Ciudadanos, el fin
El partido murió con la propia dimisión de Albert Rivera, en realidad Inés Arrimadas no tuvo nunca opciones reales de recuperar al convaleciente
Ciudadanos fue una idea bonita en un momento en el que España necesitaba una plataforma regeneracionista. No es que la idea se fuera al traste, sino que los líderes de un partido en feroz crecimiento –durante su ascenso al poder– fueron encontrándose con estímulos y ambiciones nuevas, subordinando aquel principio motor basado en la unidad nacional (constitucionalista) y la reforma institucional. Tampoco es que ambas cuestiones hayan dejado de importar, al contrario, pero ahora el momento político es otro, porque lo que vino después, incluyendo la debacle de Ciudadanos, nos llevó a un escenario infinitamente más grave, con un gobierno sostenido por las fuerzas que quieren romper España (ellos prefieren utilizar ‘irse’ de España). El partido murió con la propia dimisión de Albert Rivera, en realidad Inés Arrimadas no tuvo nunca opciones reales de recuperar al convaleciente; el drama es que ni siquiera saben ponerse de acuerdo para decidir quién debe encargarse de la sepultura.