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Broncos y bobos

Se han venido abajo, atizadas por el odio, la saña, la maldad y la ignorancia, todas aquellas esperanzas que depositamos hace medio siglo

Mira uno alrededor y no ve más que salvajadas. El paisaje no puede ser más desolador, en nuestro país y en el mundo. Se han venido abajo, atizadas por el odio, la saña, la maldad y la ignorancia, todas aquellas esperanzas que depositamos hace medio siglo, cuando España dio el salto de la dictadura a la democracia sin sangre, el Muro de Berlín se desplomó, se descolonizó por decreto de la ONU y se creó la Comunidad Europea, creyendo todos que el abrazo entre De Gaulle y Adenauer traería la paz en nuestro continente. Nada de eso se ha cumplido, junto a tantas otras ilusiones, como que el progreso sería una constante, entendiendo por tal que los hijos vivirían mejor que los padres; nuestros vecinos pasarían de ser nuestro mayores enemigos a nuestro mejores amigos; la derecha y la izquierda aproximarían posiciones, con la socialdemocracia y la democracia cristiana gobernando juntas en grandes coaliciones para afrontar las crisis que requiriesen la economía de mercado y los errores que siempre se cometen; los comunistas cambiaban de nombre y peluca, y los nazis supremacistas quedarían sólo como un capítulo negro de la historia.

Nada de eso se ha cumplido. Baste con decir que los nacidos en aquel feliz entonces encuentran dificultades en encontrar empleo y no tienen segura la jubilacion –véase el informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, donde se califica de «poco plausibles» las proyecciones del Gobierno, empezando por suponer dos millones más de habitantes, cuando la demografía está bajando en España–. Estas sí que son las cuentas del Gran Capitán. Y, encima de todo ello, los secesionismos. O, mejor dicho, de un Gobierno que indulta a sus condenados y cede a sus chantajes para continuar gobernando. ¿Cómo?

Sin que sirva de consuelo que fuera de España no van las cosas mucho mejor. Cuando Alemania se dispone a deportaciones en gran escala ante la avalancha migratoria está dicho todo. De Gaza, mejor no hablar, aunque tenemos la obligación de hacerlo. Hay que condenar la agresión terrorista de Hamás a Israel, pero eso no le autoriza a machacar a la población civil día y noche, dejándola sin agua, luz, alimentos, medicinas, contra todos los principios acordados de la guerra y se acerca al crimen contra la humanidad. Netanyahu está dando a los gazaítas las mismas opciones que los Reyes Católicos a los judíos españoles: convertirse o emigrar, a saber, morir sepultados en sus edificios, ya que la segunda parte de la operación consiste en arrasar por tierra, mar y aire la franja de Gaza con sus habitantes dentro, como vemos en los telediarios. Limpiar Palestina de palestinos para crear finalmente el Gran Israel, la Tierra Prometida. Todo por elegir bronquistas como Trump o troleros como Sánchez, que vende el acuerdo con Sumar como un triunfo, cuando es una absorción, no cita a los secesionistas y se olvida de las demandas de Podemos. Asumo la culpa que pueda tener por lamentarlo y decirlo.

 

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