Cuando el bochorno toma las calles: La dura faena de los niños en Latinoamérica
El Día Mundial contra el Trabajo Infantil es ocasión para exponer sus tres caras, que muestran la injusticia, además de la desidia de sistemas, estados y gobiernos
Nuestras calles son parte de esa “periferia” de la que habla el papa Francisco. Los niños que no estudian sino que trabajan -desde cuando aún no se puede decir que tengan edad- es una vergüenza para cualquier país. Es algo que muestra el verdadero rostro de la injusticia y la desidia de sistemas, estados y gobiernos. También de la desigualdad y el quiebre de la familia.
Cuando Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela, una de sus primeras promesas vino doble. Prometió sacar a los niños de la calle . También prometió que, si en seis meses ello no se lograba, él renunciaría a la presidencia. Por supuesto que ninguna de las dos cosas ocurrió.
La presencia de niños pidiendo limosna o trabajando en las vías por unas pocas monedas aumentó exponencialmente y él permaneció, pánfilo en su puesto, hasta que la biología decidió su destino.
Una de las banderas más enarboladas por campañas electorales y políticos de todo pelaje es, justamente, la causa de los niños. Esto porque es la causa de las madres, sostenes de hogar en este continente y de las familias, que quieren ver a sus hijos salir de la pobreza y progresar en la vida. Desafortunadamente, estas banderas se tiñen de olvido. Suelen pasar a formar parte del compendio demagógico donde se escribe la historia del abandono y las promesas incumplidas.
Una cifra desafiante
La OIT presentó un informe en 2017 sobre las Estimaciones Globales de Trabajo Infantil. Las las cifras mostraban una reducción del trabajo infantil en América Latina en 17% entre 2012 y 2016. No obstante el progreso es lento, pero también desigual entre los países, pues hay grupos vulnerables como las poblaciones indígenas, las niñas y adolescentes mujeres y quienes residen en zonas rurales, que necesitan mayor atención. Todavía hay alrededor de 10,5 millones de niños, niñas y adolescentes en el trabajo infantil, lo que es una cifra desafiante.
En febrero pasado, la ONU proclamó al 2021 como el Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantilen las Américas. Es un período para tomar conciencia de la necesidad de acabar con esta lacra y conseguir una meta: avanzar hacia el logro del renglón 8.7 de la Agenda 2030, que busca a poner fin al trabajo infantil en todas sus formas para el 2025.
Guy Ryder, dijo durante el acto, que se celebró de forma virtual, que se trata de una oportunidad histórica para dar respuesta a una de las peores crisis de los tiempos modernos, la del COVID-19, que tiene consecuencias dramáticas para el presente y futuro de niñas y niños.
El director general de la OIT, Guy Ryder, añadió que se requieren acciones urgentes y eficaces por parte de los gobiernos, las organizaciones de empleadores y de trabajadores, y la sociedad civil en su sentido más amplio. Porque el asunto es complejo.
Dos caras
De acuerdo con Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, «el trabajo infantil es producto y origen de cadenas de desigualdad». Y si hay un continente desigual es América Latina. Cuando se piensa en niños explotados, uno los imagina en las minas o en el agro. Pero los hay también en las ciudades, esos que se ven en las calles y avenidas pidiendo limosna, muchas veces obligados por adultos; o limpiando vidrios a los vehículos y/o cuidándolos en las afueras de comercios o restaurantes. Eso también es trabajo infantil.
El “trabajo infantil” suele ser definido como el trabajo que priva a los niños de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es nocivo para su desarrollo físico y mental. Y es que hay edades para todo. Un niño debe estar estudiando y amparado por la seguridad de su hogar, con su familia, no sólo en la calle expuesto a cualquier cosa. Un país cuya niñez ande por la calle sabe que su futuro será complejo y oscuro.
Dos tipos
Hay dos tipos de trabajo infantil, informal, no remunerado, doméstico o no. El otro es mas riesgoso, el que se desarrolla en las minas, la construcción, lavando hojas de coca como en Perú, en el sector de la Cal como en Guatemala, en ladrilleras, como en México, en los hornos de carbón y pedreras, como en Brasil, en botaderos de basura como en El Salvador y Venezuela, en servicio doméstico como en Paraguay y Panamá, en la industria química, como en Honduras, en juegos pirotécnicos en parte de América Central -lo que implica la utilización de la pólvora para la producción de cohetillos- y supone riesgos tales como la explosión, intoxicación y quemaduras; y en prostitución, expuestos a la trata como en tantos lugares. Estas han sido definidas como “las peores formas de trabajo infantil” por su alta peligrosidad. Fallecen y sufren lesiones graves como cualquier adulto.
La cara oculta
La misma OIT registra el caso de muchos niños y niñas que trabajan desde edades muy tempranas como empleados domésticos, alrededor de 10 millones de menores en todo el mundo. Al ser una actividad “oculta” para la sociedad, ya que trabajan dentro de las viviendas de sus empleadores, no puede ser controlada en la mayoría de los casos. Muchos de ellos no han cumplido la edad mínima legal y trabajan en condiciones peligrosas o de explotación. Lo hacen durante largas jornadas, no disponen de tiempo libre, reciben un salario bajo o ninguna remuneración, están sometidos a duras condiciones de trabajo y son obligados a realizar tareas peligrosas como la manipulación de sustancias tóxicas. La explotación de estos niños/as es debida a lo “invisible” de su labor y a que carecen de protección social y jurídica.
En el informe de Save The Children de 2008 -sobre la esclavitud infantil doméstica en el mundo- ya confirmaba que la mayoría de la mano de obra infantil utilizada para el servicio doméstico es femenina, hecho que se observa especialmente en Latinoamérica, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Vulnerabilidad
Los llaman “Esclavos puertas adentro”. En torno a su situación el informe que analizó los casos de Brasil, Colombia, Paraguay y Perú, verificó el porcentaje de niñas empleadas en el servicio doméstico sobre el total: ronda el 83,5% para estos países latinoamericanos.
El cuadro de otras naciones, abordado por Human Rights Watch en distintos informes y por subregiones no es más halagüeña. Y los organismos que hacen seguimiento a estas realidades coinciden en una preocupación: miles de niños, niñas y adolescentes son abusados sexualmente por proxenetas y clientes explotadores que se aprovechan de su fragilidad. La vulnerabilidad de estos menores es fruto de una infancia marcada por la violencia familiar, el abuso sexual y la insatisfacción de sus necesidades básicas.
La pandemia lanza más niños al trabajo
Derivado de la pandemia, puede haber un importante aumento de la tasa de trabajo infantil en la región, lo que implica que al menos entre 109.000 y 326.000 niños niñas y adolescentes podrían ingresar al mercado de trabajo sumándose a los ya 10,5 millones que están en esta situación.
La OIT estima que, en América Latina, alrededor del 70% de los niños/as trabajadores laboran en el sector rural. Pero determinan que los riesgos a los que se enfrentan y la situación de explotación que viven estos menores no es distinta por el hecho de trabajar en la agricultura familiar o en la comercial.
La pandemia exacerbó las vulnerabilidades ya existentes, incluyendo un mayor riesgo de matrimonio infantil, trabajo infantil y embarazo adolescente.
Siendo así, los expertos piensan que la actual situación tiene el potencial de revertir esta tendencia positiva, lo que coloca a la región en riesgo de no poder alcanzar la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), en lo referido a «poner fin al trabajo infantil en todas sus formas de aquí a 2025».
Una meta prioritaria
Con el fin de proteger los derechos de los niños/as, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó en 1989, la Convención Internacional de los Derechos del Niño, que consta de 54 artículos.
Según el artículo 32 de dicho tratado internacional: 1. Los Estados Partes reconocen el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social. 2. Los Estados Partes adoptarán medidas legislativas, administrativas, sociales y educacionales para garantizar la aplicación del presente artículo.
La urgencia es clara: “Ahora más que nunca los niños, niñas y adolescentes deben estar en el centro de las prioridades de acción y por ello es urgente revitalizar las alianzas entre los gobiernos, los empleadores, los trabajadores, la sociedad civil y la cooperación internacional para intensificar los esfuerzos para que en un futuro muy cercano América Latina y el Caribe sea la primera región en el mundo en poner fin al trabajo infantil”.
Dios nos ayude.