Democracia y PolíticaPolítica

Colombia: Sí menor

farc-vs-santosSi se lee como un contrato, muchas de sus cláusulas aconsejarían renegociarlo (si ello no fuera inviable), o incluso rechazarlo en bloque. Sin embargo, aunque en su lenguaje abunden las leyes que se promoverán, las políticas que se implementarán y las comisiones que verificarán, el acuerdo no es un texto jurídico sino político: expresa la decisión bilateral de terminar una guerra. Para ello, las Farc se comprometen a transitar a la vida democrática y el Gobierno a implementar reformas institucionales que contrarrestarán los efectos de la violencia política.

Si el núcleo de lo firmado es el fin de una violencia política, el acuerdo es, ante todo, un tratado de paz, y por eso, lo decisivo es que las Farc desaparecerán como organización insurgente y se comprometen a hacer política sin armas. Ahora bien, como estamos suficientemente prevenidos por la historia de la actitud taimada de unos y de las promesas de papel de los otros, el realismo aconseja una actitud cauta y vigilante. Un Sí menor, para decirlo musicalmente.

¿Por qué no merece este acuerdo histórico un Sí mayor? Por el contexto político nacional que lo enmarcó y por las consecuencias no queridas que podrá traer. Lo primero se resume en el sectarismo que lo acompañó desde el vamos. Esta paz conseguida por el otrora oficialismo liberal dividió innecesariamente al país mediante un clima de intolerancia cuyos mejores representantes son aquellos que aconsejan “fusilar” a unos y desenmascarar a los “vendidos”. Pero, más allá de la incontinencia verbal de los políticos, la división entre la ciudadanía fue resultado de moralizar la paz como ideal político mediante el dilema paz o guerra. Los eslóganes emotivos impiden recordar que, en términos absolutos, el dilema quedó resuelto al final de la década pasada cuando la voluntad de lucha guerrillera fue doblegada.

Un Sí mayor, entusiasta y proselitista, tampoco lo aconsejan las eventuales consecuencias no queridas del acuerdo. Las amplísimas competencias —temporales, personales e institucionales— de la Jurisdicción Especial de Paz y la ausencia de una inhabilidad política para los responsables de los crímenes más graves son sólo dos aspectos que podrán ser contraproducentes. En este sentido, el Sí menor es una forma de desmarcarse de los poetas de la paz que llevan cuatro años cosechando votos, contratos y aplausos.

Pero un Sí menor no es una buena razón para la abstención, porque la política, como el arte de lo posible, implica decidir. Y en efecto, el acuerdo alcanzado, a pesar de las conductas erráticas del jefe de Estado, de los estruendosos silencios en materia de reparación a las víctimas, del desgano en materia de narcotráfico y los excedentes en materia de legitimación ideológica, es el que tenemos. Pensar que podría haberse logrado algo mejor es tan seductor como imposible de saber. Lo posible es que este tratado de paz ayudará a dejar atrás el anacronismo de la política armada. Y eso lo justifica.

Iván Garzón Vallejo
Profesor Universidad de la Sabana, @IGarzonVallejo.
Director
Programa de Ciencias Políticas
Universidad de La Sabana 
Km 7 Autopista Norte de Bogotá, D.C.
Bogotá, Colombia
Botón volver arriba