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El doble error de Alberto Fernández con Mercosur

A raíz del impulso de Mercosur a las negociaciones con Corea del Sur, Canadá, Singapur y Líbano, el gobierno argentino ha decidido no participar en ellas. Su principal argumento, al menos el público, es que busca prevenir los efectos de la pandemia de forma simultánea en que protege a las empresas, el empleo y la situación de las familias más humildes. Pero, mientras esto ocurre los otros miembros del bloque van en la dirección contraria y apuestan por acelerar los acuerdos de libre comercio. Sin embargo, esta lectura del gobierno kirchnerista parte de un doble error.

En repetidas oportunidades, tras ser coronado por Cristina Fernández como candidato presidencial, Alberto Fernández ha insistido en que Néstor Kirchner era su modelo. Se trataba de una manera sutil de distanciarse de su compañera de fórmula y de señalar que su gobierno transitaría por una senda de cierta moderación y de menor radicalidad. Esta peculiar forma de hacer política la está siguiendo en la negociación de la deuda, un problema que puede hipotecar el futuro argentino durante mucho tiempo, especialmente si hay un nuevo default. Y también busca seguirla en su política exterior, especialmente la latinoamericana.

Es muy grave creer que Argentina se recuperará solo con el empuje de la industria patria

 

Aquí entra en escena Mercosur y aquí el presidente incurre en el doble error apuntado más arriba. Recientemente Fernández señalaba que «El Gobierno anterior destruyó el Mercosur, queremos volver a su punto de origen», al ser quien «más quiere la integración regional». En realidad, cuando dice que quiere volver a su punto de origen no se refiere al momento fundacional, al Mercosur de Alfonsín y Sarney, sino al Mercosur de Kirchner, de Lula y Dilma, de Tabaré Vázquez y Mujica y de Fernando Lugo. Este Mercosur permitió sin ninguna condicionalidad el ingreso de Hugo Chávez y prácticamente abrió la puerta a Evo Morales.

Este es el primer error de Fernández, confundirse de época. El Mercosur que añora no regresará. Ni siquiera la América Latina progresista con que sueña, si algún día se concreta, será igual a la que imagina. Hasta no hace mucho, Chávez y Fidel Castro tenían un proyecto hegemónico para el continente. Lula, pese a su modelo alternativo, era incapaz de confrontarlos abiertamente, tanto por motivos prácticos como por condicionantes ideológicos. La integración regional del ALBA buscaba más la concertación política y desarrollar una agenda social y antiimperialista que potenciar la economía y el comercio. Por eso, cuando Fernández dice que quiere integrarse debería precisar qué entiende por integración, dejando claro quienes son sus principales actores.

El segundo error, creer que Argentina se recuperará con el empuje del mercado interno y de la industria patria, es aún más grave. Esto se basa en su idea de país, que abreva en la concepción nacionalista, peronista y kirchnerista de la realidad nacional, según la cual el futuro argentino depende de sus potencialidades y del mercado interno. La Argentina industrial o la «Argentina potencia» en palabras de Juan Perón. El concepto fue potenciado durante el kirchnerismo, al rescatarse la ocurrencia de «vivir con lo nuestro» de Aldo Ferrer, que implicaba rechazar frontalmente la globalización.

La premisa de Fernández es que la industria nacional, nuevamente liderada por el Estado, como en tiempos de Perón, rescatará al país, preservando el empleo, evitando el empobrecimiento y permitiendo que las cuentas públicas salgan relativamente indemnes. Sin embargo, entre la crisis de la deuda y la crisis del COVID-19 el futuro es muy incierto. El margen para endeudarse es escaso, el riesgo de compensarlo vía emisión monetaria e hiperinflación es mayúsculo y la opción de recurrir al mercado externo prácticamente inexistente. El intento kirchnerista de gravar a las grandes fortunas convierte en quimérica la repatriación de los ahorros en el exterior y su inversión en el proceso de reconstrucción.

Por eso es grave paralizar los acuerdos comerciales en marcha (no los cerrados con la UE y EFTA). Con Vaca Muerta golpeada por el precio del petróleo, el campo es el único sector capaz de aportar ingresos genuinos. Las exportaciones agrarias, tan denostadas en su día (recuérdese el enfrentamiento kirchnerista con los productores rurales en 2008), son las únicas capaces, a corto y medio plazo, de impulsar la economía. De todos los productos primarios exportados por América Latina serán los alimentos los que más rápidamente se recuperen cuando comience quede atrás la pandemia.

El golpe del gobierno kirchnerista a Mercosur es brutal. Todavía no está herido de muerte pero puede estarlo en cualquier momento. El riesgo de que Brasil, Paraguay y Uruguay sigan su camino de forma independiente es real. De momento todo indica que se flexibilizará la regla de unanimidad para firmar acuerdos comerciales. Pero si con esto no basta y el kirchnerismo mantiene su cerrazón, la ruptura es posible. Por eso, Fernández no debería desoír el generoso llamado de Ernesto Talvi, el ministro uruguayo de Exteriores, de un rápido regreso a la mesa.

 

 

 

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