Doble moneda: antes de 1959 y ahora
Las reformas implementadas en Cuba a partir del año 2008 no resultaron: el voluntarismo, el estatismo, la planificación centralizada y la subordinación a la política y la ideología lo impidieron. La coexistencia de dos monedas lo confirma.
En el año 2011 la unificación monetaria formó parte de los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista. En el 2013 se anunció un cronograma para implementarla y se habló de su pronta solución. En el 2016 se dijo que su eliminación era impostergable. En el 2017 se autorizó a comprar con pesos cubanos en establecimientos recaudadores de divisas y se pusieron en circulación billetes de 200, 500 y 1.000 pesos para facilitar las transacciones. Y en diciembre el presidente Raúl Castro planteó: «la eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria constituye el proceso más determinante para avanzar en la actualización del modelo económico. Sin resolver eso es difícil avanzar correctamente». Y terminó diciendo: «Debo reconocer que este asunto nos ha tomado demasiado tiempo y no puede dilatarse más su solución» (Granma, 22 de diciembre de 2017).
En este artículo me limito a los antecedentes históricos de la dualidad monetaria, es decir, al antes y al ahora.
Doble moneda en Cuba antes de 1959
En el periodo comprendido entre 1878 y 1895 se produjeron dos hechos a tener en cuenta.
El primero: la concentración de la industria azucarera y la exportación de más del 90% del azúcar a EEUU permitió al Gobierno estadounidense imponerle a España el Bill Mc Kinley, un tratado de reciprocidad comercial que permitía la entrada libre de materias primas cubanas al mercado estadounidense, entre ellas el azúcar, de la cual provenían 94 de cada 100 pesos que ingresaban a la Isla.
El segundo: la alta presencia de inversiones estadounidenses en la estructura de la propiedad agraria, los centrales azucareros y la minería.
Ambos hechos, al cesar la dominación española, facilitaron la introducción del dólar en Cuba como patrón monetario.
Hasta 1914 en Cuba continuaron circulando el centén español y el luis francés, pero los pagos oficiales se hacían según el tipo de cambio establecido por el dólar. Para disminuir la dependencia respecto al mismo, en octubre de ese año, el Gobierno del general Mario García Menocal, creó el Sistema Monetario Nacional, cuya primera expresión fue la «Ley de Defensa Económica» que dio nacimiento a la moneda nacional sustentada en el patrón oro, con el mismo peso y ley que el dólar estadounidense.
Aunque surgió subordinado al dólar que poseía fuerza liberatoria, con la Ley de Defensa Económica el peso comenzó a imponerse.
En 1924 todavía el 86% de la moneda circulante eran dólares. En 1934 una aguda depreciación obligó a devaluar el peso, que continuó haciendo la función de medida de valor, pero la de medio de circulación fue asumida por los «pesos de plata» y los «certificados de plata», con fuerza liberatoria ilimitada a partir de 1935.
En 1939 se fundó el Fondo de Estabilización de la Moneda, y en 1948 se creó el Banco Nacional de Cuba, que sustituyó el peso plata por los billetes del Banco Nacional con curso legal, forzoso y fuerza liberatoria ilimitada.
En «La unificación monetaria de 1914», Elías Amor resume lo resultados con pocas palabras: «La introducción del Sistema Monetario Nacional creó un sistema solvente, moderno y bien construido, que permitió a la moneda nacional devenir reserva de valor, sobre cuya base se desplegaron las transacciones y las operaciones comerciales y financieras que permitieron un notable dinamismo y crecimiento de la economía en la República».
Doble moneda en la Cuba actual
Los revolucionarios que arribaron al poder en 1959, imbuidos de una alta dosis de subjetivismo y ajenos a las leyes que rigen los fenómenos económicos y las finanzas, se plantearon erradicar las relaciones mercantiles y el dinero. Nacionalizaron la banca nacional y extranjera, y depositaron esa responsabilidad en manos de personas «fieles». Un ejemplo fue el caso del economista Felipe Pazos Roque —fundador y primer presidente del Banco Nacional de Cuba en 1948— quien, opuesto al golpe de Estado de 1952, renunció a esa responsabilidad. Pazos, quien participó en la lucha cívica contra el Gobierno de Fulgencio Batista, en 1959 fue designado nuevamente en esa responsabilidad, pero sus ideas no calificaban como «fieles». Unos meses más tarde fue sustituido por el comandante Ernesto Guevara.
80 años después del nacimiento del peso cubano, con una economía deficiente pero solapada por las subvenciones soviéticas basadas en razones ideológicas y geopolíticas, al derrumbarse el socialismo en Europa Oriental, Cuba quedó sumergida en una profunda crisis bautizada con el eufemismo de «Periodo Especial en Tiempos de Paz», que entre 1990 y 1994 contrajo el Producto Interno Bruto (PIB) en 34,8%.
El Gobierno se limitó a implementar medidas para subsistir sin cambiar. Después de 35 años de revolución y de confrontación con EEUU decidió introducir, por segunda vez en la historia de Cuba, la moneda del «enemigo».
Para borrar la imagen negativa del billete verde se creó el CUC, un peso convertible al que se le otorgó un valor similar al dólar, pero sin el correspondiente respaldo. Se le impuso un impuesto al dólar del 10%, se revaluó el CUC con relación al mismo en un 8% y finalmente se retomó el valor de uno por uno, pero se mantuvo el impuesto del 10% al dólar. En resumen, Cuba cuenta con la peculiaridad de tener dos monedas sin base en el oro ni en el PIB para ser realmente convertibles.
La dualidad monetaria amplió las diferencias sociales y aumentó la pérdida del poco valor que ya tenía el peso cubano. Su efecto se manifestó en la inflación de los precios en el mercado negro, en menguados salarios y pensiones, desestimuló a la producción, menguó la productividad, y perdió o disminuyó sus funciones como medida de valor, instrumento de adquisición de bienes, medio de atesoramiento, instrumento de liberación de deudas y medio de pago.
La unificación monetaria se alza, junto a la restitución de las libertades ciudadanas, como una necesidad ineludible e inaplazable en condiciones complejas, especialmente porque el sujeto de la unificación, el Gobierno, es el mismo que introdujo la dualidad y hasta ahora no ha demostrado la voluntad política para efectuar un autoanálisis crítico y emprender el único camino posible. El hecho es que 60 años de poder lo hacen responsable de lo bueno y de lo malo.
El peso cubano carece de respaldo en los bienes y servicios creados para recuperar sus funciones y equipararse a otras monedas en las finanzas internacionales. La unificación monetaria por sí sola no resolverá la crisis. La solución requiere eficiencia y aumento de la producción, lo que a su vez es imposible sin grandes inversiones. La extranjera porque la dualidad es un obstáculo; la nacional porque el poder la niega.
Se impone un proyecto, encabezado por el Gobierno actual o por el que lo sustituya, que incorpore la descentralización de la economía, restituya los derechos y libertades ciudadanas, permita la formación de una clase media y destrabe los obstáculos que frenan la producción y la productividad; nada de lo cual es posible desde la estatización y la economía planificada subordinada a los intereses del poder.