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El escapismo de Pedro Sánchez

Durante el debate entre candidatos al 10-N, ni reniega de pactos con los secesionistas ni aclara cómo pagaría su política de gasto

Pedro Sánchez aprovechó el debate televisado de anoche entre los principales candidatos que concurren el 10-N para instalarse en el escapismo. Ni rindió cuentas sobre su pésima respuesta al desafío separatista en Cataluña, ni renegó de los independentistas a la hora de reeditar un Gobierno apoyado en los socios de la moción de censura que le auparon a La Moncloa, ni detalló cómo piensa financiar las medidas de gasto -incluida la creación de nuevos ministerios- en un contexto de desaceleración económica. Sánchez, quien pidió dejar gobernar a la lista más votada -posición que rechazaba cuando la defendía el PP-, naufragó en su intento de defender su gestión tras la ola de violencia desatada tras la sentencia del procés. Este fracaso le llevó ayer a proponer la modificación de la legislación audiovisual para intervenir TV3 y reformar el Código Penal en aras de impedir la convocatoria de un referéndum ilegal. Son dos rectificaciones de calado no solo con relación a su propio discurso, sino a la herencia de gobiernos anteriores del PSOE. Dos enmiendas, que supondrían un 155 encubierto, carentes de credibilidad por el tancredismo y la carencia de liderazgo del presidente del Gobierno en funciones, incapaz de frenar la insurección institucional y social del separatismo.

Aunque los cabezas de lista del centroderecha se enzarzaron en un duro cruce de reproches, especialmente en materia económica y de corrupción, Sánchez se vio acorralado por la inconsistencia de su proyecto de país. Lejos de la defensa de la plurinacionalidad de la que hizo gala en abril y parapetado en el negacionismo sobre la erosión de la economía, Sánchez dinamitó puentes con Podemos y fingió un endurecimiento de su postura con el soberanismo. Casado, Rivera y Abascal exigieron medidas contundentes y a largo plazo para blindar la convivencia en Cataluña. Por su parte, Iglesias situó al líder socialista ante el espejo de sus contradicciones y sus continuos bandazos. En el caso del candidato de Vox, pese a las carencias de sus recetas económicas, consolidó un discurso -sobre todo, en inmigración y memoria histórica- dirigido a su base electoral.

La brevedad de esta campaña y la consolidación de un escenario fragmentado amplifican el impacto entre los indecisos de un debate que no cumplió las expectativas por su tono hosco. No obstante, en contraste con la polarización partidista, cabe recordar que España necesita concordia y abandonar el bloqueo desde el respeto al consenso constitucional. Es decir, todo lo contrario que ayer pudo visualizarse. Las amenazas a las que se enfrenta nuestro país exigen altura de Estado. Superada la batalla electoral, los partidos constitucionalistas deben alcanzar acuerdos para hacer frente a la intolerancia separatista, fortificar la economía en un marco internacional de incertidumbre y afrontar las reformas pendientes.

 

 

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