Alemania corta de raíz el secesionismo
La idiosincrasia alemana se escribe con acento bávaro. Las tradiciones, costumbres e incluso los gustos culinarios y gastronómicos de todo el país se asientan –y con orgullo– en la región más meridional de Alemania. El traje típico alemán es el «Dirndl», un vestido originario del sur del país y que toda alemana luce con orgullo durante el «Oktoberfest», la popular fiesta de la cerveza y que, curiosamente o no, también es originaria de Baviera.
Unos distintivos que, sin embargo, llevaron al ultraconservador Partido de Baviera a presentar una demanda en el Tribunal Constitucional de Alemania para solicitar un referéndum secesionista en este «land», ya que, según esta formación, «desde la fundación del imperio en 1871 se ha creado la ilusión de una nación cultural alemana que ha tratado de marginar las peculiaridades de los diversos länder».
Esta petición secesionista entró a formar parte de los cerca de 300 recursos de amparo sobre los que tuvo que decidir el alto tribunal germano durante el año pasado. Sin embargo, y a pesar de la meticulosidad de este órgano, esta reclamación política se despachó en un inusual panel de apenas tres jueces y con sólo unas pocas líneas resumibles en un titular: Baviera es y seguirá siendo alemana. En su sentencia, hecha pública esta semana, el Tribunal Constitucional alemán decidió no admitirlo siquiera a trámite e indicó que «este auto es definitivo».
Para ello, empleó argumentos repetidos por otros tribunales europeos de similar jurisdicción, como el Constitucional español respecto al proceso separatista de Cataluña: «Los länder carecen según la Carta Magna alemana de competencias para llevar a cabo procesos secesionistas».
La resolución judicial terminaba sentenciando que en Alemania «la soberanía recae en el pueblo alemán, por lo que los estados federados no son los dueños de la Constitución. No hay por lo tanto espacio para aspiraciones secesionistas de un estado federado en el marco de la Constitución. Violan el orden constitucional».
Se pone así punto final a las aspiraciones del Partido de Baviera, una pequeña formación que en las elecciones municipales celebradas hace tres años sólo logró el 2,1% de los sufragios, que no tiene representación en ningún Parlamento germano pero que animada por la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea empezó una campaña titulada «Libertad para Baviera». En ella remitió al derecho de autodeterminación de los pueblos que figura en la Carta de las Naciones Unidas para reclamar la independencia de Baviera.
El partido forma parte de la Alianza Libre Europea, que agrupa a formaciones que coinciden en sus tendencias secesionistas, aunque representan con frecuencia ideologías enfrentadas. Con todo, la decisión de los tres jueces es tan firme que las reacciones desde la esfera gubernamental fueron inexistentes y sólo unos pocos medios alemanes llevaron a sus páginas la resolución, algunos de ellos solamente para, en cierto tono jocoso, advertir de que de producirse la escisión el equipo de fútbol Bayern de Múnich no podría seguir jugando en la Bundesliga.
La sentencia del alto tribunal alemán ha sido escrutada con lupa desde diferentes partes de Europa, ya que son varias las regiones europeas en las que encuentran arraigo fuerzas políticas que, con mayor o menor respaldo en las urnas, propugnan la secesión. A los casos de Cataluña, el País Vasco y Galicia, se suman, por sólo citar los más destacados, los de Padania y el Véneto en Italia; Flandes en Bélgica; Córcega y Bretaña en Francia, o Gales y Escocia en Reino Unido.
Como era de esperar, desde Alemania, sólo el presidente del Partido de Baviera, Florian Weber, quiso hacer algo de ruido y desde la página web de la formación escribió que «la lucha por la independencia bávara no será decidida por un tribunal, sino por la voluntad del pueblo bávaro». Weber dijo que esta sentencia era de esperar «porque cuando uno quiere drenar el pantano no pregunta a las ranas».
Lejos de las metáforas, el independentismo bávaro tiene una larga trayectoria histórica que en los últimos años ha desembocado no en una cuestión identitaria sino en el rechazo a financiar a regiones alemanas más humildes y que necesitan continuos apoyos financieros por parte de los «länder» más ricos y, también, en la animadversión contra políticas de integración de la Unión Europea. Antes de la unificación alemana en 1871, Baviera fue por un breve tiempo un reino independiente pero ya en aquel momento, muchos bávaros se sentían más próximos a la Austria católica, que a los prusianos protestantes. Más tarde, tras la Segunda Guerra Mundial, algunas voces pidieron la creación de la República Soviética de Baviera que no trascendió exceptuando pequeñas artimañas como la que ahora acaba de zanjar el Tribunal de un mazazo.