Cultura condensada: del arte en tiempos furiosos y los nominados al Premio Booker
El arte y la furia
Hace unos días, el discurso que Greta Thunberg pronunció en las Naciones Unidas se volvió viral por la rabia con que les exigió a los representantes de los gobiernos dejar de ignorar el cambio climático. Durante varios momentos la voz se le quebraba y parecía que estaba a punto de romper en llanto. Su desesperación no es exagerada. La temperatura global ha aumentado de manera progresiva poniendo en riesgo ecosistemas enteros: glaciares derretidos, selvas en llamas, especies animales extintas y millones de personas emigrando para tener condiciones de vida menos adversas.
Sin duda, vivimos tiempos difíciles. Los científicos se han dedicado a advertirnos acerca del peligro inminente al que nos enfrentamos si no cambiamos nuestros hábitos de consumo de manera radical. Pero esto no parece importarle a una buena parte de la población mundial, que prefirió atacar a una activista ambiental de 16 años y dudar de sus intenciones.
Bajo este panorama de polarización, desconfianza y rabia, vale la pena robarle unas líneas a Shakespeare: “¿cómo con esta furia, luchará la belleza, / cuyo obrar no es más fuerte, que el hacer de una flor?”. Si el mundo, gracias a sus habitantes, se está convirtiendo en un lugar cada vez más hostil, ¿tiene algún sentido hacer arte?
El propósito del arte es un tema que se ha abordado en libros, artículos, cursos y conferencias. Algunas de las conclusiones a las que se ha llegado es que no tiene una razón práctica, sino que sirve para cultivar el espíritu. Cuando Michael Chabon fue elegido para presidir la MacDowell Colony, una organización sin fines de lucro que ofrece becas y residencias a artistas y escritores, el ganador del Pulitzer estaba plenamente convencido de que el arte era una vía para transformar el mundo. Tras nueve años de estar al frente de la institución, Chabon reveló en un ensayo publicado esta semana en The Paris Review que quizá todo este tiempo estuvo equivocado: el arte no es una vía para transformar el mundo porque ahora está mucho peor que antes. Aunque el argumento de que todo tiempo pasado fue mejor es falaz, no se puede evitar pensar que vivimos en una era donde solo los misóginos, racistas, xenófobos y negacionistas del cambio climático están más felices que el resto de la humanidad.
Poco después de que Trump llegó a la Casa Blanca, varios creadores se sintieron paralizados. El crítico musical Alex Ross cuenta cómo los directores de orquesta y compositores estadounidenses consideraron que los ideales que defendían estaban en peligro. Por fortuna, la parálisis fue momentánea y reaccionaron a través de la música. Si lo que se estaba viviendo era “una emergencia para el alma”, entonces estaba “prohibida la indiferencia de la rutina”. Crear un refugio para hacer lo que mejor sabían hacer, es decir, interpretar música, no tenía que convertirse en un acto de consentimiento, sino de resistencia. Y eso hicieron. Siguieron tocando piezas furiosas y componiendo piezas con un tono político.
Hacia el final de su ensayo, Chabon recupera un poco de esperanza. Puede que hayamos entendido mal el propósito del arte y que este no sea otro que hacer más soportable la depresión que provoca vivir en un mundo así. Más que una vía de escape, el arte permite ver con otros ojos la verdad y expresar la furia acumulada. Chabon es claro: “Todo el poder del mundo sobre nosotros radica en su capacidad para persuadirnos de que somos incapaces de entendernos, sentirnos, vernos y amarnos, y que, por lo tanto, no tiene sentido intentarlo. El arte sabe que no es así, por eso el mundo se esfuerza tanto por hacer imposible el arte, por desprestigiar a los artistas, por prohibir su trabajo, silenciar sus voces, y por ello es tan importante para todos nosotros, simplemente, hacer posible el arte”. El arte no salvará a la humanidad, pero nos recordará que no estamos solos y que no somos los únicos furiosos.
Los nominados al Premio Booker son…
El Premio Booker es el máximo galardón que se entrega a la mejor novela del año escrita en inglés y publicada en el Reino Unido e Irlanda. Este año, el premio tiene una notable presencia femenina con cuatro juezas y cuatro autoras nominadas. La lista de las seis novelas finalistas incluye a escritores que han ganado en ediciones anteriores y a promesas literarias.
En primer lugar, se encuentra una vieja conocida del premio: Margaret Atwood. Quince años después de los acontecimientos narrados en su novela distópica El cuento de la criada, la autora vuelve al estado totalitario de Gilead para seguir la vida de tres mujeres que son muy diferentes entre sí. The testaments se coló entre las novelas nominadas, a pesar de que llegó a librerías el 10 de septiembre, mucho después del anuncio de las novelas contendientes en esta edición. De acuerdo con Peter Florence, presidente del jurado y creador del Hay Festival, leer los manuscritos para su dictaminación fue un proceso difícil por los contratos de confidencialidad impuestos por la editorial. Sin embargo, la describió como una “salvaje y hermosa novela, que nos habla hoy, en todo el mundo, con una particular convicción y poder”. Se trata de la sexta nominación de la escritora canadiense, que en el año 2000 ganó el premio con The blind assassin.
Aunque la novela de Atwood se perfila como la favorita, a su lado compite otro escritor que fue laureado hace 38 años: Salman Rushdie. Quichotte es su decimocuarta novela, inspirada en el relato de Cervantes, pero que tiene lugar en el Estados Unidos de la época actual. Un vendedor farmacéutico hindú se enamora de una estrella de televisión y decide atravesar todo el país con tal de casarse con ella. A pesar de la expectativa, la crítica no ha sido nada favorable con su último libro. El New York Times calificó el estilo de Rushdie como “congelado”, pues la “extravagancia que una vez se sintió tan libre ahora parece extenuante y desagradable”.
Bernardine Evaristo compitiendo con Girl, woman, other, novela en la cual explora los sinsabores y alegrías que una docena de personajes, la mayoría mujeres afroamericanas, experimentan a lo largo de los años. La novela es un ejercicio polifónico que, de acuerdo con el jurado del Booker, representa “un nuevo tipo de historia, una novela de nuestro tiempo: festiva, siempre dinámica y absolutamente irresistible”.
El nigeriano Chigozie Obioma reinterpreta el viaje épico de Odiseo y las tradiciones de su país en An orchestra of minorities. Su segunda novela es una historia de amor donde el granjero Chinonso Solomon Olisa está dispuesto a hacer lo que sea con tal de casarse con el amor de su vida. Sin embargo, desconoce los horrores que se le presentarán. Según The Atlantic, “Obioma escribe con una precisión exigente que hace que [su novela] se sienta a la vez oportuna y especulativa”.
10 minutes 38 seconds in this strange world es la novela con la cual la escritora turca Elif Shafak es nominada por primera vez. La acción se concentra en los últimos minutos de vida de una prostituta en Estambul antes de que sea asesinada y abandonada en un bote de basura. A pesar de la violencia, Shafak presenta un relato nostálgico donde el lector se adentra a las memorias de la protagonista. Shafak se ha convertido en un problema para el régimen de Erdogan por las críticas que hace a la sociedad turca en sus columnas y libros y su defensa de los derechos de las mujeres, niños y miembros de la comunidad LGBT. Esta novela no es la excepción. En la opinión de Ron Charles, de The Washington Post, “Shafak demuestra con penetrante visión cómo las jóvenes musulmanas en Turquía están atrapadas entre los ideales religiosos de pureza y las fantasías masculinas de degradación”.
La novela que lleva las de perder es Ducks, Newburyport, de Lucy Ellmann. Se trata del monólogo de un ama de casa de Ohio que se angustia por el cambio climático, los tiroteos en escuelas, los elefantes en África, el amor de pareja. El libro consta de una sola oración que tiene una extensión de mil páginas y se puntúa en ocho ocasiones. Lo que en apariencia pretende superar el fluir de conciencia que desarrolló James Joyce, autor sobre el cual su padre Richard Ellmann escribió una biografía, se vuelve una experiencia “agotadora”, “extraña” y “compleja”, según la reseña publicada en The Guardian.
El próximo 14 de octubre sabremos cuál novela resulta coronada.