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Así habló Leonor (y se le entendió todo)

Y se hizo el silencio en el teatro Campoamor de Oviedo. Un silencio espeso, de momento histórico. Todos los ojos, sin excepción, buscando la rubia cabellera de una niña de 13 años. Que no es una niña cualquiera. Que se llama Leonor y que recordará ese silencio a lo largo de toda su existencia. «Hoy es un día muy importante en mi vida que he esperado con mucha ilusión». Eran las primeras palabras, en sus propios premios, del proyecto de Reina de España que es Leonor de Borbón, convenientemente auspiciada por su padre, Felipe VI, en absoluto insensible -empático, se dice ahora- ante la emoción del momento. Han pasado 38 años desde que el ahora Rey pasó por idéntico trance en el mismo lugar.

Poco, casi nada, se había escuchado en público de la voz de la Princesa de Asturias. Un monosílabo por aquí, una frase hecha por allá, lo máximo el artículo 1 de la Constitución que leyó con voz clara hace ahora casi un año en el auditorio del Instituto Cervantes. Por eso la expectación y por eso los nervios. Leonor, vestida de celeste, jugaba en casa, aún sin soltura para saber exactamente qué hacer y en qué momento hacerlo. Mirando tímidamente a papá, a mamá Letizia, o al palco donde aplaude la abuela Sofía, para encontrar aprobación. Y, durante la presentación de los premiados, los músculos de la cara  en tensión y un nudo en el estómago, seguro, hasta el momento de tomar la palabra. Es difícil ser humano, y tan real.

 

Se trastabilló dos veces, pero sorprendió dirigiéndose a los premiados en impecable inglés

Indisimulables los nervios, controlando a duras penas la respiración y la sonrisa imperceptible. Dando sentido a tantas horas de preparación para ser real. Mirando al auditorio sin perder el sentido de sus palabras. Teatralizando. Interrumpida por los aplausos generosos de la audiencia. Se trastabilló dos veces, pero sorprendió dirigiéndose a los premiados en impecable inglés. Así habló Leonor, que por cierto no hizo mención alguna a su abuelo, el emérito Juan Carlos.

«Yo llevo sangre asturiana», proclamó en un discurso deliberadamente breve, que lo que se quiere bueno ya se sabe. Los lazos con Asturias de la ya preadolescente Leonor, en los premios de la fundación que lleva su nombre y cuyo acto la citará cada año en el corazón del Principado, ocuparon gran parte de su alocución, al igual que la de su padre años atrás: «En mi casa, las palabras España y Asturias siempre están unidas con la misma fuerza con las que las ha unido la historia».

Tras entregarles uno a uno los galardones con mano izquierda y franca sonrisa, se dirigió Leonor a los premiados -desde el dramaturgo Peter Brook a la esquiadora Lindsey Vonn, la escritora Siri Hustvedt o los responsables del Museo del Prado-, para agradecerles su fomento de las artes y su trabajo para reducir las injusticias: «Vuestras obras nos recuerdan que hay millones de personas que piensan y actúan para que el mundo sea mejor».

Respiró Leonor tras su discurso. Adiós al nudo en el estómago. Tomó la palabra su padre y Rey, Felipe. Buscaban los exégetas una velada alusión a Cataluña, unos conceptos entre líneas sobre la situación política, una advertencia escondida en el fondo del discurso. No lo hubo. La tarde era por y para Leonor: «La obligación de servir a España y a los españoles debe ser el mayor orgullo y el máximohonor que puedas alcanzar», le transmitió Felipe VI. «Tu deber será actuar siempre con el ánimo esperanzado, con coraje y con valentía; creciendo en responsabilidad, en bondad, y en ejemplaridad».

Un consejo que es todo un código de conducta. Para lo que está por venir. Y para lo que sucedía al mismo tiempo a 900 kilómetros, en Barcelona, que no dejó de flotar en el ambiente. Y para toda una vida. Porque es probable que, cuando sea Reina, a Leonor no le falten momentos para alzar la voz. Quién sabe.

 

 

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