El camino de la caravana migrante: de disputa en Honduras a escándalo internacional
Credit Luis Antonio Rojas para The New York Times
SAN PEDRO SULA — El volante comenzó a circular en las redes sociales en Honduras a principios de octubre; tenía el dibujo de un migrante solitario frente a un fondo rojo brillante.
Era un llamado para unirse a la caravana, el trabajo de activistas y funcionarios de izquierda que en el pasado ya habían ayudado a guiar a los migrantes hacia el norte. Sin embargo, los convocantes le agregaron un toque más político a este volante, pues en él culparon al gobierno de derecha en Honduras por el éxodo: “No nos vamos porque queremos. Nos expulsan la violencia y la pobreza”.
Nunca pensaron que también incitarían un torrente internacional de controversias.
Lejos de Honduras, la Casa Blanca estaba ocupada en atender el asesinato de Jamal Khashoggi, el periodista disidente cuya muerte dentro de un consulado saudita empañó la imagen de Arabia Saudita, un aliado vital del gobierno de Donald Trump. Además, a semanas de elecciones legislativas en Estados Unidos, el presidente Trump estaba ansioso por darle vuelta a la página.
La caravana le dio una nueva historia políticamente ventajosa que contar. Atizar las ansiedades estadounidenses sobre la inmigración había funcionado bien como pilar de su campaña de 2016. Según funcionarios, Trump fue informado sobre la caravana a mediados de octubre por sus principales asesores, entre ellos Kirstjen Nielsen, la secretaria de Seguridad Nacional, y John Kelly, el jefe de personal de la Casa Blanca.
En cuestión de días, el presidente comenzó a usar Twitter para atacar a los migrantes, culpar a los demócratas y amenazar con eliminar el financiamiento destinado a los gobiernos centroamericanos: “¡Somos una gran Nación Soberana! ¡Tenemos Fronteras Fuertes y jamás aceptaremos a la gente que venga a nuestro País ilegalmente!”.
Convocatoria promovida en diversas redes sociales
Lo que comenzó como una disputa política nacional en Honduras —un esfuerzo por socavar a Juan Orlando Hernández después de una polémica elección y por llamar la atención sobre la desastrosa situación de los migrantes— se convirtió rápidamente en una riña internacional, fuente de vergüenza en Tegucigalpa, de consternación en toda la región y de oportunismo político en Estados Unidos.
Aunque inicialmente se planeó como una caravana modesta de unos cuantos cientos de personas, pronto creció a siete mil personas; la desesperación, la cobertura de los medios locales y una mezcla de política nacional y estadounidense se combinaron para transformarla en la mayor caravana —un trayecto grupal de migrantes hacia el norte a través de México— que se haya visto en la historia reciente. Incluso quienes ayudaron a incitar el traslado en masa jamás imaginaron que crecería tanto en tan poco tiempo.
“Nunca esperé que esto se hiciera tan grande”, dijo Bartolo Fuentes, defensor de migrantes y exlegislador hondureño que ayudó a promover la caravana, la cual comenzó el 13 de octubre. “Igual llegaba a mil personas. Pero ¿a este nivel? Para nada”.
Para políticos como Fuentes y el diputado hondureño Luis Redondo, la caravana ofrecía una manera perfecta de animar a los migrantes a viajar de manera segura, en un gran grupo, y de atacar al gobierno de Honduras al mismo tiempo.
La elección presidencial de noviembre dividió tanto al país que la Organización de los Estados Americanos hizo un llamado a favor de realizar una nueva votación. La gente organizó manifestaciones que resultaron mortíferas contra lo que consideraron un conteo electoral fraudulento.
A pesar de la controversia, el gobierno de Trump dio su apoyo oficial a Hernández, un aliado leal que cooperó con los estadounidenses durante su primer mandato en temas como el combate al narcotráfico y frenar el flujo de migrantes hacia la frontera. Hernández tomó posesión de nuevo, pero siguió siendo un personaje polarizador acusado de corrupción y de amasar demasiado poder.
Determinados a denunciar al gobierno de Hernández y de apoyar a los migrantes, los miembros de la oposición comenzaron a promover la caravana como un ejemplo de lo que sucede cuando un gobierno le falla a su gente. En Tegucigalpa, un miembro prominente de la oposición fue a la Embajada de México y amenazó con enviar varias caravanas si la situación en Honduras no cambiaba, de acuerdo con dos funcionarios mexicanos de alto nivel.
“Esta vez será tan grande que cuando la vean andando deberán preguntarse de dónde salen y quiénes son los responsables de que salgan tantas personas de Honduras”, dijo Redondo mediante una publicación de Facebook el 5 de octubre, en la que también compartió el póster de la caravana. Es “consecuencia de la corrupción, inseguridad, impunidad; los responsables son los corruptos y los corruptores del Partido Nacional” de Hernández.
Los opositores del gobierno hondureño resultaron victoriosos en cuanto a que surgieran esos cuestionamientos. Trump exigió que Hernández detuviera la caravana, aunque para ese momento los migrantes ya estaban en Guatemala y no quedó claro qué podría hacer el presidente hondureño. Aun así, el presidente estadounidense amenazó con eliminar la ayuda económica destinada al país si no frenaban la caravana.
Aparentemente, esto provocó pánico en el gobierno hondureño. En un intento por delegar responsabilidades, el embajador de Honduras en Estados Unidos, Marlon Tábora Muñoz, envió a Matt Gaetz, representante republicano de Florida, un video en el que unos jóvenes parecían entregarles billetes a unos migrantes que estaban formados en una fila.
Muñoz también dijo que George Soros, organizaciones estadounidenses sin fines de lucro o un cártel de la droga podrían estar ayudando a financiar la caravana, comentó Gaetz, quien publicó en Twitter el video que recibió. En la publicación escribió: “Material videográfico en Honduras, se les da dinero a niños y mujeres para que se unan a la caravana y lleguen a la frontera de Estados Unidos en la temporada electoral. ¿Soros? ¿ONG respaldadas por Estados Unidos? ¡Es hora de investigar la fuente!”.
Más tarde se desmintieron esas afirmaciones y salió a la luz que el video ni siquiera había sido grabado en Honduras, sino en Guatemala. Los migrantes de la caravana dijeron a The New York Times que la gente que quería ayudarlos les había dado unos veinte centavos de dólar. Los migrantes, que han sobrevivido gracias a lo que les dan los extraños, dijeron que no les pagaron para unirse a la caravana.
Las consecuencias políticas de la caravana han sido duras para Honduras, pero los republicanos en Estados Unidos han agradecido el cambio de discusión, del asesinato de Khashoggi y la respuesta de Trump a un tema que por mucho tiempo ha energizado a la base política del partido.
Los republicanos esperan que la mayor cobertura noticiosa en torno a los migrantes convenza a ciertos grupos de electores, como las mujeres blancas suburbanas, de alejarse de los candidatos demócratas en las elecciones del 5 de noviembre, sobre todo si Trump puede atizar los miedos respecto de las pandillas y las drogas, dijo Newt Gingrich, expresidente de la Cámara de Representantes estadounidense y asesor ocasional de Trump.
“Crea un factor de seguridad” para esos electores, dijo. “Si entran los primeros siete mil o quince mil, ¿qué mensaje se está enviando?”.
Gingrich agregó: “Trump entiende que en la estructura política estadounidense actual debes ganar campañas divisorias”.
Bartolo Fuentes y otros hondureños se habían propuesto avergonzar a su gobierno al promover la caravana como una declaración poderosa sobre el costo de una política nacional fallida. Sin embargo, accidentalmente se les pasó la mano y desataron una crisis regional.
La cobertura de los migrantes y sus consecuencias políticas —en Honduras y en Estados Unidos— han sido intensas. Después de seguir a los migrantes hasta Guatemala, Fuentes fue detenido y lo enviaron de regreso a Honduras, donde se ha alejado de los reflectores, pues teme que el gobierno tome represalias en su contra.
Fuentes dijo que se oponía a este gobierno y que quería que Hernández dejara el cargo. No obstante, añadió que ayudó a correr la voz acerca de la caravana especialmente porque el camino hacia el norte es peligroso.
“Si salen en un grupo pequeño, van hacia el desastre”, dijo Fuentes. Agregó que la mayoría de los migrantes simplemente se unieron por cuenta propia.
En efecto, si él ayudó a encender el cerillo, muchos otros, entre ellos Trump y los medios noticiosos que respaldan al gobierno en Honduras, ayudaron a acrecentar el fuego.
Es probable que el volante en redes sociales y que grupos privados de WhatsApp que surgieron en todo el país hayan sido las fuentes iniciales de información para muchos de los que se unieron a la caravana. Sin embargo, en entrevistas con varias decenas de migrantes en el camino quedó claro que una televisora que el gobierno apoya ayudó a transmitir el mensaje mediático.
Un día antes de que comenzara la caravana, un programa popular de HCH dedicó más de una hora a hablar de la caravana. La cobertura fue dirigida en parte con el objetivo de avergonzar a los organizadores y divulgar información falsa acerca de que Fuentes estaba pagando la comida y el transporte de los migrantes (una afirmación que él negó en el programa).
Sin embargo, la iniciativa resultó contraproducente. Lejos de deslegitimizar la caravana con el argumento de que tenía raíces políticas, los conductores sin quererlo les dieron a los muchos hondureños que querían escapar del país y sus condiciones la oportunidad perfecta para hacerlo, al informarles sobre el viaje grupal.
“Es falso, totalmente falso”, dijo Flavio Williams, de 26 años, uno de los hondureños que se sumó a la caravana, sobre las aseveraciones de que esta solo tiene motivos políticos.
“Cinco mil, siete mil personas no van a arriesgar su vida solo por la política, mucho menos la vida de sus hijos, sus esposas”, añadió el hondureño cuando estaba en Huixtla, México, como parte del trayecto. “Eso no se hace por la política”.