Cristina Casabón: Los políticos, los niños y las niñas
La obsesión del PP con estar dentro del pensamiento correcto le hace resbalar cada vez que pretende afianzar su ideario
Como somos el país con más imaginación política del mundo, nos dedicamos a señalar con el dedo índice los malos comportamientos, dividir y marcar a la gente en función de la conducta y disfrazarnos de ‘role models’. Ahora parece que nadie quiere disfrazarse de chico de colegio mayor, que dicen que no se lleva, todos quieren ser el mismo señor feminista, colectivamente, por eso es tan complicado. Pero compensa, porque la señalización virtuosa es mucho menos exigente que el razonamiento.
Dentro de esta euforia política que vivimos, el señalamiento virtuoso permite, sobre todo, marcar quiénes están fuera y quiénes están dentro. La obsesión del PP con estar dentro del pensamiento correcto le hace resbalar cada vez que pretende afianzar su ideario, y los votantes no le siguen ya el juego. En la izquierda vale todo, miren a Ábalos dando lecciones sobre machismo y masculinidad tóxica a los niños, cuando podría impartir una cátedra. Pero no todos somos de esta escuela. No se entiende que algunos busquen a toda costa salvarse del reproche moral porque de todos modos, siempre nos mostraremos demasiado lentos, pesados y pusilánimes para el gusto de los nuevos amigos de la igualdad. A pesar de los esfuerzos de redención, ya nada podrá salvarnos.
A mi de todos modos no me preocupa este espectáculo de los políticos que se dedican a mostrarnos el camino a los cielos, porque cada vez más gente va a lo suyo. Cuatro gatos convocaron una concentración por la noche frente al Colegio Mayor Elías Ahuja y habrá otros cuatro más defendiendo la universidad de los pijos imberbes que amenazaron con iniciar el cuarto Reich. Yo el lunes iré a sentarme con la silla de la cocina para ver pasar al colectivo Errejón, desfilando en procesión con las velas, las cruces y los santos errejones. Ni en el Pilar tuve yo una educación tan religiosa como la de esta iglesia feminista. Ahora que la Semana Santa ha perdido algo de su antigua ostentación, a estos les da por hacer de sayones y pasear con sus ejercicios espirituales. Bufones, comentadores o pensadores pretenden encarnar durante esta marcha el espíritu de la disidencia a pesar de que llevan la voz cantante y marcan la agenda mediática para ocultar los fracasos y problemas reales.
En lugar de interiorizar esta locura y dar pruebas de honestidad de manera apresurada, invoquemos los razonamientos, la racionalización de cualquier cosa, desde la santificación de Franco por la iglesia palmariana hasta que los feministas como Ábalos den lecciones de sexualidad tóxica a los niños, cosas que la ficción no hubiera podido inventar pero que ocurren en España todos los días. Solo el razonamiento nos salvará de que estos vengan con su sermón de la montaña. Han montado ya su campamento basílica estratégicamente en las universidades para que ninguna niña diga en televisión que le gustan todos los del edificio de enfrente, pero que ha decidido casarse con el que hacía sonidos de orangután esperando el semáforo.
CRISTINA CASABÓN: Madrid (1988). Columnista en ABC. También escribo en The Objective. Analista de riesgo político.