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El caso del enigmático señor Bukele

El presidente salvadoreño ha logrado reducir a mínimos la violencia y cuenta con un amplio apoyo de la ciudadanía, pero es cuestionado por tomar control de todos los poderes del Estado

Se llama Nayib Bukele -nombre palestino- y ha hecho algo antes de cumplir los 41 años que para sus numerosos partidarios es un acierto, pero para sus adversarios es la confirmación de sus peores pesadillas. Inauguró una cárcel que albergará 40.000 pandilleros presos. La llaman Cecot: Centro de Confinamiento de Terroristas. No importa que no sean exactamente terroristas. Estamos en la lucha por apropiarnos de las palabras. A los efectos del Estado de Derecho producen los mismos daños que el terrorismo. Terrorismo es una de las palabras negativas. Inequívocamente negativa. En el país no hay inversiones y, por tanto, no hay trabajo. Cobran «vacunas» (extorsiones) bajo la amenaza de matar a sus «clientes» tras torturarlos. Ergo, son terroristas.

En la nueva cárcel no recibirán visitas. Es un almacén de prisioneros. Ni llamadas por teléfono. Ni teléfonos móviles. Incluso, la cárcel tiene un dispositivo electrónico que impide las llamadas al exterior. Ni siquiera colchonetas que pueden servir para esconder teléfonos o armas. Hay que dormir sobre el concreto. Cero visitas conyugales. Ni hay la posibilidad de redención o cambio. Hay sólo dos inodoros y una ducha por cien de los posibles reos. La cárcel está a prueba de fugas. En torno a la cárcel existe una red de alambre de púas electrificada con una carga de 15.000 voltios. Basta un paso en falso para presentir el calor y el olor del cadáver quemado.

La Casa Blanca ha dicho, con la boca pequeña, que no se pueden saltar los derechos civiles. Sabe que Bukele llegó al poder con la mayoría de los votos y que hoy es muy popular en El Salvador y en la región centroamericana, precisamente por la mano dura que mantiene contra las maras. Sabe que hay algo que hacer en El Salvador, Honduras y Guatemala para atajar la violencia social en todo el triángulo norte, pero en Washington no tienen ni pajolera idea de qué es lo mejor para esos países. Salvo enviarles a los delincuentes. Han comprobado que los peores de esos mareros han sido formados en Los Ángeles o en Texas, de donde fueron deportados, tras saber cómo se desarma una pavorosa pistola Glock-18 de peine alargado o cómo devolverle a un AR-15 modificado la gracia homicida de la ráfaga.

Precisamente, el Estado no puede dedicarse a la venganza, ni a torturar, y debe tratar a los delincuentes con un seco respeto

Me imagino que el señor Bukele sabe que el más despiadado de los mareros tiene derechos, y ello incluye ciertas prestaciones obligatorias en cuanto a personas por baños, y el acceso a visitas conyugales en caso de que los reos estén casados. Precisamente, el Estado no puede dedicarse a la venganza, ni a torturar, y debe tratar a los delincuentes con un seco respeto. Exactamente el comportamiento que ellos no tuvieron en la comisión de sus delitos.

Afirma Jacobo Alcutén que el leitmotiv de Nayib Bukele es «guerra total a los pandilleros«. En una espléndida nota escrita en marzo de 2023 dice, textualmente: «A base de sangre y fuego, el joven presidente ha conseguido reducir drásticamente la violencia en un país dominado por las maras y su figura se ha teñido de tintes casi mesiánicos entre los salvadoreños». Y continúa diciendo: «Su receta está clara: la violencia ya no la ejercen los pandilleros, la ejerce el Estado». Eso es obvio. Y tras el Estado, dirigido por Bukele, radica el 66% del electorado, eso se vio en los comicios de febrero de 2021, cuando arrebató el Parlamento limpiamente a sus adversarios.

O sea, que Bukele posee todos los poderes del Estado. Los tres clásicos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. A lo que habría un cuarto poder: internet, en el que Bukele es un maestro. La capacidad de informar a la opinión pública (o no informar), o informar distorsionadamente mal, lo que suele ser más grave aún por los daños que causan las teorías conspirativas, especialmente cuando están mezcladas con perversiones sexuales. Por ejemplo, la disparatada noticia de que había una relación entre la violación de huérfanos y determinado partido político.

O sea, que Bukele posee todos los poderes del Estado. Los tres clásicos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. A lo que habría un cuarto poder: internet, en el que Bukele es un maestro

No seré yo quien se oponga al partido de «las nuevas ideas», como hace llamar Bukele a su formación política. Las ideas nuevas me encantan, salvo que traten de jubilar las antiguas, como que existe un vínculo entre los estudios y el éxito económico. Pero algo he reflexionado sobre el arte de gobernar adecuadamente y creo que don Nayid merece el respaldo que le ha dado el pueblo salvadoreño, siempre y cuando:

Primero, recuerde que su país es pequeño y débil. Pero tiene las dimensiones aproximadas de Israel (unos 20 mil kilómetros cuadrados y ocho millones de habitantes). No obstante, Israel se ha hecho rico y El Salvador se ha hecho pobre. Ese debe ser el modelo. Consúltelo con el primer ministro de Israel. No le tema a sus antecedentes palestinos. Esos son incentivos.

Segundo, no hay bala de plata para matar el subdesarrollo. Ni siquiera el bitcoin. (Esa fue una mala idea). Se trata de trabajar intensamente, ahorrar e invertir. En Estados Unidos viven más de un millón de salvadoreños. Hay que convertirlos en un botín político para que alcancen su peso específico dentro de la estructura gringa.

Tercero, cree un verdadero partido político y no alguna gente que lo ayude a gobernar. Haga primarias. Usted es el amo ahí. Pero desmienta a quienes piensan que es un dictador cool. No existe dictador bueno. Deles a los salvadoreños la oportunidad de gobernarse cuando usted no esté. Si en 40 años usted, o su partido, o cualquiera de los partidos vigentes en su país, logran desarrollar a El Salvador entonces habrá triunfado.

 

 

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