Armando Durán / Laberintos: ¿Referendo revocatorio contra Maduro?
La principal noticia política en la Venezuela de estos primeros días del nuevo año ha sido que el directorio del Consejo Nacional Electoral autorizó a la oposición venezolana a recoger las firmas necesarias para poner en marcha, de acuerdo con el artículo 72 de la Constitución nacional, un referendo revocatorio del mandato presidencial de Nicolás Maduro. Según esa norma, “transcurrida la mitad del período para para el cual fue elegido un funcionario o funcionaria, un número no menor del 20 por ciento de los electores inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato. Cuando igual o mayor número de electores hubieran votado a favor de la revocatoria, siempre y cuando haya concurrido al revocatorio el 25 por ciento de los electores inscritos, se considera revocado su mandato.”
De obtener la oposición el respaldo de ese mágico 20 por ciento del electorado (este último conformado por algo más de 21 millones en noviembre del año pasado), meta que en estos tiempos parece muy difícil de alcanzar, Maduro se vería obligado a someterse al único mecanismo que podría producir, democrática y electoralmente, un cambio político profundo, inmediato y radical. No se trata, sin embargo, de una opción nueva ni realista. El país ya recorrió ese áspero camino hace 17 años y medio, el 15 de agosto de 2004, y a los ojos de un mundo mucho más preocupado por la inestabilidad política de un país que producía tres millones y medio de barriles de petróleo que por la suerte de sus ciudadanos, su tramposo resultado consolidó la Presidencia de Hugo Chávez y la legitimad de su proyecto para reproducir en Venezuela la fallida experiencia revolucionaria cubana. Ni siquiera los informes de Tulio Álvarez y Ricardo Haussman, voces muy calificadas que mostraron la magnitud y complejidad del fraude, bastaron para alterar el conformismo de una comunidad internacional, que preferían pasar la página y olvidarse de Venezuela. Los indicios y las pruebas presentadas en estos informes, sin embargo, obligaban en cambio a los dirigentes de oposición a explicar por qué se habían negado sistemáticamente a reconocer las señales más obvias de la trampa chavista y por qué después se negaron a defender hasta con las uñas el voto del pueblo opositor, pero no lo hicieron.
Aquel día crucial, tras dos años de confrontaciones violentas de los ciudadanos contra el régimen naciente y de desencuentros irreconciliables en el seno de la oposición como consecuencias generadas por el desenlace de la rebelión cívico-militar del 11 de abril de 2002, gracias a las gestiones y las garantías que ofrecían los expresidentes César Gaviria, a la sazón secretario general de la OEA, y Jimmy Carter, en nombre de su Centro Carter, al trabajo de José Vicente Rangel, su principal negociador entonces, y la complicidad de los representantes de la Coordinadora Democrática, Chávez consiguió que la infame Mesa de Negociación y Acuerdos produjera un polémico acuerdo de 19 puntos, que firmado por ambas partes el 29 de mayo de 2003, puso punto final a la larga gestión mediadora del dúo Gaviria-Carter y puso en marcha los mecanismos del referendo revocatorio del mandato de Chávez a cambio de que la oposición legitimara con su firma el desempeño democrático de Chávez y renunciara expresamente a emprender acciones que según el gobierno fueran directa o indirectamente “golpistas o saboteadoras.”
Sin la menor duda, aquella fue una gran victoria chavista, porque a partir de ese instante, como claramente lo advirtió Enrique Mendoza, coordinador de la alianza opositora, “no vamos a caer en provocaciones”, leit motif que le permitiría a los dirigentes de la oposición transitar sin sublevarse contra las repetidas estratagemas del régimen, primero para demorar ilegalmente la fecha del revocatorio y después para violentar el sentido del artículo 72 y convertir lo que se definía como referendo en simple plebiscito. Un colaboracionismo oportunista de la oposición, vigente hasta el día de hoy.
Aquellas maniobras y manipulaciones las reconoció el propio Chávez el 12 de noviembre de aquel decisivo año 2004, en reunión que sostuvo con la alta y mediana dirigencia de su partido en Fuerte Tiuna, sede del Ministerio de la Defensa, al señalar que “ustedes deben recordar que producto del golpe del 11 de abril y todo el desgaste aquel, la ingobernabilidad llegó a un alto grado: la crisis económica, nuestros propios errores, hubo un momento en que nosotros estuvimos parejitos (con la oposición), o cuidado si por debajo. Hay un encuestador internacional recomendado por un amigo (no identificó a uno ni al otro) que vino a mediados de 2003, pasó como dos meses por aquí y fueron a Palacio y me dieron la noticia bomba: presidente, si el revocatorio fuera ahorita usted lo perdía. Ustedes saben que mucha gente no le dice a uno la verdad. Estamos bien, me decían. Estamos sobrados. Entonces fue que comenzamos a trabajar con las misiones (programas sociales de beneficencia) y empecé a pedirle apoyo a Fidel. Y empezaron a llegar los médicos cubanos por centenares, un puente aéreo (entre Caracas y La Habana), aviones van, aviones vienen, y a buscar recursos. Y empezamos a inventar las misiones y empezamos a remontar en las encuestas. No hay magia aquí, hay política, y vean adonde hemos llegado.”
De ese modo, no precisamente sinuoso, con meses y más meses de retraso por razones supuestamente técnicas, y con la aberrante sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, aceptada sin ningún pudor los dos representantes legales de la Coordinadora ante el máximo tribunal del país, Gerardo Blyde y Ramón José Medina, se desvirtuó contundentemente el sentido del artículo 72 y se selló la suerte del referendo revocatorio. Y así, a pesar de que el domingo 15 de agosto, durante ocho, diez, doce horas, millones de electores acudieron a las urnas, y a pesar de que al caer esa tarde, Henry Ramos Allup, Felipe Mujica y César Pérez Vivas, en representación de los tres principales partidos de ola oposición, risueños y felices, haciendo con los dedos la señal de la victoria ante las cámaras de la televisión, le transmitieron a los ciudadanos la certeza de que al fin Chávez había mordido el polvo de la derrota, pocas horas más tarde, a la 4 de la madrugada del 16 de agosto, Francisco Carrasquero, genuflexo presidente chavista del Consejo Nacional Electoral, informó que el No de Chávez había vencido, con 59 por ciento de los votos emitidos, al 40 por ciento que obtuvo el Sí de la oposición.
En el curso de las próximas semanas nos veremos obligados a ocuparnos de este de este nuevo despropósito opositor, tan idéntico al de entonces. Por ahora digamos que, a partir de aquella frustrante madrugada, el abatimiento y la depresión se adueñaron del ánimo opositor, sobre todo, desde que pocas horas después, Jimmy Carter y César Gaviria certificaron la transparencia de aquellos resultados. ¿Alguien duda que el gobierno de Chávez ejecutó entonces un gran fraude electoral? ¿Y podrá alguien en su sano juicio pensar que de llevarse a cabo este supuesto referendo revocatorio del mandato presidencial de Maduro, aupado por las mismas fuerzas políticas nacionales y extrajeras que le facilitaron a Chávez violar la voluntad de los ciudadanos hace más de 17 años, sucederá algo distinto a lo ocurrió aquel 15 de agosto? Por otra parte, ¿qué argumentos empleará la misma oposición y la misma comunidad internacional que en enero de 2019 le dio su respaldo a Juan Guaidó y a su propuesta de promover el cese de la usurpación y el fin de la dictadura para justificar la imposible iniciativa de convocar un referendo revocatorio del ilegitimo mandato presidencial de quien desde entonces ellos han calificado de usurpador? Como diría Hegel, en Venezuela no pasa nada nuevo bajo el sol.
La activación del referendo revocatorioesuna estrategia destinada a la salida de Maduro por la vía democrática del voto popular, tal como lo establece el artíclo 72 de la constitución. Ahora bien se sabia que no era una iniciativa fácil de ejecutar, por las caracerísticas del encausado o revocable, asi como entendemos y comprendemos que nada será conseguido en este régimen que signifique la salida deltirano del poder; pero sin embargo, sin caer en el en sayo y error, se hace el intento porque es un derecho consagrado en la constitución nacional y que hay que activar e para buscarle salidad a la crisi institucional del pais cuando el revocable cumpla la mitad de su período constitucional, que en este caso, más político que jurídico por el carácter de usurpador que detenta el señor Maduro de la Presidencia de la República, asi que tampoco se trata de legítimar o no, sino de institucionalizar la figura del Presidente a través de la expresión de la soberanía popular, violentada por el usurpador que no cumplió con el artículo 228 de la constitución, para ser reconocido como presidente; si así fuere, los críticos del referendo y quienes participaron en el proceso electoral, que también fue fraudulento y manipulado para impedir la manifestación libre y democrática del pueblo, legitimaron con su participación al usurpador, con la variante que no fue un proceso para salir de Maduro, sino para cohabitar y convivir con el régimen a cambio de unas gobernaciones sin poder, unas alcaldias,concejales y diputados como figuras decorativas de la fingida democracia, cuya imágen quizo y proyectó Maduro de su dictadura ante lacomunidad internacional, y los protagonistas del diálogo, que de entrada reconocieron a Maduro.. El revocatorio está en la constitución como un derecho ciudadno y estamos obligado, con sus obtáculo impulsarlo. Da laimpresión que la lucha contra la dictadura de algunos opositores debe ser laigh, sin sacrificio, desde la cama o redes, que todo tienen que ser a la medidad de la comodidad de quienes se dicen opositor y aceptada sin trampa del régimen y con un CNE, que cuando yo quiero es democrático hoy y mañana no. Ese criterio del Miami dame dos, es que nos tiene entrampado, no queremos sacrificar nada, todo lo debe hacer el régimen cuando le da la gana y nosotros, ahora si vamos a joderlo porque el régimen es democático o en su defecto esperar un tercero que venga a resolvernos el rollo,mientras nosotros fuera del país, que nos sufriimos la de caín, podemos esperar hasta el 2024. Eso si es fácil y el régimen lo acepta porque se fortalece y el ciudadno se debilita y la oposicón se divide cada día más por la falta acciones concertadas y con un objetivo único, como se hizo el 23 de Enero del 58, nadie habló de cohabitar, ni siquiera los militares. No hay que perder el foco, el enemigo está al frente no a los lados, los que se fueron ya están marcados