Diego Aristizábal: Machado entre orquídeas
En estos días que tuve que ir a Eafit, me encontré un nuevo poema expuesto. Recién había revivido a Whitman en esas bellas exposiciones que ha estado haciendo la universidad, como si quisiera que después de un duro examen los estudiantes se apoyaran en versos como: “Creo que una hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por las estrellas…”, y ahora las palabras, bellas y exuberantes, como las orquídeas que cuelgan de los árboles, eran de mi poeta favorito, de los tiempos de antes y de los tiempos que ni siquiera aún llegan: Antonio Machado.
Y pasé lentamente rememorando lo que he escuchado tantas veces en mi voz interior: “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito./ A mi trabajo acudo, con mi dinero pago/ el traje que me cubre y la mansión que habito,/ el pan que me alimenta y el lecho donde yago”. Y se me fue el tiempo entre el viento y la memoria, que sumó 80 años de la muerte de Machado, justo este año, y también evoqué aquel viaje que hice a Segovia donde deshice los pasos inmortales de una de las grandes figuras españolas del novecientos. El nombre de Machado está al lado de Unamuno, Baroja, Azorín, Pérez de Ayala y Valle Inclán.
Segovia es una de las ciudades Machadianas, junto con Baeza, Collioure, Rocafort, Sevilla y Soria. En Segovia, uno puede empezar el recorrido de Machado desde el instituto donde impartía clases de francés, por allá en la plaza de Día Sanz; luego, por el acueducto, se llega al mirador de la Canaleja y la Casa de los Picos hasta llegar a la Plaza Mayor, donde aún existe Machado al lado del café Juan Bravo, y que seguramente desciende todas las noches, después de la tertulia, por la calle de los Escuderos para llegar hasta la pensión donde se alojó desde 1919 hasta 1932, y que ahora es su casa museo. Su estancia en Segovia fue muy creativa. En la pensión de doña Luisa Torrego, Machado escribió gran parte de su obra teatral y creó dos de sus personajes más famosos: Juan Mairena y Abel Martín.
Cualquier pretexto es bueno para recordar a Machado, celebro entonces esta nueva exposición en Eafit que me hizo reafirmar que de todas las cosas bellas escritas por el poeta, me quedo con este párrafo: “Cuando una cosa está mal, decía mi maestro –habla Mairena a sus alumnos–, debemos esforzarnos por imaginar en su lugar otra que esté bien; si encontramos, por azar, algo que esté bien, intentemos pensar algo que esté mejor. Y a partir siempre de lo imaginado, de lo supuesto, de lo apócrifo; nunca de lo real”. La poesía, definitivamente, nos salva de la agonía, y Machado entre orquídeas se ve precioso.