El doble estándar de Albares
El fraude electoral de Maduro deja en evidencia las dos varas de medir que tiene el Gobierno de Sánchez en las cuestiones internacionales
La sesión extraordinaria en el Senado para oír las explicaciones del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, sobre la crisis en Venezuela, tras el robo de las elecciones del pasado 28 de julio por parte de Nicolás Maduro, ha dejado en evidencia el doble estándar del Gobierno de Pedro Sánchez en cuestiones internacionales. En aquellos asuntos donde cree que puede obtener réditos políticos de cara a sus votantes, el Ejecutivo español derrocha audacia y un activismo casi imprudente, mientras que en aquellos que tocan al corazón de su coalición con Sumar y su relación con Podemos, se muestra timorato y complaciente.
Albares invocó una supuesta mediación que España estaría realizando entre el Gobierno y la oposición venezolana para encontrar «una solución negociada» a la crisis para evitar tomar una posición nítida sobre el fraude perpetrado por el régimen de Maduro. «Para que la presión internacional sea eficaz, ni España ni el resto de países deben actuar por su cuenta», explicó Albares, olvidando que hace muy pocos meses afirmaba todo lo contrario en relación con la guerra de Gaza. Entonces defendía que España se desmarcara del resto de la Unión Europea (UE) y se mostrara más dura con Israel.
El ministro también presumió de que España está «liderando con responsabilidad» la posición de la UE en este asunto, pese a que desde hace años nuestro país lleva ocupando una posición subordinada en todas las iniciativas diplomáticas relacionadas con Venezuela. Y se ufanó de mantener contactos tanto con Yvan Gil, el jefe de la diplomacia chavista, como con Edmundo González y María Corina Machado, los líderes de la disidencia democrática. El ministro también dijo que el Gobierno «aprecia y valora» la intervención de José Luis Rodríguez Zapatero en la crisis, pese a que la oposición venezolana se encargó de advertir a ABC de que el expresidente ha actuado como «un correveidile» de Maduro en vez de como un mediador imparcial. Zapatero lleva quince días sin pronunciarse sobre lo ocurrido en las elecciones venezolanas pese a que fue un testigo privilegiado del proceso, invitado especialmente por Maduro como miembro del Grupo de Puebla.
La oposición le reprochó a Albares que el Gobierno no reconozca la victoria de González y que no sea más firme en la exigencia de transparencia con las actas electorales. El Ejecutivo se refugió en el hecho de que ha mantenido informado a Alberto Núñez Feijóo, el líder de la oposición, pero olvidó que escuchar no significa consentir. Hubo intercambios duros en la comisión entre el ministro y los senadores, y resultó extremadamente ridículo cuando Albares reprochó agriamente a los representantes del PP que algunos de ellos intentaran tomar contacto con el embajador en Caracas, porque, a su juicio, el canal regular les obliga a que se dirijan a su secretario de Estado. Al cuerpo diplomático «lo dirige el Gobierno», rubricó con arrogancia.
Albares, sin embargo, no habrá terminado conforme con su comparecencia. El representante del Partido Nacionalista Vasco (PNV) consideró que la victoria de la oposición venezolana ha sido «rotunda» y abogó por una transición pacífica en la que Maduro abandone el poder. Como el ministro sabe contar, habrá advertido que, con los nacionalistas vascos, en el Parlamento español existe en este momento una mayoría absoluta favorable al reconocimiento de la victoria de Edmundo González.