GEORGE ORWELL
“La propiedad es un robo” Proudhon
“Todos los animales son iguales, pero, hay unos más iguales que otros” Leído en Rebelión en la granja de George Orwell
Es curioso, pero, es con Nicolás Copérnico que se empieza a hablar de revolución y el vocablo se adueña, vehicularmente de la idea de cambio radical. El genial polaco italiano, conmovió el saber cuando avanzó la tesis de que no era la tierra el centro del universo sino el sol.
Revolución será pues y desde entonces, los procesos y su culminación de revisión de dogmas principios y creencias para sustituirlos por otros que resultan de la mutación del pensamiento, de su evolución o de sus convicciones. Cada uno siguiendo a cada cual o constatando primeramente en su razón y en su corazón la verdad y luego, compartiéndola con los demás.
Mas tarde posicionará para además referirse a las transformaciones políticas, económicas, sociales, institucionales, culturales que trastocan la historia y como me hizo ver un amigo del Twitter, Iván Arango Avendaño, debe agregarse aquellos cataclismos que afectan al hombre y su modelado espiritual y racional como Wittenberg en 1517 con Martin Lutero y sus 95 tesis clavadas a las puertas de la iglesia del castillo.
Todos esos movimientos que se cumplen, a partir del renacimiento y de la modernidad, las revoluciones ya mencionadas en la primera entrega, la holandesa, la inglesa, la americana, la francesa y aquellas denominadas atlánticas, exhiben rasgos comunes, en cuanto a su bandera principal; hallarle al homo un espacio trascendente “per se” reconociéndolo, como un ser libre y digno ante todo y elaborar con sistematicidad un orden normativo e institucional donde él cupiera y pudiera ser, en el respeto de sus congéneres y en la ingeniería societaria pública, él mismo.
¿Qué quiero decir con esto? La modernidad descubrió al hombre, el hombre. La secularización abrió caminos y los caminos la legitimaron, pero esa dinámica socavaba toda una estructura base y entorno, en la cual el hombre, como en las cavernas de Platón, yacía ingenuo o confundido, ignorante de si mismo y, se convenció de que él contaba también, y si bien había un Dios, había un ser, una entidad, un valor, un hombre.
Es allí, donde Occidente además se perfila y templa un carácter. Se reconoce y se postula para liderar la convivencia, la coexistencia, la cultura, el pensamiento, la emoción y la razón de vida. Por eso las revoluciones que anteceden al siglo XX, persiguen, conscientes e inconscientes también, el desarrollo de una idea, la del ser, hombre que, como hemos dicho, consagra una unidad básica, el hombre y la libertad, su disposición a ocupar un espacio para su yo ser, haciéndolo y haciendo con ello consciencia de su condición de líder de la creación y escultor de su devenir.
El hombre va a cambiar el mundo procurando su desarrollo ontológico. El hombre persistirá hasta modificar la organización societaria, enhebrará paulatinamente un marco de actuación, un espacio público, creará normas y aparatos para lograrlo, a medio paso entre la intuición y la inferencia, el convencimiento y la fe en su destino. Las revoluciones instrumentaron para ese trance histórico regularmente y fueron la madre de ese quiebre ontológico como diría mi amigo Emilio Useche.
Empero, advertimos un giro peligroso en las revoluciones del siglo XX. Ya no se trataba de favorecer el desenvolvimiento y su potencialidad, del hombre, individuo y comunidad. Se hará dentro de un esquema, un parámetro que lo sesgará todo, las ideologías, en suma.
La ideología del hombre y sus derechos, sus valores, su concientización como igual a los otros y dignos todos, encuentra en la hermenéutica liberal su mejor elaboración, pero, coetáneamente, ese lado oscuro del que hablaba Hobbes se manifiesta dando lugar a un golpe cardinal que modificó las cosas.
La cuestión social como denuncia e incluso, la encíclica Rerum Novarum, se amalgamarán con una tesis distinta que, aunque como todas las ideologías impregnadas de liberalismo, insurgirá contra este, enarbolando la bandera de la justicia, del equilibrio, de la equidad como derecho de todos antes que derecho de cada uno, el socialismo llevará un mensaje redentor a todas partes aunque no tardará en mostrar en su naturaleza orientaciones perniciosas.
El siglo XX, como antes anotamos, vino preñado de buenas intenciones. Al cuestionamiento de los excesos liberales que se traducían en la desigualdad y la asunción como visible perfil del sistema económico generador de pobreza, seguía una progresión de la idea de hacer del Estado no un mero gendarme atento a los servicios y la seguridad. El Estado social circulaba desde Alemania e Inglaterra como una valoración del rol del trabajo en la vida del hombre que requería de la solidaridad de otros ante la contingencia y la vejez.
La primera guerra se emprende hacia 1914 que, por cierto, no interrumpe esa graduación en las conciencias, pero, abre un paréntesis en donde florece el estado nación, como otra reivindicación del hombre deseoso de decantar su especificidad, su identidad al tiempo que en Rusia se alumbra una revolución cuyas características comentaremos brevemente en la entrega final de esta serie, la semana próxima Dios mediante.
Nelson Chitty La Roche, nchittylaroche@hotmail.com, @nchittylaroche
Tengo como falla de origen ser muy visual. Todo este tour histórico trajo a mi mente imágenes de esos momentos descritos. Las ilustraciones van por mi cuenta y abundan. Excelente su prosa, mucho más su conocimiento cierto. Gracias por esta extraña forma de responder mi mensaje. El primero en ver al gocho Useche, le envía saludos al otro.