Aveledo Coll: Henry Kissinger y su siglo
Ha fallecido Henry Kissinger, controvertido diplomático estadounidense y singular figura de la segunda mitad del siglo XX. Admirado y detestado, fue el arquetipo del consejero político contemporáneo, marcando en su arco vital hitos de la paradójica centuria.
Nacido en un hogar judío en los inicios de la convulsa República de Weimar, los años formativos de Kissinger se entrelazaron con los hilos del inquietante extremismo político de entreguerras. Tras experimentar años de acoso antisemita, su familia escapa de la Alemania nazi para refugiarse en un barrio de clase media baja en los Estados Unidos.
El joven que no había podido ingresar al Gymnasium de su natal Fürth, completa su secundaria en el turno nocturno de una escuela pública en una zona de inmigrantes judíos de Manhattan. Allí comparte estos estudios con el trabajo en una fábrica. Con pocas perspectivas, la Segunda Guerra Mundial lo encuentra en el frente doméstico como estudiante de contabilidad, y es conscripto a los 19 años.
Como germanohablante supo hacerse útil trabajando en operaciones de inteligencia en la batalla de las Ardenas, pese a su bajo rango. En 1945 es nombrado como autoridad máxima del pueblo de Krefeld, en la ofensiva occidental de los Aliados. En esta primera experiencia de gobierno, en una población destrozada por la guerra, mostró cualidades de liderazgo y logística que entonces parecían un capítulo incongruente de su vida, pero que servirían como preludio a un destino aún por desplegarse. De allí pasó al Counter Intelligence Corps, promovido al rango de sargento, como agente del proceso de desnazificación. Se retiró en 1946 y aprovechó la beca de veteranos para mejorar sus perspectivas profesionales.
En el escenario central
Kissinger encontró en la academia un santuario para sus talentos. Al graduarse como politólogo en Harvard, accedió a una cátedra y contribuyó con obras fundamentales a la ciencia política y las relaciones internacionales. Su tesis doctoral, Un mundo restaurado, reflexiona sobre las relaciones de poder entre los estadistas europeos del Congreso de Viena, distinguiendo entre los actores conservadores y los disruptivos. No sería, empero, su obra histórica la que llamaría la atención de los decisores en Washington. En plena Guerra Fría, con su libro Armas nucleares y política exterior, se integraría como consultor del Consejo de Seguridad Nacional norteamericano y recomendó el uso táctico de esta tecnología.
Kissinger pasa a la primera línea de la política con las primarias republicanas de 1968, cuando comienza trabajando para el centrista Nelson Rockefeller. Colabora en última instancia con el polémico Richard Nixon, abriendo así casi una década de cooperación con las administraciones de ese partido. Todavía es objeto de polémica si intervino para descarrilar las conversaciones entre Estados Unidos y Vietnam del Norte de la administración demócrata de Lyndon Johnson. Pero lo cierto es que este fracaso favoreció las posibilidades electorales de Nixon, quien lo integró al equipo presidencial.
Secretario de Estado
Es justamente en esta etapa como asesor de seguridad nacional y secretario de Estado que la influencia de Kissinger dio forma a la política global. Los hitos más memorables son el acercamiento a la China comunista tras la iniciativa de Nixon, y la paz de París con Vietnam del Norte. Ésta le haría ganador del Nobel de la Paz en 1973. Si bien fueron importantes victorias tácticas para Occidente, no necesariamente devinieron en aperturas políticas atadas a nuestros valores. El atribulado y corrompido régimen de Vietnam del Sur cayó, abandonado por los norteamericanos en 1975. Y es discutible si China alguna vez se incorporará al proyecto ilustrado.
¿Qué motivó a Kissinger? Recogidas en sus densas memorias, era evidente la conexión entre sus aspiraciones de reconocimiento social e intelectual. Su desdén hacia los políticos profesionales y el realismo político definió su trayectoria. No sin autocomplacencia, justificaba cada acción u omisión norteamericana en países como Camboya, Timor del Este, Chipre o Bangladesh con sus advertencias sobre la fragilidad del orden internacional.
Para los latinoamericanos, es justamente en ese tiempo que se forja la leyenda del secretario Kissinger: el celo de sus recomendaciones anticomunistas contra el caótico gobierno de Salvador Allende en Chile, dando su visto bueno al golpe de 1973, y así con explícito apoyo a los regímenes de seguridad nacional del Cono Sur. Para sus críticos, Kissinger fue esencialmente genocida inmoral, mientras que sus defensores lo ensalzan por evitar males mayores. Al final, ni siquiera la lucha por la justicia está exenta de atrocidades.
Celebridad e infamia
Tras la derrota de Gerald Ford en 1976, Kissinger retomó brevemente su vida académica. Pero ahora con el palmarés de haber sido la cara global de una superpotencia. Inició una faceta de consultor privado en inversión, capitalizando los contactos desarrollados en su servicio público, lo que le garantizó una importante fortuna. Por cinco décadas, Kissinger asumió el papel de veterano sabio, asesorando a gobiernos de todo el espectro político. Así se convirtió en un codiciado partícipe de los más importantes foros globales de la élite internacional de pensadores e influencers, y publicó libros que devenían en clásicos inmediatos. Para algunos, esta era la merecida culminación de una influyente trayectoria intelectual y política, mientras que para otros era el recordatorio de que había escapado sin castigo, si bien podía enfrentar alguna protesta menor.
los consejeros son esencialmente irresponsables. Mientras los políticos enfrentan el peso político, moral y electoral de sus decisiones, otro tanto ocurre con los consultores de variada gama: todos pueden gozar —tras la derrota o la ignominia de su aconsejado— un florecer profesional, elevados al estrellato con alguna que otra incomodidad derivada de la fama. Kissinger estuvo dispuesto de saltar de líder en líder, dejando a su paso un cementerio de fracasados y pretendientes.
Al final, la amarga constatación de la vida de Kissinger es que una vocación realista viene aparejada con el riesgo moral de confundir medios con fines, sin que para ello obste la brillantez intelectual. Nuestro tiempo de contradicciones entre los valores de la libertad y la realidad del autoritarismo global, ha sido el siglo de Kissinger.