Telesur soslayó prolijamente las referencias a cómo el gobierno de Cristina Kirchner hundió a casi un tercio de la población en ese nivel, llevando su exclusiva atención a los datos que tienen que ver con el primer trimestre de este año, ya durante la administración Macri. Y, obviamente, el regreso a Buenos Aires de la ex presidenta obligada por un requerimiento de la Justicia fue presentado a manera de epopeya y con una gran cobertura. Por supuesto que uno de los titulares sobre videos preferidos fue «Derecha acusa a Cristina». La señora de Kirchner pagó con creces esos halagos: fue Telesur el único medio que contó con una entrevista exclusiva de su parte y lo llenó de alabanzas.

En la exaltación de Telesur hacia la ex mandataria, la cronista Camila Sánchez, desde Buenos Aires, incurrió en un grueso error al confundir el 17 de octubre de 1945 -fecha magna para el peronismo, que rememora la liberación de su líder, tras ser detenido para dirimir una interna del gobierno de facto que integraba- con el 17 de noviembre de 1972, fecha en que Juan Domingo Perón regresó al país tras 17 años de exilio.

Lo peor de Telesur no es, pues, su ideología, si así pudiese definirse su estilo de populismo errático y ramplón, sino su intrínseca mala fe para informar, que mientras llena de alabanzas obsecuentes al régimen que asfixia a Venezuela, dedica a sus enemigos inexactitudes, exageraciones y omisiones extremadamente burdas.

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