Democracia y PolíticaEconomíaÉtica y Moral

El débil ‘hombre fuerte’ de Estados Unidos

El carisma de Donald Trump solo funciona dentro de su país. Fuera es irrelevante porque no puede hacer que China, Rusia, Canadá o México se sometan a su voluntad

Ilustración de Cinta Arribas para la tribuna 'El débil 'hombre fuerte' de Estados Unidos', de Timothy Snyder, 9 de junio de 2025.

Ilustración de Cinta Arribas para la tribuna ‘El débil ‘hombre fuerte’ de Estados Unidos’, de Timothy Snyder

 

En los últimos dos meses, los inversores financieros han desarrollado una nueva estrategia comercial basada en una regla simple: TACO («Trump Always Chickens Out», Trump siempre se acobarda). El presidente de Estados Unidos amenaza con imponer aranceles masivos a las importaciones, tanto a aliados como a enemigos, o con destituir al presidente de la Reserva Federal, solo para ceder cuando el látigo del mercado impone su férrea disciplina. Luego, vuelve a los aranceles, solo para volver a ceder.

Es un patrón que trasciende la economía. De hecho, es el rasgo distintivo de la presidencia de Donald Trump. Pero Trump no es solo un cobarde. Es un hombre fuerte y débil, y los adversarios de Estados Unidos quizá lo entiendan mejor que la mayoría de los estadounidenses.

Muchos estadounidenses temen a Trump, por lo que imaginan que otros también deben temerlo. Pero nadie fuera de Estados Unidos teme a Trump como tal. Los amigos de Estados Unidos temen a un pirómano, alguien que destruye lo que otros han creado. Y los enemigos de Estados Unidos celebran la destrucción causada por Trump y por el Departamento de Eficiencia Gubernamental de Elon Musk. Cuando Musk renunció recientemente, el principal ideólogo del Kremlin, Alexander Dugin, lamentó su partida: «DOGE le hizo un gran favor al mundo entero liquidando a USAID, el Departamento de Salud y el Departamento de Educación».

Trump es fuerte en un sentido relativo; tras destruir las instituciones, lo que queda es su presencia. Pero es débil porque, tras haber destruido los departamentos gubernamentales que supervisan el dinero, las armas y la inteligencia, Estados Unidos carece de herramientas reales para tratar con el resto del mundo. Interpreta a un hombre fuerte en televisión y es un actor talentoso. Pero su fuerza reside únicamente en la sumisión de su público. Su actuación despierta un sueño de pasividad: Trump lo arreglará.

Sin duda, el carisma de Trump es una especie de fortaleza. Pero no puede aplicarse a ningún problema y es irrelevante fuera de Estados Unidos. Los partidarios de Trump podrían pensar que Estados Unidos no necesita amigos porque puede intimidar a sus enemigos sin ayuda. Pero ya sabemos que Trump no puede obligar a Canadá ni a México, y mucho menos a China, Irán o Rusia, a obedecer sus órdenes.

Eso solo funciona en casa. Durante años, Trump ha usado mítines y redes sociales para incitar violencia indiscriminada contra sus oponentes nacionales. Esto ha provocado una autopurga del Partido Republicano y ha forjado una cohorte dócil de cuadros congresionales. Quienes se someten a Trump lo perciben como un hombre fuerte, pero lo que experimentan es su propia debilidad. Y su debilidad no puede convertirse mágicamente en fortaleza en el mundo.

Las mayúsculas y los signos de exclamación en las publicaciones en redes sociales que Trump ha dirigido al presidente ruso, Vladimir Putin, en los últimos meses, exigiéndole que detenga la guerra en Ucrania, no han tenido ningún efecto en el estado emocional de Putin, y mucho menos en la política rusa. E incitar a la violencia de forma aleatoria no funcionará con líderes extranjeros. Nadie en Irkutsk va a amenazar ni dañar a Putin porque Trump haya publicado algo en internet.

Se podría ser generoso e interpretar una publicación de Trump amenazando con sanciones como un acto político. Pero las palabras solo importan cuando existe una política, o al menos la posibilidad de que se formule. Pero para que exista una política, deben existir instituciones con personal competente. Y la primera política de Trump fue despedir a quienes fueran competentes para diseñar e implementar una política. Muchas de las personas que sabían algo sobre Ucrania y Rusia, por ejemplo, simplemente han desaparecido de su administración.

En su lugar, surgieron los vacilantes esfuerzos de Trump por hacer concesiones a Rusia sobre la soberanía ucraniana por su cuenta, sin Ucrania ni aliados. No funcionó. Su posición era tan débil que Putin, naturalmente, asumió que podía conseguir más y, como era de esperar, intensificó la agresión rusa en Ucrania. Trump es una oveja con piel de lobo, y los lobos saben distinguir la diferencia.

Es una obviedad, pero debe quedar claro: nadie en Moscú cree que Trump sea fuerte. Aunque quisiera, Trump no puede amenazar a Rusia de forma creíble sin instituciones que funcionen y funcionarios competentes. Para que las sanciones funcionen, por ejemplo, necesitaría más personal en el puesto, no menos. Además, las potencias extranjeras tendrían que creer que el Departamento del Tesoro es más que un juguete de un multimillonario estadounidense. Por desgracia, sus agencias de inteligencia leen los periódicos.

Los estadounidenses pueden optar por ignorar que la capacidad estatal necesaria para lidiar con sus adversarios ha sido desmantelada o confiada a personas cuya única cualificación es la lealtad absoluta a Trump. Pero la destrucción de las instituciones del poder estadounidense crea una estructura de incentivos muy simple para los enemigos de Estados Unidos. Los rusos esperaban que Trump regresara a la Casa Blanca precisamente porque creen que debilita a Estados Unidos. Ahora, mientras lo ven desmantelar la CIA y el FBI, poniendo a figuras como Tulsi Gabbard, Kash Patel y Pam Bondi a cargo de la inteligencia y las fuerzas del orden federales, solo pueden pensar que el tiempo está de su lado.

Por eso Putin ha ignorado la exigencia de Trump de un alto el fuego en Ucrania, y Rusia aprovechará cualquier alto el fuego que pueda producirse para prepararse para la próxima invasión. Putin confía, con razón, en que un Estados Unidos neutralizado por Trump no podrá responder, que los europeos se distraerán y que a los ucranianos, tras años de guerra, les resultará más difícil movilizarse de nuevo.

Lo que es cierto para Rusia también lo es para China. Un hombre fuerte y débil beneficia a la República Popular. El tiempo no estaba realmente del lado de China antes de Trump. Si bien una generación de estadounidenses temía que China superara a Estados Unidos económica y militarmente, las tendencias en los últimos años ya no eran tan claras, o incluso se habían invertido. Pero ahora que Trump ha decidido destruir la capacidad estatal de Estados Unidos, China puede simplemente tomar lo que antes habría tenido que luchar para obtener.

Wall Street podría beneficiarse del comercio de tacos a corto plazo, pero un dictador débil solo trae pérdidas. Si bien los partidarios de Trump podrían verse tentados a creer que ha convertido a Estados Unidos en un coloso entre las naciones, la realidad es todo lo contrario. Como dictador, Trump destruye las normas, leyes y alianzas que frenaron la guerra. Como débil, la invita.

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba