¿Cuáles fueron los principales aciertos y errores de los manifestantes cubanos el 11J?
Casi la totalidad de los cubanos que se manifestaron el 11 de julio lo hacían por primera vez, contra un régimen que llevaba décadas preparándose para reprimirlos.
Entre los días 11 y 12 de julio del 2021 ocurrieron en más de 120 ciudades y pueblos de Cuba las protestas antigubernamentales más multitudinarias de las que hay registro en los últimos 60 años, con la particularidad de que los manifestantes, casi en la totalidad de los casos, nunca habían realizado este tipo de acciones y se guiaron más que nada por el instinto.
Pese a la inexperiencia de los cubanos en este tipo de acciones, un análisis de lo ocurrido revela que los manifestantes actuaron de forma semejante a las prácticas establecidas en otros países con más tradición de protestas antigubernamentales en algunos de los casos, aunque también realizaron acciones que podrían resultar contraproducentes.
Al respecto DIARIO DE CUBA conversó con la profesora universitaria colombiana Catalina Jiménez, quien ha estudiado las manifestaciones de los últimos años en su país y nos ayudó a trazar un paralelismo entre unas y otras.
La espontaneidad de las protestas y la forma en que se fueron multiplicando en diferentes zonas del país puede ser visto como un acierto por parte de los manifestantes, pues impidió que las fuerzas represivas se concentraran en un solo punto y cercaran la protesta dando captura a sus integrantes.
No obstante, la incomunicación entre unos grupos y otros, así como la falta de un objetivo definido, hizo que se diluyeran más rápidamente y sus huellas fueran más efímeras.
Jiménez consideró que, si bien en Colombia las protestas solían partir desde espacios públicos como universidades o parques hasta centros de Gobierno, desde 2019 comenzaron a diversificarse los puntos donde actuaban los manifestantes con la inclusión de «espacios más culturales» con el propósito de atraer activistas.
«Sitios significativos de jóvenes, donde se encuentra la comunidad LGBTI más presente, pero también lugares de alta capacidad económica para que la protesta moleste a las élites», afirmó la investigadora.
Entonces los manifestantes, además de rodear centros de Gobierno, no así militares ni policiales, comenzaron a tumbar monumentos, destruir símbolos y tomar espacios públicos, lo que les permitió ser más visibles y tener mayor peso simbólico en el futuro, al dejar su huella en las ciudades.
«Concentrados todos en una misma zona puede ser más peligroso en temas de identificación, a veces es mejor que estén diversificadas en zonas de tránsito. Las marchas no suelen ir a zonas policiales ni de ejército», aclaró Jiménez, pues uno de los casos paradigmáticos en Cuba fue la protesta de La Güinera, donde los manifestantes se acercaron a una estación de policía.
Uno de los posibles errores cometidos por los manifestantes cubanos fue el de mostrar sus rostros, por lo que en la experiencia colombiana «ha resultado bastante efectivo jugar con la performance, al juego de disfraz, de identificación del disfraz con alguna demanda, pintarse la cara, hacer teatralidad, para evitar una toma directa del rostro por parte de los organismos del estado», explicó Jiménez.
«Ha funcionado porque jugando con esa teatralidad es más fácil que no se conozca quien es esa persona, también se usan nombres distintos, alias, para comunicarse entre ellos. Intentan tener muy cuidados los temas de control comunicativo. En las organizaciones solo unos pocos saben las estrategias que se van a usar y se dicen cuando se van a hacer in situ», añadió.
Cuando las manifestaciones apenas llevaban unas horas en Cuba el régimen cortó el internet, algo más improbable en otros países donde el servicio no está monopolizado por el Estado, aunque incluso en esos contextos se suelen utilizar otras vías de comunicación más efectivas.
«Las redes se han vuelto una alternativa, pero de acuerdo a los estudios que hemos hecho el voz a voz es fundamental, tiene que ser rápido, con mensajeros que se muevan entre las manifestaciones en distintos puntos, que solo estén dedicados a llevar y traer información a personas identificadas que puedan manejar la convocatoria», explicó la investigadora colombiana.
«Aquí como no hay control en internet las redes son más libres, pero hay un tema de monitoreo y hackerismo por parte del Estado hacia distintas redes con el objetivo de hacer seguimiento a comunicadores sociales y periodistas disidentes», agregó.
En esos casos, los activistas colombianos seleccionan a periodistas que cuentan con protección o se encuentran fuera del país para que transmitan en vivo la información, por encima de los que están en el terreno y pueden sufrir represalias.
Las maneras de protestas y las estrategias a seguir varían según las condiciones de cada territorio y contexto. A pesar de la escasa experiencia cubana, a muchos sorprendió el nivel de organización y cohesión de los manifestantes del 11J en la mayor parte de los puntos del país.
Además de estremecer al país, más que fracasar las protestas del 11 de julio fueron un ejemplo de aprendizaje para miles de cubanos que encontraron ese día su «bautizo de fuego» en las calles.
A nadie le cabe duda que cuando vuelva a estallar la sociedad, estará mucho más preparada para enfrentar la represión de un régimen que lleva décadas preparándose para sofocar a cuando ciudadano se le oponga.