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Beatriz Pineda Sansone: Cantando alto

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Quiero a mi hijo pisando firme, cantando alto, sonriendo libre expresa la melodía titulada Un millón de amigos que cantaba Roberto Carlos hace algunos años. Traigo la letra de esta hermosa canción que a todos tocó el alma, en su momento, para dedicarla a los jóvenes. Durante la juventud el corazón es una casa de puertas abiertas, y los amigos son más ciertos en horas inciertas.

La identidad exige amor: amor a los tuyos, a tu patria, a ti mismo.

Traza proyectos desde que eres adolescente, porque desde la juventud puedes plantarlos, regarlos, podarlos y defenderlos.

La juventud es la etapa más segura para levantar tus ideales, pues ellos exigen esfuerzos, fatiga, que sólo en la mocedad biológica puedes lograr. Aunque la juventud de tu espíritu sea eterna es prisionera de un cuerpo que con los años se cansa y merma. Los ojos ya no verán detalles ni matices, aún cuando profeticen circunstancias y anticipen hechos.

Estudia, trabaja y lucha para construir, para sembrar, para regar y cuidar aquello por lo que vives. Batalla solo por lo que trasciende, lo contrario es botar el tiempo, regalar la vida. Cuanto vales solo lo dejas inscrito en tus obras.

No puedes tapar el sol ni las estrellas con tus manos, porque ellos serán tu luz en momentos oscuros. Tus padres, hermanas y hermanos son ese manto luminoso que te acoge siempre en la oscuridad.

Debemos construir cosas positivas, llenas de sentido, porque sobre ellas se basarán los recuerdos. Quien no construye nada, nada tendrá que recordar. Será como ojear un álbum vacío.

Recuerda que todo tiene un tiempo. Que debes alcanzar la madurez y la plenitud de tus proyectos, aunque su desarrollo tome toda la vida, pues nacemos para algo. También la maternidad tiene una edad, porque la crianza requiere fuerzas, tanto físicas como espirituales. Lamentablemente, no siempre vienen juntas, porque la vida es insuficiente, diversidad, contradicción. Y la sabiduría viene con golpes, tras la experiencia y la edad. Por ello, los hijos son necesarios.

Si eres la rama desprendida de un árbol cuyo follaje da sombra.  Un amargo le hiere. Es duro, triste perder un hijo.  Saber que camina por lejanos parajes como huérfano olvidado. Un hijo o hija que vive solo en el corazón, en el pensamiento, no es real es más bien virtual.

Nunca se es más débil que cuando se está solo. Un árbol sin familia es solo un árbol. El bosque es su unidad. La unidad que le confiere fuerzas e identidad.

No conozco mejor ejemplo de unidad y de trabajo en equipo que mis manos, conformadas por cinco dedos. Ninguno es semejante al otro, todos tienen diferente estatura, y, sin embargo, nuestras manos todo lo hacen en el más perfecto equilibrio. Y, si un solo dedo falta, es como si faltara la mano.

En estos momentos anhelo ser ingeniera para construir puentes indestructibles de unión en mi patria y el mundo dividido.

Cuando el viento fuerte cruje, anuncia tormenta. Por eso los árboles de un bosque permanecen unidos, porque entre sí, se guarecen y protegen de la amenaza que representa la tempestad, su rugido.  La unión es muy importante.

Dicen que el amor es comprensión, y nunca se ama tanto como cuando no se comprende, como cuando no olvidamos las cosas tristes pasadas para dejar entrar las alegrías.

Yo creo más en el amor, en la paz y la alegría del espíritu, que en el oro y el poder que los hombres anhelan como íconos de felicidad. Nada nos confiere mayor dicha y seguridad que amar y sentirnos amados salvando todas las diferencias.

Nada hace al hombre más humano que cuando advierte los desiertos, las colinas y los ríos que lo cruzan.

Nada, salvo la inteligencia y la humildad, son capaces de abatir los fantasmas que invaden nuestro espíritu.

Yo creo en el amor, creo en la vida, creo en los grandes hombres y mujeres que han forjado la humanidad con sus obras, creo en los frutos de mi vientre, y a todos dedico este canto.

 

 

Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.

Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.

Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.

En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura. 

 

 

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