Diego Aristizábal: Cada vez que pienso en ballenas
Fue Darío Jaramillo quien un día hablando sobre Moby Dick me preguntó si había leído alguna vez a un tal Philip Hoare. Yo me quedé mirándolo con esa mirada que se pierde repitiendo el apellido mentalmente, como si yo fuera un computador con capacidad de escanear, no solo los libros de mi biblioteca sino el universo entero, el mundo bibliográfico que me sobrepasa.
“Nada Darío, no lo conozco”, le dije. “Está bien, pronto lo vas a conocer y te enamorarás de él. Yo te traeré un libro ahora que voy a España”, me dijo. Pensé que lo olvidaría, un poeta tiene muchas cosas en qué pensar y, más aún, otro montón en que distraerse y olvidar; sin embargo, al muy poco tiempo, me llamó y me dijo que estaría en Medellín con mi libro. No lo podía creer apenas me entregó “Leviatán o la ballena”. Esa misma noche empecé a leer a Hoare, un personaje que formó parte del movimiento punk de Londres en la década del 70 pero que cambió la música por las letras y se dedicó a escribir libros donde combina la historia, la biología y la literatura.
Confieso que la primera vez que empecé a leer Moby Dick me quedé dormido muchas veces. Moby Dick es enciclopédico, enorme como una ballena, y no es fácil cazarlo. Yo estuve detrás de él largo tiempo, igual que el capitán Ahab, hasta que encontré la cadencia del agua y sentí toda su profundidad. Y cuando uno toca al menos una parte del lomo de algo inmenso, nada vuelve a ser igual. A pesar de que hizo falta un siglo nuevo para que se empezaran a apreciar las virtudes de este libro, que no agotó su primera edición, y fue casi universalmente ignorada mientras Herman Melville vivió, cuando se lee y absorbe es la coronación de la vida lectora de una persona, bueno, al menos eso es lo que piensa Viola Meynell.
Desde ahora, cada que piense en ballenas tendré que pensar ineludiblemente en mi querido Darío Jaramillo y en Hoare, quien en “Leviatán o la ballena” te ayuda a comprender no solo el universo de Moby Dick sino que te fascina con la vida de los gigantes del mar y te va contando cosas como esta que por sí sola es una seducción: “El cachalote es un carnívoro mucho más grande que el mayor dinosaurio. Su cuerpo está compuesto en un noventa y siete por ciento de agua, igual que los humanos están mayoritariamente compuestos de este líquido; todos contenemos océanos en nuestro interior. Como las demás ballenas, el cachalote nunca bebe. Ha sido descrito como un animal del desierto; igual que el camello vive de su joroba, su gruesa capa de grasa permite al cachalote superar las vicisitudes de la vida en el océano, con sus períodos de hambre o de abundancia. Poder sobrevivir tres meses sin comer es una gran ventaja, al igual que el desplazarse grandes distancias y sobrevivir en temperaturas tropicales y árticas”. Díganme ustedes ¿les gustaría seguir leyendo?