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Diario de la cuarentena (68): Bebé con mascarilla

El bebé de plástico al que pasea la niña tiene una mascarilla hecha a medida. Se trata de una versión de la FFP2

Jueves 21 de mayo, día número 68 del estado de alarma y cinco antes de que pueda regresar físicamente a mi puesto de trabajo. Es la una y media de la tarde. El sol encandila y el calor aprieta. En la avenida de los Toreros una madre y su hija suben la cuesta que conduce hacia el puente Calero.

La mujer camina tranquila, parece de buen humor. Unos pasos por delante, la niña, de unos cinco años, empuja un carrito color rosa. La pequeña lleva mascarilla quirúrgica. Va conjuntada de rosa y oro: la camiseta es rosa chicle y la falda está bordada de lentejuelas. Va divina y lo sabe. Camina muy erguida, como una señorona que saca a pasear su bebé.

Ellas suben y yo bajo. Me cuesta detallarlas porque la mascarilla, además de asfixiar, empaña las gafas. Sólo cuando la tengo ante mí me doy cuenta. El bebé de plástico al que pasea la niña tiene una mascarilla hecha a medida. Se trata de una versión de la FFP2 con un acabado de primera, que combina con el vestido blanco del muñeco.

Lo que realmente me quita el hipo es el detalle de confeccionar un tapabocas ex profeso. Que el muñeco también cumpla las normas de seguridad»

Hay algo divertido en la madre que saca a pasear su hija, que camina como una madre en miniatura. Parecen matrioskas. Lo sustantivo no es eso, lo que realmente me quita el hipo es el detalle de confeccionar un tapabocas ex profeso. Que el muñeco también cumpla las normas de seguridad. Imaginé a la madre, cosiendo la réplica de mascarilla con cuidado.

Quise hacerle una foto, pero no me pareció pertinente. Me arrepiento. Debí hacerla para que ahora, lector, pudiese reírse conmigo. Como esa he visto unas cuantas estampas más. Las niñas vestidas de chulapa sobre un monopatín hace apenas unos días, los que aprenden a andar en bici sin rueditas y a quienes el hecho elemental de mantener el equilibrio les parece un triunfo del espíritu, hasta un Spiderman con mascarilla he visto.

Hace unas semanas, en la cuesta que conduce a Martínez Izquierdo sólo se veían furgones de funerarias. Ahora apenas aparecen y donde antes despuntaban botones, ahora brotan las rosas, como si la vida regresara de a poco al mundo. Huele a flores y las semillas de los árboles caen sobre la acera como una nevada seca. En esta época del año reverdece hasta el estado de ánimo. Y menos mal. Es la vida, abriéndose camino.

 

 

 

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